Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de abril, 2023

Mi puerta...

  Hay cosas tan sencillas y cotidianas en nuestra vida que a veces no tomamos conciencia que tienen algo bueno que enseñarnos y recordarnos. El Evangelio de este domingo me llamó la atención con una comparación tan simple y tan honda a la vez. Porque en este domingo conocido como el del Buen Pastor, me recordaste Jesús, que Tú eres mi buen pastor, pero que también me llamaste a serlo para otros… Y junto con una verdad tan importante, me hablaste de este detalle que luego describiré un poquito. Y es que, por un lado, qué importante reconocer que todos estamos llamados de una u otra manera a ser pastores: siendo padres, maestros, siendo jefes en un trabajo o un equipo. Llamados a serlo cuando guiamos algún grupo de amigos o de proyectos, desde la función de abogados, guiando de alguna forma rutas y caminos. Pastores como los que acompañan personas, los que curan enfermos, los que aconsejan o guían a quien lo necesite. Tantas y variadas formas como se va dando este hermoso, tan humano y

Peregrino...

  Quién no ha pasado por ese humano temor y tristeza, con esa sensación de insatisfacción o frustración. Y cuando esta experiencia brota luego de una pérdida o decepción, podemos sentirnos como “atorados” en el dolor. Por eso tal vez, podemos identificarnos en este domingo con estos dos discípulos de Jesús, que luego de ver su amor y milagros, fueron testigos de su condenación y muerte. Estos discípulos confundidos, aturdidos y desalentados porque Aquel en quien pusieron su esperanza, ha muerto… Dolor que les cegó la vista para descubrir a Jesús en el camino, y se les cerraron los oídos para no poder escuchar que su Mesías había resucitado.  Sienten que todo se va apagando. Y p refieren entonces volver a lo “seguro” de su casa. Prefieren irse ese mismo domingo a Emaús, a 10 kms. de distancia de Jerusalén. Pero al igual que a ellos, siempre, siempre aparecerá en nuestras vidas ese eterno Peregrino, que sale al encuentro, y camina todo el viaje necesario, para escuchar sus penas, p

¿Cómo veo las heridas?

  Hoy, segundo domingo de Pascua, sólo quiero quedarme contemplando la experiencia de los apóstoles en dos momentos: Por un lado, verlos con puertas cerradas por miedo a los judíos. Encerrados como muchas veces puede ocurrirnos a nosotros, que, ante el temor al sufrimiento, a las heridas y daños, preferimos escondernos y cerrar los ojos. Un miedo muy humano, un temor muy comprensible. Una razón que sabe que es Dios, que Él lo puede todo, pero que va unido a tantos sentimientos y emociones removidas…Creo que, si hubiera estado con ellos, seguro que también cerraba las puertas por temor… Por ello, también me conmueve mucho ver a Jesús en este segundo momento: Este amigo sabe lo que sienten y por ello atraviesa las puertas cerradas, como atraviesa también nuestros miedos y temores. Y apareciéndose en medio de ellos, dice una frase que puede calarnos al fondo del alma: “Paz a vosotros”. Como diciéndonos "quédense tranquilos y siéntanse protegidos, porque conmigo, las cosas son

Todo tiene solución…

                  Me puse a arreglar un aparato en estos días. Intenté con cambio de pilas y de otras formas, pero al final solo me quedó dejarlo en el sitio de basura. Me puse a pensar entonces, cómo ahora las cosas son cada vez más descartables. Pero también me quedé agradecida, porque felizmente no pasa lo mismo con los problemas y dificultades humanas.          Por eso, de forma atrevida y muy segura, les digo hoy que TODO en nuestra vida tiene solución.          ¿Qué la muerte no? ¡TAMBIÉN LA TIENE!          Puede sonar todo ésto como ingenuo, como poco realista o inmaduro. Pero ésta es una afirmación que sólo puede entenderse con una mirada distinta.          Hay miradas equivocadas como por ejemplo esa que no diferencia entre el: querer que las cosas se solucionen "como yo quiero", a aquella de esperar “lo mejor ”. Una gran diferencia. Me ha pasado a mí y seguramente a ustedes también, que queríamos que las cosas se arreglen de una manera, pero finalmente las c

Te vas escondiendo...

  Llegas el domingo, con ramos y alabanzas llegas tan decidido a Jerusalén sin querer pasar desapercibido, sin callar a los que curaste. Entras sin esconderte de los que buscan a matarte, como si fueras Tú quien los llamaras a salirles al encuentro. Entras apasionado por cumplir lo que le Padre te pide,  dispuesto a hablar abiertamente, sea con ternura, sea con firmeza. Es como si en esta entrada y con los “Hosanna” del pueblo, el volumen de tu voz gritara más que nunca.   Llegó la hora de escuchar tu Cruz, mi Señor.  Ésta que me habla de tu amor y tu entrega. Llegó la hora de hacerla hablar, gritar y expresar de tal manera,  que pueda entrar hasta el fondo de mi alma, de mi vida y de mi llamado. -- Jueves bendito, el de la Cena de Pascua, con la despedida de tus amigos. Llegó ese día en el que tu voz fuerte empieza a callar, y tu Cruz empiece a hablar, no con palabras, sino con la pasión de tus obras. Amor infinito, hasta el extremo, revelándote con humil