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Mostrando entradas de febrero, 2024

¿A dónde me llevas?

  En el bellísimo lugar donde ahora Dios me pide estar, estoy rodeada de montañas verdes y nevados hermosos. Y viendo las montañas, puedo recordar que nuestra vida es como un camino hacia la cima. Un camino que puede tener momentos difíciles y áridos, pero que se van haciendo más llevaderos cuando nos acercamos a la meta. El pasaje del Evangelio de este domingo, nos relata el momento en que Jesús se llevó a sus 3 mejores amigos al Monte Tabor. Los lleva, se transfigura mostrándose con apariencia divina y pueden hasta ver a Dios Padre que los cubre para decirles: “Este es mi Hijo Amado, escuchadle”. Me dejó conmovida distintos momentos de este pasaje, pero de manera particular me quedé en el momento en que Jesús pidió que le acompañen. Conociendo a Jesús se imaginarán que no les dijo: “acompáñenme que van a ver a mi Padre, o que van a ver un milagro”. Sencillamente les llamó a que le sigan. Me los imagino camino siguiéndole, cómo confiados, con preguntas y dudas pero calladitos de

Empujado...

  ¿Quién no ha sido empujado alguna vez? Esa fuerza que no sale sólo de uno mismo, en la que rápidamente o hasta de sorpresa fuimos impulsados por alguien más. Una experiencia que pudo suscitarnos emociones de susto, diversión, sorpresa, temor o hasta gratitud… Una experiencia que de una u otra manera puede ocurrir también en nuestra vida interior…Ese deseo, esa moción o aquello que se hace realidad porque alguien nos animó a tomar una decisión o arriesgarnos para vivir algo bueno. Y al ser empujados se nos lleva a una dirección.  Cuenta el Evangelio de este domingo, que el Espíritu Santo EMPUJÓ a Jesús. Pero no fue llevado al cielo, ni al mar, a ver un arcoíris o al encuentro con el Padre. Fue empujado por el Espíritu a un lugar duro, árido e inhabitable llamado desierto y además para ser tentado por el mismo diablo… ¿Por qué allí? ¿Por castigo? No. Pues Dios no castiga y además qué mal podría hacer Jesús. ¿Por tortura? No. Se aman las 3 Personas y son Dios… ¿Por su bien? No.

Curando la SOPREDAD...

  No es error de tipeo, es una forma que me se me ocurrió para llamar a lo que una persona experimenta al sentirse frágil, enferma y sola. Como el protagonista del Evangelio de este domingo, en el que Jesús nos habla directamente al corazón, para entender  mejor estas situaciones tan humanas y muchas veces difíciles de comprender… Es la historia de un leproso que toma el valor de acercarse a Jesús para pedirle que le cure de una forma muy humilde, reflejando una madurez que fue alcanzando a lo largo de esta dolorosa enfermedad. Te invito a situarte en esta historia, que nos muestra el amor de Cristo; y en la que tú y yo podemos identificarnos de alguna manera. Espero que te ayude y anime a dejarte amar y sanar cada vez más por Él. En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero: queda limpio». La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, en

Las escondidas al revés...

  El reto de este juego por el que hemos si bien recuerdas, consistía en ser creativos para escondernos en el lugar menos común, en el que no podrían encontrarnos. Y hoy luego de rezar, me vino a la mente este juego, porque me pregunte: ¿Si jugara este juego al revés, y fuera como una analogía de mi vida, cuál sería el lugar más común, al que primero irían a buscarme?  En otras palabras preguntarme: ¿Qué es lo más común y lo más característico en mí? ¿Qué es aquello que forma hasta parte de mi ser? Acciones, costumbres, gustos, hábitos que nos definen de alguna manera.   Aquello que es innegociable, aquello que no estamos dispuestos a renunciar. Aquello que si dejáramos de vivirlo, estaríamos como quitando lo que nos da vida y sentido… El Evangelio de este domingo describe experiencias y costumbres imprescindibles en Jesús. Que eran parte de su ser humano y divino. Cuenta que luego de estar en la Sinagoga, encontró a la suegra de Pedro muy enferma. Le tomó de la mano y le cur