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Mostrando entradas de octubre, 2022

Alto y bajo

  Hace unos días en la fila de comunión estuve detrás de un señor muy alto. Le llegaba como al hombro, y me dio mucha risa tomar más conciencia de lo baja de estatura que soy. Ya luego me puse a pensar cómo vemos las cosas de la vida cotidiana los que somos bajos y cómo los que son más altos. Es una condición física que también se puede trasponer a la experiencia de vida interior. Una persona alta de espíritu puede ver mejor el horizonte y lo que está por delante. Una persona baja está más cerca al suelo, puede ver más fácil lo que circula por debajo. Una persona alta puede tomar mejor aire y estar más cerca al cielo. Una persona baja de espíritu puede echarse más fácilmente y permanecer cerca al suelo con mayor facilidad. Y justo hoy el Evangelio nos cuenta la historia de Zaqueo, este personaje bajo de estatura que vive un encuentro tan hermoso con Jesús, que lo convierte gracias a Él en un hombre muy alto de espíritu y muy alto de gratitud y esperanza para nosotros. Si la sem

Guardando silencio

               Cómo me conmueven y admiro esas personas que hablan desde su silencio o sus pocas palabras. Esas que, con su gran sonrisa y esa paz que le ha enseñado la vida, pueden reconocer con gran sabiduría lo que vale la pena y lo que sí es importante.               Esas personas que no son de hablar mucho, ni buscan ganar. Las que sólo buscan mantener su mirada en lo esencial y en encontrarse con la mirada eterna y amorosa de Dios. Los que sencillamente deciden medir sus palabras a la mínima expresión para guardar sus logros en el corazón y ofrecérselos sólo al buen Dios del amor y la misericordia.             Y hoy que rezaba esta parábola que Jesús nos cuenta sobre el fariseo y el publicano, no me fijé tanto en ese fariseo que se dirige a Dios con la cabeza levantada para ostentar que cumple muy bien sus obligaciones, como el hacer grandes y buenas cosas, pero con el único fin de ser vistos y alabados.             Hoy me puse a imaginar cómo pudo ser la historia y el camino re

Bendita fragilidad...

  Uno de los misterios que más me remece y cuestiona en nuestra humanidad es la experiencia de nuestra fragilidad. Un misterio que se evidencia desde el inicio de nuestra vida, en ese recién nacido que depende tanto de su madre. Ese misterio cuando nuestra vida puede depender de un hilo, estando estables y tranquilos un día y el siguiente muy enfermos, quebrados o hasta perder la propia vida por un simple contagio o caída. Humanidad que evidencia grandezas y logros indescriptibles, que muestra una fuerza de voluntad capaz de lograr metas imposibles, pero que van tan de la mano con esa sensación de padecer el abandono, el desamparo, la necesidad y carencias. Una carencia material, en la salud, en la inestabilidad psicológica, o en esa fragilidad moral o espiritual. Ser fuertes en un momento y ser muy débiles en el siguiente. Quién no ha atravesado algún momento crítico o una situación difícil que nos llevó a sentirnos limitados. Que nos llevó a hacernos preguntas importantes, tomar

Hasta en un semáforo...

  Espero que no sé rían y sí me crean. Les quiero compartir algo que me ocurre con demasiada coincidencia y frecuencia. Algo que me sucede con los semáforos. Resulta que cuando camino por una calle y estoy apurada, basta que llegue a la esquina que necesito cruzar, para ver que el semáforo esté en verde. Me viene entonces, como la certeza de recibir un detalle de Dios, un código entre Él y yo en el que me dice que me cuida, que me ama demostrándolo con un semáforo en verde. Un detalle simple pero claro para mí que me conmueve y me alegra el día, por haberme reído y haberle agradecido.  Y ayer, que me volvió a ocurrir, pensaba que son muchos los detalles que Él tiene con cada uno de nosotros. Cuántas cosas sencillas que pueden pasar desapercibidas y desaprovechadas cuando no abrimos los ojos del alma y corazón para percibir su presencia y amor. Sí, Jesús camina a nuestro lado, nos busca y nos habla una y otra vez al corazón. Jesús tiene un código especial contigo y conmigo con el

Un regalo...

  Qué agradable experiencia cuando recibimos un regalo entregado con cariño. Es como si al recibirlo tuviera el encanto de alegrarnos el día. No sé si lo que puede conmovernos es el amor que sentimos o la gratuidad pues no exige nada a cambio. Un regalo es un don. Y un don es un regalo. Es aquello que recibimos sin pedirlo, sin merecerlo o esperarlo. Es el que puede ser entregado por una fecha importante, o simplemente porque esa persona quiso tener un detalle con nosotros. Regalo en el que hemos podido percibir de alguna manera el amor concreto, profundo y cercano de Dios. Y si nos ponemos pensar, podemos darnos cuenta que no hay día en el que Dios deje de ofrecernos un regalo. Algunos novedosos y sorprendentes, como otros tan indispensables que nos lo da una y otra vez. Y creo que los dones más necesarios, son los más llenos de misterio y grandeza. Y así como la esperanza y el amor son puro misterio y  podemos vivirlos porque son un don, una gracia, existe también este otro reg