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Hasta en un semáforo...

 


Espero que no sé rían y sí me crean. Les quiero compartir algo que me ocurre con demasiada coincidencia y frecuencia. Algo que me sucede con los semáforos.

Resulta que cuando camino por una calle y estoy apurada, basta que llegue a la esquina que necesito cruzar, para ver que el semáforo esté en verde. Me viene entonces, como la certeza de recibir un detalle de Dios, un código entre Él y yo en el que me dice que me cuida, que me ama demostrándolo con un semáforo en verde. Un detalle simple pero claro para mí que me conmueve y me alegra el día, por haberme reído y haberle agradecido. 

Y ayer, que me volvió a ocurrir, pensaba que son muchos los detalles que Él tiene con cada uno de nosotros. Cuántas cosas sencillas que pueden pasar desapercibidas y desaprovechadas cuando no abrimos los ojos del alma y corazón para percibir su presencia y amor.

Sí, Jesús camina a nuestro lado, nos busca y nos habla una y otra vez al corazón. Jesús tiene un código especial contigo y conmigo con el que nos avisa que está allí. Necesitamos descubrirlo para saber acoger su amor una y otra vez.

Creo que por eso me llamó la atención especialmente el inicio del Evangelio de este domingo que dice:

“Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros". Lc 17, 11-13

Jesús pasó entre Samaria y Galilea, entre dos pueblos tan distintos. Y de la misma manera Jesús pasa por nuestra vida, pasa en medio de nuestras decisiones, en medio de nuestros caminos, en medio de nuestras luchas, en medio de nuestra vida cotidiana. Pasa, nos espera, nos escucha y está atento a escuchar nuestros pedidos y necesidades.

Y vemos así una enseñanza muy importante que nos ofrecen estos 10 hombres. La lepra no les limita, no se quedaron escondidos, angustiados o llorando ante la tragedia de sus vidas. Al contrario, pues al verlo pasar, tomaron la decisión de pedir ayuda. 

Hoy, ellos nos enseñan que, ante cualquier situación difícil y dolorosa, ante la propia fragilidad, o ante cualquier problema, uno tiene la verdadera esperanza y posibilidad de elevar la mirada a Dios para que tenga compasión de nosotros y darnos la salvación que esperamos.  

Por ello dijeron con gritos: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”.

Y podríamos preguntarnos hoy día si sabemos pedir ayuda al único que puede curarnos.  ¿Qué hacemos con nuestras heridas y enfermedades? ¿Cómo buscamos curar las diversas lepras que pueden existir en nuestra vida? La de ese defecto que cansa e impacienta a los demás, la de esa limitación física que nos hace dependientes de otros, la de esa limitación económica que afecta más y más a los nuestros, la lepra de esa herida en nuestra historia de la cual nos arrepentimos o por la cual necesitamos perdonar, la lepra de ese vicio o hábito que contagia y hace daño, la lepra del rechazo o la incomprensión, la lepra y limitación de no poder aceptar y tener compasión con las heridas de los demás. Una lepra con síntomas y formas diversas en cada una de nuestras vidas ante las cuales necesitamos pedir ayuda al Único que puede curarnos de verdad.


Y como nos cuenta esta historia, solo uno de los 10 leprosos curados, termina de enseñarnos cómo es el camino de la salvación para nuestras vidas: 

  1. Reconocer nuestras limitaciones,
  2. Pedirle ayuda a Dios. 
  3. Darle gracias por las obras grandes como también por las pequeñas.


Así es el amor de Jesús: mostrándonos su inmenso amor desde el color verde de un semáforo, a la lepra curada de esas heridas que tanto hieren y duelen.

Así es el amor de Jesús quien vino a caminar con nosotros, a escucharnos, a mostrarnos su amor y hacernos felices en cada detalle, en cada código y en cada circunstancia en la que nos acompaña y nos anima…

Así es el amor de Dios, presente y vivo en la luz de un semáforo, o curando nuestras lepras y nuestras heridas.

Y tú, ¿Qué código y detalle de amor recibes de Él? 

Hoy día dale también gracias por aquello que te ha regalado.

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“Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: “¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado”. Lc 17, 11-19


Comentarios

  1. Buenas noches querida Magali.
    Muchas gracias por la meditación de esta semana.
    "Hoy día dale gracias también por aquello que te ha regalado"
    Ayer, hoy, siempre, debemos agradecer a Dios por todo aquello que nos rodea, porque en Él vivimos, nos movemos y existimos, el respirar, ver, oír, sentir, gustar, hablar y orar con "Él" darle a conocer todo lo nuestro, todo lo que deseamos para los demás, para los nuestros y para uno mismo, es tener la total confianza de saber que, siempre podemos contar con "Él" y darle las gracias en todo momento, es lo más bello.
    Gracias querida Magali.

    Elvira Orellana B.

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