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Mostrando entradas de junio, 2020

Tú llevas la mía...

Hace pocos días me contaron sobre una chica que falleció sola en su casa y en otro país. El cuerpo no puede ser recogido aún ni hay vuelos para traerla de regreso. Qué desgarrador el dolor que deben estar viviendo sus padres, con la impotencia de no poder verla ni despedirse de ella. Seguramente ellos hubieran estado dispuestos a morir y asumir todo el sufrimiento por el que su amada hija atravesó... Pensaba cómo es el misterio del verdadero amor, en el que en un momento podemos quejarnos de nuestros dolores e incomodidades personales, pero al ver sufrir a esa persona que tanto queremos, nos olvidamos de ello y nos lanzamos a consolarle, apoyarle, sacar fuerzas de donde sea y ponernos de pie para cargar la cruz que atraviesa.  Éste es el milagro y la fuerza del amor. Una fuerza que proviene de Alguien que es la fuente y el origen de este misterio… Una vez más el Señor me recordó que solo junto a Él las realidades aparentemente opuestas pueden unirse. Una de éstas es la del rechazo al

¿Qué hacer con el miedo?

Hubo un paseo que hicimos con mi familia a Churín, lugar de baños termales. Tenía 5 años para 6. Recuerdo vivamente estar en una de las piscinas y al estar aburrida y no gustarme el olor, decidí irme sola hacia el hotel. Había mucha gente y mucho sol. Salí y empecé a caminar. Y al cansarme “asumí” que la siguiente puerta grande era la del hotel y obviamente no lo era. Simplemente entré por esa puerta. Había una señora sentada que me habría visto perdida y acalorada. Me invitó algo, seguramente de tomar. Y luego de un rato, decidí salir de allí sencillamente a buscar otro lugar que me gustara para que le ponga nuevamente el título de “hotel”. Estaba muy tranquila, segura y autónoma porque algo que queda claro ahora es que  en ese momento no tenía miedo a nada ni a nadie . Al salir por esa puerta ancha, vi a mis papás que estaban angustiados y buscándome. Ellos sí tenían miedo. Pero yo estaba muy confiada que ellos estarían allí cuando yo los necesitara… Al buscar la definición d

Entrañablemente así...

Hablaba con una querida amiga, sobre este misterio que se experimenta cuando estamos con nuestra madre. Puede ser que ya esté muy anciana, débil y postrada, pero estando a su lado es como que retomáramos fuerzas y recibiéramos esa dosis maravillosa de paz y fortaleza. Es ese amor maternal y esa comunión que se da en esos encuentros que sobrepasan la conciencia, las palabras o las miradas. Es como que al estar con ella volvemos a ser niños cuidados y protegidos bajando toda defensa para dejarnos querer más aún.  Es el misterio de este amor entrañable… Tengo la dicha de tenerla aún viva, y este tiempo de cuarentena la extraño muchísimo y tomo conciencia de cuánto la quiero, cuanto me capta y qué hermosa relación mantengo con ella. Me remitió pensar en esta relación llena de ternura e incondicionalidad, cuando me pongo a pensar en el misterio de la Eucaristía que agradecemos este domingo. Qué tal regalo de Dios: poder vivir este encuentro que es infinita y divinamente más hondo que es