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Mostrando entradas de noviembre, 2021

El futuro que no falla...

    “Quien no aprendió con la Pandemia no entendió nada”. Con esa frase se despidió luego de un día difícil y exigente. Vive semanas muy complicadas, pensando por momentos que le toca vivir demasiado. Más de una vez tentada a no continuar con los retos que le toca. Y con todo este difícil panorama, hace dos noches me buscó para contarme que estaba muy agradecida y que poco a poco las cosas iban caminando. Que valió la pena tanto esfuerzo, confiando en Dios una vez más. Un lindo encuentro, concluyendo juntas que la verdadera esperanza y madurez se vive en esos momentos, cuando no nos quedamos prendados de las emociones ni de los posibles negativismos. Y al iniciar este tiempo de Adviento, preparación para la Navidad, leo este Evangelio que me evocó esta experiencia que les comparto, que creo que a todos puede sernos familiar de una u otra manera. Creo efectivamente que la Pandemia ha evidenciado qué es lo más y lo menos importante. Qué necesita permanecer y de qué sí podemos p

¿Confiar?

  Qué hermoso es confiar, maravilloso poner así como esta imagen nuestro corazón en manos de alguien. Y sin embargo, es una virtud cada vez más dañada. Deseada por todos, pero cada vez menos vivida por la cizaña de la ambición. Confianza tan humanamente necesaria, pero tan humanamente herida. ¿Quién puede decir que no desea sentirse seguro, sin pasar peligro y daño? Deseo de dormir tranquilos por esa sensación de paz, porque hay alguien fuerte y bueno que vela por nosotros, garantizando el bien de nuestros pasos y caminos. Qué natural es este anhelo de vivir seguros, con la certeza de que vamos por la mejor ruta, de tomar las mejores decisiones. Seguridad al caminar, porque vamos de la mano de Alguien más fuerte que nosotros que nos guía y no nos falla.  Hoy que rezaba sobre la cita de esta Solemnidad de Cristo Rey del Universo, me sonó mucho lo que Jesús le dijo a Pilato: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no

Lo que no se va...

      Cada vez se acuerda menos y su memoria es más frágil. Cada vez más cansada y limitada. Pero cada vez crece esa dulzura y ternura que le agranda una alegría especial. Cada vez me conmuevo más de esa serenidad mezclada con esas travesuras de niña. Muchas veces no se acuerda cómo me llamó y qué parentesco tenemos. Pero cuando nos vemos y nos encontramos, el amor traspasa cualquier barrera lógica y oficial. Recibo de ella esos abrazos y muestras de cariño que siguen alimentando mi corazón porque su espíritu y el mío se siguen encontrando y creciendo cada vez más. Una buena amiga me preguntó, qué era lo que me mantenía firme para que no me gane la pena por verla así. Y pude categorizar mejor que este encuentro no depende de capacidades humanas, de inteligencias fuertes o pobres, que no va al ritmo de conocimientos o sabidurías. Esto que vivimos es un misterio muy fuerte y hondamente simple que se llama amor. Ese amor que no le destruye ninguna enfermedad o limitación. El que permite

El mejor lugar...

  Hay lugares físicos que evocan mucha paz, esos en los que uno necesita estar o imaginar cuando quiere tranquilidad y una alegría serena. Y hay lugares que no se describen físicamente pues la belleza no está en la forma, distancia, clima o ambiente. Son lugares en el alma en los cuales uno puede experimentar esa verdadera paz y armonía que va más allá de lo que rodea. Creo que ese lugar lo encuentro cuando hago aquello bueno que queda escondido. Guardar en el corazón aquellas batallas, acciones, aquellas decisiones que sólo Dios y yo conocemos. Esa sensación de saberme cómplice por esas historias de amor, sacrificio, perdón y esfuerzo que sólo Él y yo sabremos comprender y atesorar en todo su valor. Esas en las que Él me animó y me dio su fuerza para saberme consecuente, auténtica y feliz. Historias maravillosas que pierden su encanto si son reveladas a los demás. Una vez escuché que era muy bueno preguntarnos cuál era nuestro público. Si en realidad estamos más interesados en a