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Mostrando entradas de 2020

Faltaba lo más importante...

Pasé Noche Buena en la clínica y pude ir con las enfermeras a rezar frente al nacimiento que tenían en el pasillo central. Todas estábamos entusiasmadas. Ya llegaba las 12, y antes de iniciar la oración se dieron cuenta que la encargada del turno anterior dejó el cajón con llave y el Niño estaba dentro… Faltaba lo más importante. Todos los preparativos, las luces las imágenes bien puestas, el Árbol de Navidad al lado, pero el Niño no estaría a las 12…Y esa ovejita mirando a José como preguntándole:  «Pero José, ¿Qué pasó?» . Me vino entonces la experiencia simbólica de algo que puede pasar muchas veces en nuestra vida cuando perdemos el horizonte de lo central. Cuántas veces podemos atarearnos y cansarnos por los detalles, las coordinaciones que hasta llevan a discusiones o malos entendidos con los nuestros. Esas celebraciones familiares en las que se termina discutiendo con la misma familia por pequeños e innecesarios temas. Otras veces creo que puede suceder en nuestros proyectos de

Tu mirada...

!Feliz Navidad! A pesar de tanto dolor y tantos misterios desde la enfermedad a lo largo de este año. Podemos confirmar en este día que todo ser humano  necesita  del amor y misericordia de Dios. Y que aquel que tiene el tesoro de haber tenido más de un Belén en su historia, pueda compartir esta noticia y testimonio con los demás. Hace unos días rezando frente a un nacimiento le hablé a María y le escribí esta oración. Es un pequeño regalo compartirlo con ustedes. Toda tu mirada, tus sueños y emociones, todo puesto en Él; en el Amor de tu vida en la Esperanza de tu Pueblo en el gozo de tus días. Este Niño tan dulce tan tierno y sereno que arrullado en tus brazos duerme y ríe derritiendo orgullos distancias y durezas con esta sencillez tan incontenible. Todo un Dios humanado hecho frágil y necesitado acunado en este pobre pero cálido y noble pesebre. Tu Hijo tan cercano allí para disolver nuestros temores para consolar nuestros dolores para entender que solos no estamos que a su lado to

Las olas del mar...

  16 en 3 minutos. Esas son las veces que reventaban las olas a la orilla del mar la última vez que se me ocurrió contarlas. Tengo el regalo de estar viviendo este tiempo frente a esta playa pequeña y de mar manso, donde los niños de los campamentos de Cruz Blanca se bañan en verano. Hoy mirando este hermoso paisaje, tomaba más conciencia que las olas nunca paran, pero nunca son iguales. El proceso sí es el mismo: el mar que se levanta con el viento y al chocar con la superficie o con la arena es como que si el agua se corta poniéndose de color blanco y terminando con una gran espuma que se esparce en la orilla. Olas que siempre revientan, pero que lo hacen en distintas distancias, que se elevan a distintos tamaños, que suenan unas veces más fuertes que otras, que se demoran en formarse unas veces más que otras, olas que a veces toman más impulso para regresar con mayor altura, o como aquellas que regresan muy pronto pues llegan con menor volumen y fuerza. Entonces me preguntaba: ¿No e

Luz, NO y verdad...

  Llegué a mi cuarto en la noche, y la luz del techo no funcionaba, así que decidí organizarme rápidamente con la lámpara del escritorio. Y al día siguiente cuando abrí las cortinas, la luz entraba por todos lados. Una luz fuerte y natural, mejor que la artificial del techo. Encontré entonces el lapicero y el papel que no pude ver la noche anterior. No es una novedad. Pero el contraste de oscuridad y luz me dejó pensando esa mañana en la diferencia de las cosas cuando están iluminadas. Con la luz, las cosas se ven mejor y como son. Algo que también ocurre en nuestro interior cuando dejamos que nuestra vida se vea desde la luz de la fe, la del amor y de la esperanza… Siempre está en nuestras manos cómo ver la vida. Somos libres de permitir que entre o no esa luz… No sé si por ser profesora o por mi manera de ser, nunca dejo de maravillarme cuando veo a una persona que descubre algo nuevo en su vida. Me encanta ver cómo de ese asombro surge luego esa alegría, fruto de esa verdad descubie

Un grito en el desierto...

  Estuve estos días en Tarica, Huaraz. Me fascinó ver la Cordillera Blanca y Negra con los nevados de fondo. Hermoso ver las faldas de los cerros y las subidas de las colinas con esos verdes variados y la tierra tan fértil. Era hermoso ver los campos de cultivo con el fondo de la lluvia suave o fuerte que riega en este tiempo. Cerros llenos de vida con un cielo tan celeste. Daban ganas de tomar fotos a todo, pero no era suficiente y lo hice reteniendo muchas imágenes en el  corazón. Fue hermoso confirmar una vez más cómo toda la naturaleza me remite a la presencia constante y amorosa de Dios. Y de regreso, pasamos por zonas de desierto llevándome a ver el contraste de los dos paisajes. Cuando meditaba las lecturas del Segundo Domingo de Adviento que nos presenta a Juan Bautista, me remitió a esta experiencia. Juan es este hombre pobre y sencillo, que vivió en el desierto. Comía miel silvestre y se vestía con piel de camello. Es el que hablando las cosas con verdad y firmeza, e invitánd