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Un grito en el desierto...

 

Estuve estos días en Tarica, Huaraz. Me fascinó ver la Cordillera Blanca y Negra con los nevados de fondo. Hermoso ver las faldas de los cerros y las subidas de las colinas con esos verdes variados y la tierra tan fértil. Era hermoso ver los campos de cultivo con el fondo de la lluvia suave o fuerte que riega en este tiempo. Cerros llenos de vida con un cielo tan celeste.

Daban ganas de tomar fotos a todo, pero no era suficiente y lo hice reteniendo muchas imágenes en el  corazón. Fue hermoso confirmar una vez más cómo toda la naturaleza me remite a la presencia constante y amorosa de Dios.

Y de regreso, pasamos por zonas de desierto llevándome a ver el contraste de los dos paisajes.

Cuando meditaba las lecturas del Segundo Domingo de Adviento que nos presenta a Juan Bautista, me remitió a esta experiencia.

Juan es este hombre pobre y sencillo, que vivió en el desierto. Comía miel silvestre y se vestía con piel de camello. Es el que hablando las cosas con verdad y firmeza, e invitándoles al cambio de vida, no causó rechazo, sino que atrajo a muchos hacia Dios hasta el punto de preguntarle si era el Mesías.

Isaías dice algo que me impresionó esta vez de él: 

…Una voz grita en el desierto y nos dice: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»".

Mc 1,3

No sé si les pasa también a ustedes, pero al tomar conciencia de su grito en el desierto, me remite a alguien con perseverancia y convicción capaz de mantener su voz y grito en medio del desierto sin apagarse o desanimarse. Me habla de un hombre con un espíritu lleno de esperanza que  busca despertar las conciencias, que puede insistir, aunque no sea escuchado. Alguien que no está dispuesto a apagar su voz y su anuncio porque es la razón de su vida. Un hombre de Dios que no dejó de hablar de Él hasta morir.

No importa la sed, la esterilidad o la soledad que puede rodear un desierto. Juan nos enseña que un hombre con fe, ante las pruebas y dificultades no calla, más bien grita…

Creo que en nuestra vida pueden existir muchos tipos desiertos. No sólo el que ocupa el 33% y aún más de nuestro planeta. Podemos identificar también el desierto de la soledad. Éste que se pudo agudizar en este año difícil y doloroso de la pandemia. Ese desierto de poder estar incluso rodeados de muchos y tener la sincera experiencia de no saberse cercano a nadie. Ese no contar ni con una sombra de cariño que le proteja o las flores de seres queridos que le motiven a empezar cada día.

Y hay un desierto aún peor, que es el interior. El de la soledad más profunda, porque también se ha cerrado a la presencia y acción de Dios en su vida. Desierto porque no nos decidimos a vivir el reto del precio de la verdadera felicidad. Desierto que ahoga más que el calor del medio día y la aridez. Desierto por no estar rodeados por lo verdaderamente importante. Desierto profundo porque es la ausencia del amor y de las verdaderas conquistas. Ese desierto que secó los árboles, las flores y el verde de nuestra tierra.

Hoy Juan Bautista es ese grito en el desierto que nos anima y aviva nuestras conciencias para allanar el sendero.

Es una semana para preguntarnos con sinceridad:

  • ¿Qué senderos necesitamos allanar?
  • ¿Qué caminos necesitamos mejorar?
  • ¿Qué decisiones necesitamos tomar?

Juan nos invita a preparar el camino para que la llegada de Jesús, sea real. Tenemos la oportunidad de revisar el sendero de nuestra vida: los desiertos y las tierras ricas. Ver dónde necesitamos ser regados con el Agua Viva de la gracia, con nuestras lágrimas de arrepentimiento, con el sudor de nuestro esfuerzo, pero sobre todo con esa lluvia fresca y constante que siempre viene de lo alto, agua del cielo que Él más que nadie sabe que la necesitamos.

Revisemos el sendero de nuestra historia: esas colinas que subimos con la ayuda de Dios, senderos con profundos surcos para que la semilla germine y tenga vida. Senderos con las formas más misteriosas. Senderos anchos y angostos. Senderos secos y muy húmedos. Senderos donde se mantiene el viento fresco del Espíritu. O los que tienen ese silencio de Dios que nos hace madurar para querer estar con Él, lo sintamos o no.

Escuchemos a Juan, escuchemos la voz de Dios y que sigamos preparando el camino para la llegada de nuestro Salvador y Señor. 

Madre Buena,

Tú que eres la Mujer del Adviento,

que sea de tu mano como camine en este sendero.

Que sea contigo que escuche

el grito fuerte de Juan y el de Dios

despertando mi conciencia

para tomar siempre 

decisiones verdaderas

para estar más unida a tu Hijo

que viene a quedarse conmigo.


Y así como preparamos en estos días los nacimientos,

los árboles y todo lo que adorna nuestra casa,

que prepare mi vida interior

para hacer un cálido pesebre

lleno de esperanza

y dispuesto a encontrarme

más hondo,

más alto

y más intensamente con el amor de mi vida.


Llévame de tu mano al mejor sendero,

sean los desiertos

sean las tierras fértiles.


Ayúdame a saber escuchar 

los gritos fuertes

o los cantos dulces

porque la Palabra de Vida

estará siempre a mi lado

despertando mis caminos dormidos

o regando mi senderos.


Y que los gritos en el desierto de Juan

me recuerde siempre a no callar,

a no perder la esperanza,

y me abran más los ojos 

para mirar y seguir siempre

el camino pleno 

que tu Hijo me ha regalado.

Amén


Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»»
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.

Mc 1, 1-8

Comentarios

  1. Querida Magali gracias por tu envío tan profundo y motivador que invita a una profunda reflexión y a un autocuestionamiento .personal . Dios te Bendiga!

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