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Mostrando entradas de 2024

¿Por qué?

  Típica pregunta: ¿Por qué esta injusticia? ¿Por qué me tuvo que pasar a mí? ¿Por qué busco ser bueno y no me va tan bien como los otros que no buscan serlo? Y una que particularmente nos puede costar responder, es cuando estamos en el mejor momento, y nos sucede algo difícil o viene una prueba grande. Un gran triunfo seguido de algo muy triste o duro de afrontar. Contrariedades de la vida que nos lleva a preguntarle a Dios con sinceridad: ¿Por qué? Hoy en el Evangelio del domingo, Jesús nos habla de ese permanecer como un sarmiento unido a la Vid, algo tan importante. Y particularmente me quedó resonando algo que dijo: “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda …” Jn 15,1 O sea, el que no da fruto y es arrancado puede tener lógica. Pero ¿ Por qué el que da fruto, y además “fruto en mi” o sea en Jesús, es podado? ¿ Por qué cortar esa rama de sarmiento que está verde y con vida? Je

¿Líder o pastor?

    Todos de una u otra manera somos líderes o pastores de nuestra familia, nuestros hijos, nuestros hermanos menores, un grupo de amigos, un grupo en el trabajo, un grupo de alumnos, un grupo de enfermos o médicos, un proyecto que emprendemos. Los sacerdotes de una parroquia o capilla, los líderes políticos de una región, en fin… Si revisamos nuestra vida tal vez podemos tomar más conciencia de ello. Por ello creo que lo primero es ser consientes si sólo queremos o decidimos liderar, o además de ello queremos ser pastores, y buenos pastores… Ser un buen líder busca alcanzar la meta de un proyecto y lo logra, pero ello no siempre implicará ser además un buen pastor. Ser además un buen pastor es algo más exigente, pero estoy segura que aproximarnos así desde las distintas misiones que la vida y Dios nos ofrece, es algo que nos lleva a una mejor lectura de nuestro camino, de nuestra felicidad y del sentido de nuestra vida. Buscar ser pastores nos hace felices y nos realiza. Este

Cuando no me la creo…

  ¿Cómo llamar a esa experiencia de esperar lo que tanto queremos, pero al tenerlo al frente no sabemos cómo reaccionar? Sucedió, está allí y nos quedamos mudos, lo negamos, nos ponemos a reír porque no sabemos qué hacer, lo miramos y volvemos a mirar sin saber cómo responder. Es como que no lo creemos, como ese desconfiar y no creer que nos pueda estar sucediendo algo tan bueno. ¿Tiene ésto algún nombre? No lo sé, pero es algo muy humano. Y creo que generalmente sucede luego de haber tenido experiencias que fueron todo lo contrario. Decepciones, pérdidas, frustraciones o experiencias difíciles en las cuales dan ganas de concluir que no volveremos a confiar, no volveremos a ilusionarnos o no volveremos a tener esperanza en esa persona o esa oportunidad. Pero entonces suceden cosas increíbles y hasta milagros. Suceden hechos que nos cuesta creer porque habíamos “tirado la toalla”. Fue esto lo que me suscitó al rezar el Evangelio de este domingo en el que Jesús se les aparece y los apóst

Curando nuestros miedos...

  Dejar las puertas bien cerradas es una actitud de protección. De los ladrones, del vandalismo, a invadir nuestra privacidad o por una obsesión a tener todo cuidado. Por sanas o no tan sanas razones.  Puertas cerradas en nuestras casas, como otras veces las de nuestras vidas. La pregunta es ¿Por qué? Y la sencilla y complicada respuesta será algo tan humano y a veces difícil de abordar: el MIEDO.  De tantas formas: como al fracaso, al abandono, al rechazo, al conflicto, a la humillación, al ataque, al sufrimiento, a reventar de cansancio, a la inseguridad del cambio, a la enfermedad, a la debilidad, al duelo, a la soledad, a los líos y en fin… otros más. Cada uno sabe bien a qué. Lo que queda en común, es que muchas de nuestras actitudes o decisiones pueden venir de ellos. Y entonces, cerraremos esa puerta para evitar que se haga realidad aquel temor. El evangelio de este segundo domingo de Pascua en el que también celebramos el de la Divina Misericordia, es ocasión para dar g

Explosión

  ¿Cómo se podría describir lo que uno experimenta al ser testigo de una explosión? Estar concentrados en otra circunstancia, cuando de pronto sentimos que algo remece todo y mueve todo, un sonido estrepitoso que puede romper los tímpanos. Una fuerza incontrolable que puede hacer estallar y quebrar aquello que sólo segundos antes estaba estable y estático… Y entonces nos inunda el miedo, las preguntas sobre su origen, el impacto que ha ocasionado y la inseguridad ante la posibilidad de haber perdido lo que tenemos… No sé si pueda expresarme bien, pero al rezar hoy Sábado Santo sobre este día de silencio y la próxima llegada de la Resurrección, me hizo pensar en esta experiencia tan fuerte que se vive cuando algo explota y estalla. Pues así como se experimenta algo físico, esas sensaciones pueden vivirse interiormente. Hoy te animo a comprender un poquito más sobre este misterio tan importante, el central de nuestra fe que estamos a punto de celebrar, desde esta experiencia: la de una