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Una semana que camina dentro…

  Qué necesario es reconocer el día de hoy, que la Semana Santa no es sólo histórica, para recordar los hechos vividos y reales de Jesús. Es también una semana para vivirla dentro de tu espíritu. ¿Qué pasaría si los días de esta Semana Santa se transportaran hacia dentro? ¿Si cada día tomara la forma de una experiencia interior? Te propongo un reto que tiene dos momentos: 1)   Entrar dentro del alma y revisar cómo es en este momento la foto de tu vida. Qué colores tiene, qué personas están o ya no están, qué haces, qué sientes, qué tienes o te falta, qué pides, qué anhelas. 2)   Transporta los días de Semana Santa hacia dentro y que se encuentren con esa foto. Imagina que Jesús al entrar a Jerusalén ha entrado a tu alma, en el que cada día recorrido camina también por los diversos aspectos de tu vida. Hoy 24 de marzo estás iniciando el camino de la Semana Santa. Y el Espíritu de Dios tiene algo que decirnos a ti y a mí a través del amor de Cristo. Deseo de todo corazón qu
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Si retrocediera el tiempo…

  Si retrocediera el tiempo… … ¿Qué es lo que dejaría de vivir? Creo que todos en algún momento de nuestra vida podríamos hacernos esta pregunta tan humana y comprensible. Pregunta que puede hacerse más cercana cuando estamos pasando un momento difícil, una prueba dolorosa o no sabemos cómo hemos llegado a este momento. Y sin tener que buscar culpables, creo que cualquier corazón herido o probado diría con sinceridad que no quiere sufrir o atravesar aquella situación. Pero tal vez a medida que pasan los años vaya de la mano con una verdad: La vida es así y algo nos puede dejar de enseñanza… Hoy al rezar el Evangelio de este domingo, lleno de tantas verdades, de frases exigentes y muestras de amor de Cristo, me llevó a quedarme con esto que nos dijo: “En verdad os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; si muere, produce mucho fruto”. (Jn 12,24) Pero para variar me vino la pregunta curiosa de cómo es la muerte de un grano para que nazca luego

Gratitud

  Te invito el día de hoy a traer a la mente lo que aquella persona que tanto amas fue capaz de hacer por ti. Esa actitud, ese sacrificio que no borrarás del corazón porque es la o las muestras más grandes de amor recibidas en la vida… Algo que necesariamente nos evoca tan buenos sentimientos. Algo que nos llevan necesariamente a quererle más y tener una honda experiencia de gratitud, porque sabernos amados así, nos llena de fuerza, de esperanza y alegría. Creo que por eso el amor y la gratitud van de la mano. El que se sabe amado agradece, y el que agradece responde con amor también. Un binomio tan importante y tan humano. Un binomio que nos hace vislumbrar un poco el cielo prometido… Este domingo de cuaresma llamado también “Domingo Laetare”, es el que nos lleva a recordar con alegría la salvación que Dios nos ha dado. El papa Benedicto XVI nos decía: “¿Cuál es el motivo por el que debemos alegrarnos? … un motivo es … gustar anticipadamente la alegría del encuentro con Cristo r

Lo que no se negocia...

  Sin faltar el respeto a nadie, una carrera que jamás hubiese escogido es la de contabilidad o economía. No soy mala en los números, pero siempre me confunden y enredan los cambios, negocios y acuerdos. Y también entiendo que es algo muy necesario en nuestro mundo. Negociar y acordar de tal forma que convenga a ambas partes. Negocios en cuestiones financieras, como los negocios que todos hemos de hacer sobre  acuerdos familiares, de amistad o de trabajo. Negocios más difíciles de concluir, porque se ponen en juego las realidades que más nos importan. Pero lo que si nos ha de quedar claro, es que hay realidades que no se negocian sencillamente porque no tienen precio ni comparación. Hay verdades en nuestra vida que no pueden ser intercambiadas, pagadas o reclamadas... Son esos tesoros de tu vida y la mía que nos dejarían sin aire y vida si las perdemos.  Fue desde esa luz que Dios me ayudó a entender mejor el Evangelio de este domingo, en el que Jesús al llegar al Templo de Jerus

¿A dónde me llevas?

  En el bellísimo lugar donde ahora Dios me pide estar, estoy rodeada de montañas verdes y nevados hermosos. Y viendo las montañas, puedo recordar que nuestra vida es como un camino hacia la cima. Un camino que puede tener momentos difíciles y áridos, pero que se van haciendo más llevaderos cuando nos acercamos a la meta. El pasaje del Evangelio de este domingo, nos relata el momento en que Jesús se llevó a sus 3 mejores amigos al Monte Tabor. Los lleva, se transfigura mostrándose con apariencia divina y pueden hasta ver a Dios Padre que los cubre para decirles: “Este es mi Hijo Amado, escuchadle”. Me dejó conmovida distintos momentos de este pasaje, pero de manera particular me quedé en el momento en que Jesús pidió que le acompañen. Conociendo a Jesús se imaginarán que no les dijo: “acompáñenme que van a ver a mi Padre, o que van a ver un milagro”. Sencillamente les llamó a que le sigan. Me los imagino camino siguiéndole, cómo confiados, con preguntas y dudas pero calladitos de

Empujado...

  ¿Quién no ha sido empujado alguna vez? Esa fuerza que no sale sólo de uno mismo, en la que rápidamente o hasta de sorpresa fuimos impulsados por alguien más. Una experiencia que pudo suscitarnos emociones de susto, diversión, sorpresa, temor o hasta gratitud… Una experiencia que de una u otra manera puede ocurrir también en nuestra vida interior…Ese deseo, esa moción o aquello que se hace realidad porque alguien nos animó a tomar una decisión o arriesgarnos para vivir algo bueno. Y al ser empujados se nos lleva a una dirección.  Cuenta el Evangelio de este domingo, que el Espíritu Santo EMPUJÓ a Jesús. Pero no fue llevado al cielo, ni al mar, a ver un arcoíris o al encuentro con el Padre. Fue empujado por el Espíritu a un lugar duro, árido e inhabitable llamado desierto y además para ser tentado por el mismo diablo… ¿Por qué allí? ¿Por castigo? No. Pues Dios no castiga y además qué mal podría hacer Jesús. ¿Por tortura? No. Se aman las 3 Personas y son Dios… ¿Por su bien? No.