Un niño camino al colegio muy temprano, que le ha costado levantarse de la cama, caminando en una mañana fría en uniforme. Sin hambre y hasta sin frío. Sólo tiene tanto sueño, que es capaz de caminar dormido... Yo he visto más de uno así. ¿Y tú? La pregunta es por qué puede hacer eso sin miedo a caerse. Y la única respuesta es porque va confiado, con la guía y sostén de las manos de su padre. Una figura e imagen buenísima para comprender lo que es ser como niños confiados en nuestro Padre del cielo. Es eso lo que Jesús nos pide este domingo. Resuelve preguntas difíciles como la que le ponen a prueba los fariseos sobre el divorcio. Pero en realidad lo que le interesa aclarar es la pregunta sobre la dignidad de las mujeres, y también la de los niños (porque ambos eran considerados menos que los hombres adultos). Un pasaje en el que Jesús hasta se enoja, porque sus apóstoles que buscaban cuidar a su maestro y no interrumpirlo, botan a unos niños que eran traídos para ser curados o
Hace unos días tenía mucha sed y encontré en el frigider una jarra con agua de piña. Me serví un vaso, pero al beberla, la sentí ya fermentada. Me serví uno de agua, y pude calmar mi sed. Me quedé entonces pensando cómo la sed no se calma sólo con algo frío y aparentemente rico, sino que el agua fresca es mejor. Pensaba que el agua es un elemento importante del cual no podemos prescindir. Pero que, si algo rico se queda estancado por muchas horas en una jarra sin ser consumida, no ocasiona la misma experiencia del agua fresca y nueva. Agua que, al beberla, aunque venga de la misma fuente, sí alivia nuestra sed, y hasta puede darnos la sensación de un mejor sabor. ¿Les pasa lo mismo? Fue una experiencia que me llevó a pensar lo que ocurre cuando tenemos una vida estancada o rutinizada, en la que no solemos hacer un alto para reflexionar y retomar decisiones auténticas para mejorar el sabor de nuestra vida. Darnos el espacio para cuestionar formas, tiempos, ritmos o distintos ingredien