Típica pregunta: ¿Por qué esta injusticia? ¿Por qué me tuvo que pasar a mí? ¿Por qué busco
ser bueno y no me va tan bien como los otros que no buscan serlo?
Y una que
particularmente nos puede costar responder, es cuando estamos en el mejor momento, y nos sucede algo difícil o viene una prueba grande. Un gran triunfo seguido de algo muy triste o duro de
afrontar.
Contrariedades de la
vida que nos lleva a preguntarle a Dios con sinceridad: ¿Por qué?
Hoy en el Evangelio del
domingo, Jesús nos habla de ese permanecer como un sarmiento unido a la Vid, algo tan importante. Y particularmente me quedó resonando algo que dijo:
“Yo soy la verdadera
vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo
arranca, y a todo el que da fruto lo poda…” Jn 15,1
O sea, el que no da
fruto y es arrancado puede tener lógica. Pero ¿ Por qué el que da fruto,
y además “fruto en mi” o sea en Jesús, es podado? ¿ Por qué cortar esa rama de
sarmiento que está verde y con vida?
Jesús hace con ello paralelo importante para nuestra vida interior. Ir muy bien, alcanzar buenos logros en nuestra vida de fe, en
nuestra familia, en el trabajo, etc. Y de pronto: viene una poda, un corte, una
situación difícil, una cruz…
Y entonces qué
importante terminar de leer esta cita:
“…y a todo el que da
fruto lo poda para que dé más fruto”. Jn.15,1
He allí el detalle importante.
Pues Jesús y el Padre que nos conocen tan bien lo hacen por algo. No quieren dejarnos con sólo metas cumplidas y con todo controlado en esta vida. Sabe que nuestro espíritu
quiere más, sueña y necesita de más. Y por ello, seremos podados para DAR MÁS
FRUTO…
Sí, Jesús nos invita a no
ser como aquellas personas que lo tienen todo, que les va bien en todo y se han
acostumbrado y hasta aburrido de serlo. Los que teniendo todo lo que otros
puedan soñar, no son felices.
Jesús no sueña con poco. Quiere vernos felices plenamente. Y muchas veces será necesario dejarnos podar de aquello
que no nos ayuda: el orgullo, la pereza, buscar sólo la buena imagen, no saber sentirnos
frágiles y tantas situaciones que en dificultades y cruces aprendemos a cambiar. Esas situaciones que Jesús llama “poda”, porque nos ayudará a madurar, a sacar lo mejor de nosotros y saber valorar lo que ya
tenemos para que con la ayuda de Dios seamos mejores personas aún, más
generosos aún y más felices aún.
Hagamos el sincero ejercicio de cambiar la pregunta del ¿Por qué?, y empecemos a preguntarle a Dios: ¿Para qué?
Y estoy segura que muchos enojos y amarguras se irán disipando
de la mente y el corazón.
Así pues, dejemos que
Dios nos talle y nos pode donde más lo necesitamos, para que el árbol de nuestra
vida, en el que Él es el tronco y la fuente de vida, permita que nuestros
sarmientos y nuestra vida crezca y sean cada vez más frondosos y más vivos para
poder dar mucho más fruto aún. Y así alimentaremos mejor a los nuestros y a todos
aquellos que Dios pone en nuestro camino.
Espero que esta
oración que le escribí a Jesús les pueda ayudar:
Hay
momentos tan distintos, tan necesarios y lógicos.
Esos
en los que se ponen las hojas verdes y las flores abiertas.
Esos
en los que sin esperar, caen frutos dulces y buenos.
Esos
en los que la semilla cae en tierra y se da un quiebre para nacer de nuevo.
Esos
en los que vemos cómo el sol del amor y el agua viva permite que crezcan tallos
buenos y generosos.
O
esos que hoy nos explicas, en los que logrando un gran tamaño y altas ramas
vienes a cortarlas y podarlas.
Quedan
entonces ganas de preguntar y reclamar,
porque
es como si hubiese llegado de pronto un apagón que oscurece los reflectores,
las luces o la bulla.
Es
como si solo nos quedáramos a solas: yo con mi tallo cortado y tu espíritu eterno.
Es
como si tu mirada y tu voz me remeciera el alma, para gritar y cantar una
melodía extraña y sana.
Una
melodía que remite a lo esencial, a lo necesario y al recuerdo de las metas que
nos hicimos ese día.
Y
empieza un canto de fondo
cuando
me sostiene tu brazo firme,
que
me hace girar la mirada y oídos
para
no quedarme contando los logros, frutos o resultados,
sino
que me invita a contemplar la savia, la vida y el espíritu.
Poda
y melodía en el alma, que me remite a algo más hondo,
más
vivo y más pleno.
Poda
que me remite al tronco y a permanecer contigo,
que
me lleva a unirme a ti, aferrándome a tu vida.
Poda
que hace que la savia de mi vida deje el color verde de bondad,
para
transformarse en rojo de tu sangre y tu vida divina.
Savia
que viaja por todos los sarmientos de mi alma,
porque
no se trata ya solo de aferrarme a tu mano,
sino
que con la poda, puedes navegar y circular
por
toda mi vida, toda mi historia, todos mis pedidos y preguntas.
Hay
momentos tan distintos, tan necesarios y lógicos.
Todos
necesarios.
Dame
el que hoy sea mejor para mí.
AMÉN.
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Y te animo a que veas esta pequeña obra llamada el
cincel de Dios. Nos enseña lindo también este tema de la poda:
Alimentame Señor, con la poda.Gracias Magali.
ResponderEliminarGracias!!!!
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