“Quien no aprendió con la Pandemia no entendió
nada”. Con esa frase se despidió luego de un día difícil y exigente. Vive semanas
muy complicadas, pensando por momentos que le toca vivir demasiado. Más de una
vez tentada a no continuar con los retos que le toca. Y con todo este difícil panorama,
hace dos noches me buscó para contarme que estaba muy agradecida y que poco a
poco las cosas iban caminando. Que valió la pena tanto esfuerzo, confiando en Dios
una vez más.
Un lindo encuentro, concluyendo juntas que la
verdadera esperanza y madurez se vive en esos momentos, cuando no nos quedamos
prendados de las emociones ni de los posibles negativismos.
Y al iniciar este tiempo de Adviento, preparación
para la Navidad, leo este Evangelio que me evocó esta experiencia que les
comparto, que creo que a todos puede sernos familiar de una u otra manera.
Creo
efectivamente que la Pandemia ha evidenciado qué es lo más y lo menos
importante. Qué necesita permanecer y de qué sí podemos prescindir. Y que en
muchas ocasiones como dice Jesús este domingo:
“…tened
cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con …las inquietudes
de la vida y se os eche encima de repente aquel día…” Lc 21,34
Sí, hemos de tener mucho
cuidado de todo aquello que sensiblemente nos afecta, aquello que nos puede
asustar, preocupar o doler. Cuidado en distraernos más de la cuenta con lo fácil,
rico o cómodo para dejar de enfrentar la realidad. Cuidado con pensar que vivir
con madurez el día a día es puro masoquismo.Cuidado con olvidarnos de lo verdaderamente importante.
Creo que es muy sano medir nuestra “oxigenación interior” cada cierto tiempo para reconocer lo
que nos llena e importa de verdad. Ver en qué o quién confiamos, qué nos puede
quitar el sueño o la atención. En fin, preguntas
que nos ayudan a sacudir el polvo y ordenar nuestra morada interior. Y el Adviento es una excelente ocasión para hacerlo.
Tiempo de Adviento, tiempo de
esperanza, tiempo de preparación. No sólo para recordar la venida de Jesús en la
historia, sino para reconocer que Cristo viene en cada instante de nuestras
vidas para quedarse con nosotros, y tiempo para ser conscientes que
vendrá también al final de los tiempos para llevarnos definitivamente a la
morada eterna que busca nuestro espíritu.
Tiempo para preparar el camino,
para preparar el futuro, para construir con esperanza esta felicidad que no se
acaba aquí en la tierra ni puede ser anulada por las contrariedades de la vida.
Una esperanza que nos lleva a aguardar la eterna dicha regalada por los siglos
de los siglos.
Qué importante es pues elevar
la mirada cuando vemos oscuridad, obstáculos y pruebas. Qué importante
reconocer en esos momentos que Cristo, nuestra Salvación, ya ha venido y no se aleja de nuestro
lado si lo acogemos y recibimos.
Y qué importante aguardar y caminar con Él hacia el futuro que no acaba y la vida eterna que no tiene fin. Pero futuro que se inicia hoy, en este presente, cuando confiamos en sus promesas y su amor.
Si Señor, es muy cierto lo que nos dices:
“Cuando empiece a suceder esto levantaos, alzad la
cabeza, se acerca vuestra liberación” Lc
21, 28
Queridos amigos, no desaprovechemos
estas semanas. Éste es un tiempo propicio para caminar de la mano de Jesús por el mejor futuro. Bien decía un autor
espiritual:
“Si
mañana el sol no saliese, sería una terrible noticia, pero más terrible sería
si no existiese mañana”.
Lucas 21,25-28.34-36
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Aquí
les dejo ideas para hacer calendarios de Adviento con los niños, y por qué no
para nosotros también….
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