Hubo un paseo
que hicimos con mi familia a Churín, lugar de baños termales. Tenía 5 años para
6. Recuerdo vivamente estar en una de las piscinas y al estar aburrida y no
gustarme el olor, decidí irme sola hacia el hotel. Había mucha gente y mucho
sol.
Salí y empecé a
caminar. Y al cansarme “asumí” que la siguiente puerta grande era la del hotel
y obviamente no lo era. Simplemente entré por esa puerta. Había una señora
sentada que me habría visto perdida y acalorada. Me invitó algo, seguramente de
tomar. Y luego de un rato, decidí salir de allí sencillamente a buscar otro
lugar que me gustara para que le ponga nuevamente el título de “hotel”.
Estaba muy tranquila, segura y autónoma porque algo que queda claro ahora
es que en ese momento no tenía miedo a nada ni a nadie.
Al salir por esa
puerta ancha, vi a mis papás que estaban angustiados y buscándome. Ellos sí
tenían miedo. Pero yo estaba muy confiada que ellos estarían allí cuando yo los
necesitara…
Al buscar la
definición de lo que es el miedo, ahora que es más vivido en tiempo de
pandemia, encontré que dice lo siguiente: «Angustia por un riesgo o daño real o imaginario”.
RAE
¡Qué emoción o
sentimiento tan humano y conocido! ¡Qué experiencia tan comprensible para
todos!
¿Quién de
nosotros podría afirmar que no tiene miedo? Esos miedos a cosas tan sencillas
como los ratones o los temblores; o miedos más grandes como a la muerte o el
perder un ser querido.
En el Evangelio de este domingo, Jesús nos dice tres veces que no tengamos miedo: ni a que la
verdad deje de saberse, a quedarnos sin comida o a dejar de existir si morimos.
Y si nos pide dejar estos miedos, es porque hay una
muy indiscutible garantía: Dios mismo...
La garantía de
Aquel que nos ama tanto. Él, que nos conoce de tal manera que sabe lo que pasa
por nuestra mente y corazón, qué necesitamos hoy y mañana, qué esperamos, qué
soñamos, qué no queremos y qué queremos en la vida. Nos conoce más que nosotros
mismos. Y sabe hasta cuántos cabellos tiene nuestra cabeza.
Jesús nos dice
que sabe todo de ti y de mí. Y por lo tanto con su infinito poder nos dará
justamente lo que necesitamos en el preciso momento. Nos quitará lo que nos
hace daño, nos regalará lo que nos hace bien y felices. Y nos alimentará no
solo el estómago, sino el espíritu, el alma y toda nuestra vida de felicidad
plena y eterna.
¿Lo único que nos pide a cambio? ¿Lo único que nos quita el temor?
CONFIAR en Él…
Les confieso que
al buscar hoy a Dios, y escuchar sus Palabras que me dicen que no tenga miedo,
experimenté que éste es un alivio que se da poco a poco de manera más honda y
profunda en la historia de mi vida. Y sé que sólo pudo ser y será con su
gracia.
Hoy recuerdo
esta experiencia tan atrevida, cuando de niña confié así en mis papás. Y hoy
puedo tomar conciencia que Jesús me pide vivir ésta más atrevida aún. Esta
confianza que me llevará a una paz más madura por estar puesta en Alguien que
cuidó y cuida de mis padres, mis abuelos y a todas las generaciones de la
humanidad.
Son las
palabras y la verdad del mismo Dios que tanto me ama, tanto me cuida y tanto
sueña con esta dicha y cuidado eterno que va más allá de la muerte.
Dejemos
que Dios sea Dios…
Hoy te
pido Santo Espíritu
poder
soltar y vaciar mis miedos
grandes o
pequeños
para que
solo quede espacio
para mi
amor y confianza en Jesús.
__
Recuérdame siempre por favor
que Él
camina conmigo
cuando
cruzo cada puerta
para salir
o para entrar:
sea porque
me cansé de estar así,
sea porque
tengo un nuevo rumbo que Él me ofrece,
sea porque
quiero salir de una situación para vivir otra mejor,
sea para
entrar donde me esperan los míos con los brazos abiertos,
sea para
abrir las puertas de mi conciencia,
sea para
liberar mejor mis sentimientos,
sea para
abrir y cambiar esquemas y hábitos,
sea para
abrir más la puerta de mi libertad,
sea para
entrar a la verdadera morada,
ésta que
no son hoteles verdaderos o errados.
______
Y te pido
recordarme una y otra vez
que nunca
estoy sola,
porque Él
está dentro, muy dentro.
Y María
aquí, quien me toma de su mano
para
salir, saltar y correr como niña
hacia los
brazos de mi Padre eterno.
AMÉN
«No les tengáis miedo. Pues no hay nada
encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo
que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al
oído, proclamadlo desde los terrados. «Y no temáis a los que matan el cuerpo,
pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la
perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un as?
Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro
Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos
contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos. «Por todo
aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él
ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres,
le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos.»
Mt 10, 26-33
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