Hoy, segundo domingo de
Pascua, sólo quiero quedarme contemplando la experiencia de los apóstoles en
dos momentos:
Por un lado, verlos con
puertas cerradas por miedo a los judíos. Encerrados como muchas veces puede
ocurrirnos a nosotros, que, ante el temor al sufrimiento, a las heridas y daños,
preferimos escondernos y cerrar los ojos. Un miedo muy humano, un temor muy
comprensible. Una razón que sabe que es Dios, que Él lo puede todo, pero que va
unido a tantos sentimientos y emociones removidas…Creo que, si hubiera estado
con ellos, seguro que también cerraba las puertas por temor…
Por ello, también me conmueve
mucho ver a Jesús en este segundo momento: Este amigo sabe lo que sienten y por ello atraviesa las puertas
cerradas, como atraviesa también nuestros miedos y temores. Y apareciéndose en medio de ellos, dice
una frase que puede calarnos al fondo del alma: “Paz a vosotros”. Como diciéndonos "quédense tranquilos y siéntanse protegidos,
porque conmigo, las cosas son distintas".
Me los imagino reunidos, viendo a Jesús Resucitado que, con voz fuerte, serena y firme les repite: “Paz a vosotros”. Paz de aquella que necesita un Tomás para creer, la que necesita un Pedro triste por haber negado a su mejor amigo, paz que necesita Juan luego de tanto dolor al verle morir en la Cruz, paz que también María nuestra Madre la necesita, porque busca acoger y recibir una y otra vez ésta que sólo su Hijo puede ofrecernos.
Paz nueva, honda y capaz de transformarlo todo…
Entonces, Jesús tiene un detalle con
ellos que tanto agradezco, porque también lo hizo conmigo una y
otra vez: les mostró sus manos y su costado en un cuerpo resucitado.
Mostró sus heridas y sus
dolores, que luego de la Resurrección tomaron otro color, otra forma y
gloria.
Manos y costado que no borró
el recuerdo del dolor y sufrimiento, pero que ha bañado de gloria y lo ha renovado
todo.
Hoy Jesús, me quedo con esta
verdad y esta maravillosa enseñanza: mis heridas unidas a las tuyas no se
borran, mis fragilidades no se van, mis caídas pueden regresar una y otra vez,
mis cruces grandes y pequeñas permanecen. Pero junto a ti, puedo palparlas y
vivirlas de forma muy distinta, porque son HERIDAS RESUCITADAS, HERIDAS QUE ME
LLEVAN A UNA VIDA NUEVA.
Hoy te doy gracias porque tengamos
la fe que tengamos y vivamos lo que nos toque vivir, todo podrá ser transformado y
resucitado con tu poder bendito.
Gracias Jesús por hacer nuevas todas las cosas y gracias por mostrarme
tus heridas y dolores que resucitaron y permitieron que también las mías puedan
ser vistas y comprendidas con paz, desde el regalo de la fe, el tesoro de la esperanza y la seguridad de tu amor
infinito.
Amén
Jn 20,
19-31
Les comparto el video del encuentro de Jesús con Tomás cuando se aparece a los apóstoles.
Y también la película de Santa Faustina, pues este domingo también es el domingo de la Divina Misericordia. Devoción mostrada por Jesús a Santa Faustina.
Jesús y Tomás: https://www.youtube.com/watch?v=7uka0evhlu0
Película Santa Faustina: https://www.youtube.com/watch?v=-2eXF-giDFk
Que lindo escribes Magalyta y que bello el mensaje !!!
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