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Peregrino...

 


Quién no ha pasado por ese humano temor y tristeza, con esa sensación de insatisfacción o frustración. Y cuando esta experiencia brota luego de una pérdida o decepción, podemos sentirnos como “atorados” en el dolor.

Por eso tal vez, podemos identificarnos en este domingo con estos dos discípulos de Jesús, que luego de ver su amor y milagros, fueron testigos de su condenación y muerte. Estos discípulos confundidos, aturdidos y desalentados porque Aquel en quien pusieron su esperanza, ha muerto…

Dolor que les cegó la vista para descubrir a Jesús en el camino, y se les cerraron los oídos para no poder escuchar que su Mesías había resucitado. 

Sienten que todo se va apagando. Y prefieren entonces volver a lo “seguro” de su casa. Prefieren irse ese mismo domingo a Emaús, a 10 kms. de distancia de Jerusalén.

Pero al igual que a ellos, siempre, siempre aparecerá en nuestras vidas ese eterno Peregrino, que sale al encuentro, y camina todo el viaje necesario, para escuchar sus penas, para percibir esa desesperanza y acoger el dolor que fue endureciendo el camino y la propia vida.

Apareció este Peregrino que, con pasión, paciencia y cuidado, empieza a aclarar las profecías y las promesas del Mesías. Palabras de vida que fueron cambiando poco a poco sus corazones de fríos a cálidos. Palabras de vida que fueron ablandando sus miradas y aclarando los oídos. Esas que los llevaron a decir con sinceridad un pedido, un favor: “Quédate con nosotros, que atardece”. Y creo que en realidad era un decirle: “quédate con nosotros para seguir escuchándote y despertándonos del sueño de la falta de fe y esperanza”.

Y es entonces, que se da LO ÚNICO que es capaz de abrir no sólo los ojos y el oído, sino que obró el milagro de poder reconocer al mismo  Dios: La Eucaristía, al partir el Pan.

 


Creo que todos somos discípulos de Emaús, con días que le vemos obrando milagros y resucitando muertos, como otros de ver muerto al mismo Dios.

Creo que todos tenemos a este Peregrino a nuestro lado, que sabe tan bien de nuestros reclamos, asombros y temores.

Este Peregrino que camina a nuestro lado, para destapar nuestras cegueras y engaños.

Todos tenemos este Peregrino que está a nuestro lado, dispuesto a caminar millas y décadas de años, animándonos y recordándonos una y otra vez la verdad de su amor divino.

Peregrino eterno, que no deja de recordarnos que Él ya ha resucitado y que sigue resucitando en nuestra vida, cada vez que algo muera y se apague en el corazón.

Creo que todos somos amigos de este Peregrino, que siendo Dios, no sólo ha resucitado, sino que se ha quedado para siempre en la Eucaristía, en este pedazo de Pan, que es Él mismo.

Creo que todos podemos recibir este alimento ofrecido por este Peregrino, que es la única fuerza que nos llevará a caminar sin cansarnos y a regresar al Jerusalén de la salvación todas las veces que sean necesarias.

Hoy junto a nuestro eterno Peregrino, pongámonos de pie. Y así como los discípulos de Emaús regresaron ese mismo atardecer a la Jerusalén eterna, acojamos el amor eterno de su amor, para despertar a la dicha y la esperanza recibida.

Pongámonos de pie junto a nuestro eterno Peregrino para recordar a otros peregrinos en nuestra vida, que el amor está Vivo, que se llama Jesús y que ha resucitado en este mundo y también en nuestro corazón.

Lc 24, 13-35

 


Comentarios

  1. Ese peregrino que nos sale al encuentro cada día y nos acompaña en el camino🙏

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  2. Muy linda reflexión!!!! Gracias Magali!!!

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  3. Gracias Magali por recordar que llevo en el corazón al peregrino para enfrentar las oscuridades de la vida, convencida de su presencia clara llena de amor

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