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Preguntas...

  Me acuerdo que en el colegio me gustaba usar las enciclopedias y los diccionarios, porque me venían muchas preguntas y dudas que quería resolver. Tenía muchos por qués, muchos dónde y diversos para qué. Y es que cuando uno empieza a imbuirse en algo importante y algo que empieza a apasionarnos mucho, no surge la tranquilidad de lo recibido y aprendido, es al revés, como algo que se activa, que nos emociona y nos lleva a ahondar en el misterio que nos asombra. Y creo que eso también puede ocurrir en las relaciones humanas, con esas personas que son significativas en nuestra vida. Preguntas que se van dando cada cierto tiempo, y mediante las cuales ahondamos en nuestras relaciones, en mejorar algún aspecto, en aclarar actitudes o sencillamente el preguntarnos por qué esa persona nos ama tanto y nos lo muestra de tantas maneras. Esa hermana, esa amiga, ese esposo, esa madre, ese nuevo amigo, esa tía; personas que de una u otra manera nos animan a dar gracias y a querer fortalecer ...
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Hambre

  ¿Cómo definir y describir esta experiencia? Una cosa es tener hambre por algunas horas si se dejó de desayunar o almorzar, pero pensemos en el que es doloroso cuando no tenemos sustento para alimentarnos y más aún cuando no podemos dar alimento a los nuestros. Una necesidad tan humana, básica y cotidiana. Una experiencia que evidencia nuestra vulnerabilidad. Me viene esta experiencia porque hoy celebramos la Solemnidad del Cuerpo de Cristo en el que admiramos y agradecemos por este don inmenso de amor y entrega. Y el Evangelio no es la Última Cena, sino es el pasaje de la multiplicación de los panes. Narra la experiencia de más de 5,000 personas que estaban tan maravillados con las palabras de Jesús, que no se hicieron problemas de estar en un descampado, lejos de un lugar para alimentarse. Y cuenta la historia que los apóstoles al tomar conciencia de la hora le pidieron a Jesús que los despida porque no tenían nada para ofrecerles, a lo que Jesús les responde: “dadle vosotro...

En medio...

  Conservo un recuerdo vivo de mi niñez, el de esos domingos por la mañana en los que nadie tenía que ir al colegio ni a trabajar, lo que nos permitía descansar un poco más. Recuerdo cómo disfrutaba ir a buscar a mis papás y acurrucarme entre ellos, sintiendo esa calidez y seguridad que solo la familia puede dar. Sentirme querida y protegida por ellos, y percibir también el amor que existía entre los dos. Hoy, al meditar el gran misterio de la Trinidad, me vino este recuerdo. Lo relaciono porque, más allá de ser un misterio difícil de comprender, es fundamental saber que hemos sido creados de tal manera que podemos participar y heredar esta huella de Dios. Se trata de acoger y contemplar la esencia de Dios. Una esencia que siempre se ha definido desde dos categorías: el ser (como cuando Dios le dijo a Moisés “Yo soy el que soy”) y el amor, pues Dios es amor. Te invito a contemplar, desde la categoría del amor, este misterio insondable e infinito: un Dios que se entrega y ...

Como una fuente...

  En estos días tuve el regalo de tener nuevas amigas. Las conocía un poco, pero por diversas circunstancias pude tener lindos encuentros que me animaron a caminar también con ellas. Y me quedaba pensando cómo podemos ser personas tan distintas, pero compartir la misma búsqueda y anhelos. Pero también me preguntaba qué es lo que nos une con los demás a pesar de ser distintos. Entonces me vino la imagen de una fuente, la que destila agua por diversas direcciones y que llega más alto y lejos cuando brota con más fuerza e intensidad. Fuente que tiene un solo origen, pero que al salir se dirige a variadas direcciones. Una fuente de la que se forman muchos caminos pero que proviene de un mismo origen. Creo que algo así somos nosotros, de diversos colores y matices, con historias y caminos diversos. Diferentes, pero viniendo todos del mismo origen, y con la misma esencia. Distintos, pero con la misma condición humana: esta que siempre anhela a más, que necesita encontrarse con los ot...

Presencia en la ausencia

  Hace poco me encontré con una persona que quiero mucho. Y al estar con ella tomé más conciencia del cariño que le tengo, pero sobretodo de la confianza tan grande que hay entre las dos. Qué regalo de Dios puede ser la experiencia de sabernos así: amados y seguros por esas personas únicas que tienen un lugar especial en nuestra vida. Esas personas que, aunque todos se alejen no se van. Y a veces, esto se evidencia más cuando viajan o deben alejarse por un tiempo. Porque sabemos que, al encontrarnos nuevamente, bastará una mirada y un par de palabras para saber perfectamente en qué va el corazón, los sueños y los miedos. Ese amigo, ese hermano que puede remitirnos con su amor y confianza plena al amor incondicional y único de Dios. Y evoqué esta experiencia cuando al meditar en el misterio de la Ascensión que celebramos este domingo, me quedó resonando dos movimientos que narra el Evangelio en el momento en que Jesús se fue al cielo: “…levantando las manos, los bendijo, y...

Paz

  No sé cuál ha sido la experiencia de ustedes al conocer a nuestro nuevo Papa León XIV. Yo me he sentido muy agradecida, conmovida y sorprendida por muchas razones que sería largo de explicar. Pero una experiencia constante, es haber experimentado una necesidad de prolongar el deseo y experiencia de paz que ha repetido de muchas formas desde su primer mensaje. Desear, buscar vivir y alentarnos a acoger la paz verdadera de Cristo Resucitado en un tiempo lleno de conflictos y divisiones. Una paz que necesitamos vivir y acoger desde el amor de Dios y la fuerza de su Espíritu. Y justo el Evangelio de este domingo, a una semana de la fiesta de Pentecostés nos habla de muchas cosas y también de la paz que nos da: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde”. Jn 14,27   Y me llevó a meditar y contemplar una verdad que no debemos dejar de lado: que la paz va más allá de algo tranquilo, sin problemas ...