A mi mamá de 90 años le encanta pintar. Y frente a una
bandeja de colores siempre termina eligiendo el rojo. Se taja y taja ese color,
siendo el primero en gastarse entre todos. Y conociéndola, es el color que
mejor la caracteriza.
Siempre me ha gustado hacer una
simbología y analogía que refleje la infinita variedad de colores y matices que
existen con la variedad de seres humanos, ya que cada persona en este mundo es
única e irrepetible.
Cada uno de nosotros es muy distinto teniendo una manera
de ser, de pensar, de reaccionar, de sentir, de vivir las cosas más o menos
intensas, con diversos sueños, con realidades que a unos les afecta más que otros.
Cada uno de nosotros tenemos talentos que nos caracterizan, trabajos y
actividades que nos apasionan como otras que no nos gusta y desgasta. Tenemos una
forma muy particular de expresar los sentimientos, de relacionarnos con los que
queremos y con los que evitamos. Guardamos una forma especialísima de relacionarnos
y amar a Dios. En fin, cada uno de nosotros tenemos un tono de color único que es la suma de tantas riquezas que nos definen.
Recordé esta imagen cuando al rezar, me quedé reflexionando
sobre la relación del Evangelio de este domingo sobre las Bodas de Caná y la 2da
lectura:
“Hermanos:
Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de
ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un
mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la
manifestación del Espíritu para el bien común. Y así uno recibe del Espíritu el
hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo
Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por
el mismo Espíritu, don de curar. A este le ha concedido hacer milagros; a
aquel, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno, la
diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas. El mismo y único
Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”. 1
Cor. 12,5-11
Se podría decir en resumen: hay diversidad de “colores” y
todos obran con un mismo espíritu, distribuyéndolas a cada como Dios quiso…
Dios que nos ama tanto nos hizo con un color específico
mediante el cual tenemos dones, misiones, formas de amar y servir, un camino,
una historia, una familia, una cultura, gustos, sueños y tantas riquezas más.
Y si escuchamos, aceptamos y los usamos en la paleta de
nuestra vida e historia, empezamos el cielo aquí en la tierra. Porque Dios nos
hizo de una manera especial para ser felices así, como somos. Por eso es absurdo
copiar a otros, sentir envidia por otros o alienarnos con tantas cosas de otros,
pues nuestra felicidad está sembrada por Dios dentro y necesita brotar, crecer,
florecer y dar fruto desde dentro.
Y entonces, allí creo que viene la relación con el Evangelio,
en el que en las bodas que es símbolo de la unión de Cristo con nosotros, viene
la experiencia del vino que falta (y el vino es símbolo de gozo y de la gracia
de Cristo que nos hace capaces de todo).
Pasa pues, que en diversas ocasiones y situaciones de
nuestra vida nos pudiéramos desteñir, aguar, dañar o descolorar. Y puede ser por
diversas razones como la falta de vida interior, de rutinizarnos, desesperanzarnos
o dejar de avivar ese fuego encendido, ese amor que necesita brotar y fluir por
toda nuestra casa.
Pero está entonces Jesús para pedirnos sencillamente agua:
sin color, sin sabor, sin nada, vacío… y Él será capaz de transformarla en
vino, el mejor vino y en abundancia. Porque como decía el Papa Francisco: “El
mejor vino está por venir” …
Me atrevo entonces de una forma taaaan simple pensar que el camino de nuestra felicidad implicará: descubrir nuestro color, cuidarlo para que no se descolore usando los dones y talentos al servicio de los demás y de la humanidad. Pero además buscar siempre a Jesús para que transforme nuestra agua y nuestros vacíos en vino vivo que es su gracia y su propia sangre derramada por nosotros. Sólo así el color se mantendrá bien y se hará más vivo y más intenso aún.
Mantengamos y vivamos desde nuestro color sin dejar de vivir lo que María nuestra Madre hoy nos dice: “Haced lo que Él os diga” Jn. 2,5
¿Y cuál es tu color?
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