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Ser hijos...

 


Qué sensación tan entrañable la que hemos vivido con abrazo y cariño de nuestro padre. Tal vez ya partió al cielo, pero evoquemos de la memoria alguna experiencia en la cual nos hemos sentido cuidados, protegidos y libres al estar a su lado.

Me viene esta experiencia, porque este domingo celebramos la fiesta del  bautismo de Jesús (y con ello se acaba el tiempo de Navidad). Y al estar leyendo este Evangelio, a diferencia de otros años, me quedó resonando una sola experiencia: la de Jesús como el Hijo amado.

Cuenta el pasaje que Jesús al ser bautizado, el Padre le dijo: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco». Lc 3, 22



Me puse a pensar entonces, en el privilegio que tenemos todos de ser también hijos del Padre. Y si es tanto lo que podemos recibir del amor de un padre en la tierra, cómo será el de nuestro Padre del cielo. Poder recibir toda esa seguridad, esa libertad, ese cuidado o esa ternura al sabernos amados y cuidados por Él.

Que en esta semana podamos tomar conciencia de esta experiencia: que puede parecer simple y sencilla, pero que en realidad puede marcar una honda diferencia para sabernos seguros. Pues al ser hijos del Padre, todo tiene una mirada constitutiva y fundamental para comprender el sentido de nuestra vida y la meta de nuestra existencia.

Les comparto esta oración que  escribí. Espero les ayude:


Tú eres  el Hijo amado

para llevarme a ser hija del Padre

y a ser tu amada hermana.

 

Una hija amada

que se sabe cuidada y segura

que se entiende niña aunque sea grande.

Que disipa miedos y temores

porque está sostenida en sus brazos y su mirada.

 

Una hija amada

que puede llamar suyo a todo:

al reino, al cielo y a los colores,

a todos los dones y regalos recibidos,

al gozo del cielo

o al amor de los suyos.

Una hija amada

que puede llamar suyo a todo,

porque el Padre creador se lo ha regalado.

 

Una hija amada

que tiene la certeza

de saberse mirada y comprendida,

y que si cae o se equivoca

tiene un Padre misericordioso

que siempre la levanta y anima.

 

Una hija amada

que no termina de comprender y vislumbrar

los límites de su herencia

ni el fin del gozo prometido.

 

Una hija muy amada

que tiene buenos hermanos que le acompañan

y otros necesitados que le piden consuelo.

 

Una hija muy amada

que no terminará de agradecer lo suficiente

a tantas bendiciones y caricias

a tantos arrullos y consuelos

a tantas risas y cantos

a tantos rostros de amor y ternura

con los que soy renovada cada día.

 

Una hija muy amada

para un presente bendecido

y un futuro de amor eterno.

Amén

Lucas 3, 15-16. 21-22

 

 

Y les comparto una canción muy simpática que nos puede motivar a ponernos buenas metas y propósitos en este nuevo año que empezamos para ser mejores hijos y hermanos.



 

Comentarios

  1. Querida Magali, como siempre tu meditación, la oración y la canción, me encantó, muchas gracias por compartir toda esta bondad tuya, conmigo.
    Dios te Bendiga y te Guarde siempre.
    Elvia Orellana.

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  2. Que bonita reflexión Magali, al recordarnos que tenemos un Padre maravilloso, siempre dándonos su amor incondicional a la espera que lo busquemos, somos sus hijos, bautizados en su nombre, sólo tenemos que sentirlo cada instante de nuestra vida. Gracias por recordarme que tengo ese privilegio.

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  3. Gracias Magali x la linda reflexión, la maravilla de ser su hija de este maravilloso Padre.

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  4. Hermoso.Magali.Como.todas tus reflexiones,oraciones,música

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