Estaba
en misa y noté que la fila de comunión no avanzaba. Entonces me di cuenta que había un hombre alto y
ciego que no podía seguir caminando, desorientado, mientras la señora que lo
acompañaba se había alejado. Estaba a punto de ayudarlo cuando ella regresó. Me
conmovió su miedo y fragilidad, y esa necesidad inminente de depender de
alguien para poder avanzar.
Y de
regreso a casa me vino al corazón la certeza que, si bien no somos personas tan
limitadas físicamente, todos somos como este señor. Personas limitadas, frágiles
y vulnerables que necesitamos de alguien para poder avanzar en la vida.
Y pasadas
unas horas le di gracias al Espíritu por hacerme comprender que esta es una clave
importante para aproximarnos a la vida con una mirada sincera, humana e
iluminada por la fe. Y es desde esta clave que les propongo entender mejor las
palabras tan fuertes y muchas veces incomprensibles que nos muestra Jesús en el
Evangelio de este domingo: las Bienaventuranzas.
«Dichosos
los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora
tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis,
porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan,
y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del
Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa
será grande en el cielo”. Lc 6, 21-23
Todas
estas experiencias que pueden resumirse en un pasar necesidad, estar vulnerables
y carentes de algo.
A
veces, creo que somos como este señor ciego, pero con la diferencia que
preferimos seguir avanzando solos porque queremos negar el dolor y necesidad, aunque
tropecemos y nos hagamos daño. Ese confiar solo en nuestras fuerzas y buscar
tener todo bajo control para evitar sufrir o para evitar pasar necesidad. Y ésto
es vivir en una mentira.
Ningún
ser humano quiere pasar necesidad, llorar o sentirse rechazado, pero nos guste
o no es una realidad sencillamente porque somos seres humanos. Sin embargo, es
Jesús (Dios hecho Hombre), quien nos ayuda a darle un sentido tan diferente que
en lugar de evadir o negar esta realidad nos da la posibilidad de convertirla
en una experiencia que nos puede hacer felices o bienaventurados.
¿Dónde
radica la diferencia? En la confianza depositada en Él. Es fundamental confiar
en nosotros mismos y en los demás para llevar a cabo nuestras misiones,
proyectos y tareas. Sin embargo, en los momentos más trascendentales de la vida:
cuando enfrentamos verdades difíciles, dolores intensos o decisiones cruciales,
es insensato confiar únicamente en otras personas. Aunque puedan ser buenas y
nos quieran mucho, también son frágiles y limitadas como nosotros.
Dios
no quisiera que pasemos por momentos difíciles, pero el milagro de su amor
puede hacer que estos mismos momentos sean la ocasión para experimentar un
salto de fe que nos lleva a un cambio cualitativo en nuestra vida, en el que
pasemos de la ansiedad y miedo ante situaciones límite a experimentar la paz,
el amor y la esperanza por la certeza de estar en sus brazos, consolados por Él
y fortalecidos por su gracia.
Sí,
es un misterio difícil de categorizar y explicar. Pero este domingo Jesús nos
ofrece un programa de vida animándonos a vivir la vida con entereza, con
valentía y sin miedos, porque el pasar necesidad y el sufrir es una puerta de
entrada para poner nuestro corazón en el suyo, poner nuestras lagrimas en su
pecho, poner nuestros miedos en sus brazos y sabernos como niños que saben confiar
en el Padre amoroso.
Y
entonces, no tendremos miedo a tener miedo. Y en los que seguiremos felices sea en los
momentos buenos, en los no tan buenos o más aún en los tristes y
difíciles. Porque seremos dichosos si confiamos profundamente en Él.
Seamos pues como el árbol que hoy nos describe el Salmo, que cimienta su confianza y raíces sólo en Él:
Dichoso el hombre que no
sigue el consejo de los impíos,
...
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Será como un árbol plantado
al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. Salmo 1, 1-2
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Escribí
una oración que espero les ilumine un poco:
Hay
momentos en la vida
en
los que ya no hay dónde buscar,
en
los que las manillas del reloj se han detenido en la hora más oscura de la
noche,
en
los que el dolor es tan fuerte que ya no se siente nada,
y
en los que no se puede hablar porque el corazón está detenido.
Esos
llenos de misterio sin poder ser descritos, solo vividos dentro.
Esos
en los que todo en la vida pasa a un segundo plano
y
en los que solo permanece lo que queda luego de haberse zarandeado el árbol del
avanzado otoño.
Y
entonces, todo cobra el verdadero color porque los engaños, evasiones o
negaciones son imposibles ante la verdad de la vida.
Momentos
en los que solo permanece el amor y la verdad.
Y
en esa soledad profunda y sana,
se
ha de elevar con intensidad los ojos a Dios y dejar caer las rodillas al suelo
para pedir con fuerza y más fuerza
el
poder salir de ésto y parar el temor.
Momentos
inolvidables en la vida
en
los que se da el milagro escondido
de
empezar a estar como en un sueño dulce,
porque
en medio de las cenizas y los llantos
se
han lavado las ventanas del alma
y
brota un abrazo profundo
y
un consuelo divino.
Momentos
que traen la verdadera fortaleza
y
esa paz extraña, y ese gozo ilógico y maravilloso,
esto
que no ha brotado de nuestra débil humanidad
sino
del poder amoroso de Aquel
que
nunca se fue de nuestro lado,
y
que despierto mientras estábamos dormidos
iba
fortaleciéndonos con su Sangre salvadora.
Hay momentos de esta verdad frágil y pobre
que nos une con toda la humanidad,
momentos
muy consientes e indescriptibles
en
los que así nos unimos con hondura al gozo y la paz
del
amor del Hijo, el cuidado del Padre
y
la acción poderosa del Espíritu.
Hay
momentos en los que solo hemos de dar gracias
porque
solo Él pudo lograr
que
el dolor humano se encuentre con la plenitud divina
para
gozar del cielo eterno ya aquí empezado.
AMEN
Gracias Magali x lalinda reflexión, Jesús nos escucha siempre.
ResponderEliminarMuchas gracias querida Magali por la bellísima meditación que hoy nos has compartido, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarComo siempre te estoy muy agradecida.
Un fuerte abrazo.
Dios te Bendiga y te guarde siempre.
Elvira Orellana.
P.D. Te pido tus oraciones, por mi hermana Laura.
Muy linda reflexión y poema. Te mando un beso
ResponderEliminarGracias Magali!
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