Hace unas semanas me tocó escuchar
unas explicaciones sobre inversiones y formas de ahorro. Entonces llegué a la
conclusión que son temas complicados y que admiro a las personas que saben
dedicarse a ello. Pero también me quedé pensando sobre lo que implica poder realizar
un buen negocio. Y uno bueno es aquel que nos permite obtener buenas ganancias con
la menor inversión posible. Algo que se entiende en la vida financiera, pero
que puede ser aplicado en nuestra vida.
Me vino a la mente este tema cuando
leía en el Evangelio de hoy en el que Jesús les explicó a sus amigos sobre el
mal negocio que es buscar los primeros puestos en un banquete.
Si analizamos esto de alguna manera práctica, podríamos ver
por ejemplo que, para tener estos puestos con el interés de ser bien considerados
y atendidos, implica hacer el esfuerzo de llegar más temprano y sin tener
claridad sobre quiénes serán nuestros compañeros de mesa. También implica que,
probablemente, no podremos comportarnos con libertad, ya que seremos más
observados, criticados o comentados por los demás. Podríamos sentirnos incluso incómodos
por la forma de comer, de movernos o por la duda si nuestro traje fue apropiado
para el lugar.
Y entonces al final, esa “inversión” puede resultar más costosa, porque, aunque estemos en ese lugar deseado, no hemos disfrutamos del encuentro.
Creo que, si traducimos esta analogía a un plano más
interior, podríamos identificar que eso es lo que ocurre cuando estamos más
atentos a la imagen que proyectamos, a lo que podemos recibir de los demás, a
las consideraciones o alabanzas que buscamos. Y entonces es como que usamos
nuestras fuerzas en preocuparnos por recibir y ser complacidos. Y si somos
sinceros, esos aplausos y consideraciones, se desvanecen más rápido de lo que
pensamos. ¿Y qué nos queda? En el mejor de los casos, nada; en otros,
discusiones, resentimientos, malos entendidos o rupturas. Sin duda, esto es
pues un mal negocio en la vida…
Hoy, Jesús nos propone todo lo contrario: un buen negocio en el que nos invita a pensar en los demás, a salir de nosotros mismos, a buscar no el mejor puesto, sino la forma de ser felices en ese banquete que no se refiere solo a eventos o ceremonias, sino a los diversos encuentros que tenemos en la vida. Nos anima a vivir amando a los demás en el banquete de la vida, de la familia, los amigos y toda la humanidad.
Qué distinta la vida cuando pensamos en dar, en admirar y gozar con las riquezas que nos dan los demás. Qué distinta la vida cuando en lugar de esperar que nos admiren, podemos gozar admirando todo y a todos los que nos rodean. Y el poder vivir así tiene el nombre y una hermosa virtud: la humildad. Pues ser humildes no es creernos menos, ser humildes es vernos con verdad y dignidad así poder ver con verdad y dignidad a los demás. Y entonces, todo queda en su justo lugar y su justo valor. Y todos los que nos rodean son una bendición y una ganancia para nuestra vida.
Creámosle a Jesús, quien nos advierte hoy día sobre el uso de las monedas de la vanidad o la soberbia, que nos resultan caras y nos traen la inflación de la infelicidad y la soledad.
Hoy Él nos anima a usar el tesoro de
la humildad, el tesoro de ser simples y sencillos para admirar lo que nos
rodea, para apreciar a nuestros hermanos y alcanzar la sencillez de los niños
que disfrutan de todo gozando en cualquier lugar y con todas las personas.
Vivamos desde el tesoro del amor y el encuentro, un verdadero negocio, porque no necesitamos gastar en apariencias, palabras medidas, máscaras o disfraces para recibir monedas falsas y vacías. El verdadero negocio radica en usar nuestras riquezas, nuestros dones y nuestra vida en la entrega, en el servicio, logrando que los demás reciban amor y sean verdaderamente ricos y dichosos. Porque el amor lo multiplica todo...
Hoy recordemos que nuestra vida está llena de esperanza, que la vida es bella en cualquier mesa y en cualquier lugar. Y que la felicidad se construye solamente con la verdadera humildad y el amor que Dios nos da para compartirlo y hacernos verdaderamente felices.
No nos compliquemos más en la vida,
y gocemos del banquete eterno y el encuentro eterno para el que hemos nacido.
San Lucas 14, 1.
7-14
Y aquí les dejo una canción muy
bonita de San Martín de Porres, él incluso no tenía sitio en los banquetes
elegantes, pero qué felicidad y como gozó del banquete de la vida y del
encuentro de amor con todos…
Debajo del video les dejo la letra…
Su nombre es Martín
Ese hombre que va caminando feliz
Es un hombre de Dios, aplicado aprendiz
El te cura sonriendo, luego sigue barriendo
Porque es el más humilde y abnegado de sus siervos
Ese hombre que tiene la carita morena
Dicen que tiene el alma pura, blanca y serena
Si te mira te endulza, si te toca te alegra
Tiene un pacto con Dios, quien lo guía y alimenta
Su nombre es Martín, Martín de Porres
Y no le gusta que le den palmas y honores
Su nombre es Martín, Martín de Dios
Su ejemplo lo llevo guardado en mi mente y en mi corazón.


Bonita canción 👍🙏
ResponderEliminar🙏🙏🕊️❤️
ResponderEliminarMe ha gustado tanto que lo estoy compartiendo con las monjitas de Soria que son hermanas de la de Abancay. Hay muchas de origen peruano
ResponderEliminarQuerida Magali, muchas gracias por la meditación del domingo 31 de agosto y por la linda canción a nuestro querido San Martín de Porres
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