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Un palito de fósforo...

 


Todos los días prendo mi cocina con un pequeño palito de fósforo, que al frotarse sobre una cajita enciende un fuego que permite calentar y cocer alimentos. Algo tan chiquito que origina cosas grandes. Un palito que podría provocar un incendio, que puede iluminar un cuarto oscuro o encender una fogata que abrigue y caliente en un duro invierno.  

Creo que todos podríamos compararnos con este pequeño palito de fósforos: frágil y débil. Que, si se queda solo, puede quebrarse, mojarse o caerse dejando de arder y cumplir su misión. Pero que al unirse a ese objeto necesario, se convierte en calor y fuego.

Hoy el Evangelio nos habla del fuego que trae Cristo, uno que al arder no trae la paz que busca el mundo. Un fuego que arde de amor, que quema lo falso y alumbra lo verdadero. Un fuego que no hace daño, sino todo lo contrario, porque contagia e inunda de amor todo lo que toca.

Hoy sin miedo, dejémonos encontrar por su amor y encender en nosotros su fuego vivo. Y si al encontrarnos con Él vemos la verdad y el amor más nítidamente, dejémonos quemar por esa llama a pesar de algún dolor, porque se ha encendido la luz que  alumbra y el calor de su gracia que libera y sana.

Hoy Cristo nos habla del fuego que arde y da vida, pero que va de la mano con la verdad y la coherencia. Un fuego que sólo así se aviva y se hace más sano, más salvador y más pleno.

Y si alguna vez en lugar de prender un solo palito de fósforos hemos prendido varios juntos, hemos visto que esa luz es mayor y más fuerte. De la misma manera, viviendo en amistad, en comunión y familia encendamos todos juntos este fuego que Cristo nos ofrece, pues así podremos construir un mundo mejor y feliz.

Dejemos siempre que su fuego nos encienda, para que con ese amor, podamos amar más y mejor.

Lucas 12,49-53



Les comparto una oración que escribí al rezar esta cita, espero que les ayude.

 

Cuando me encuentro contigo

y dejo que tu amor me inunde,

no hay invierno ni otoño,

no hay nubes grises y tristes

porque no es la luz del sol lo que brilla

ni su calor el que abriga.

 

Cuando me encuentro contigo

es mi alma y mi espíritu

el que hierve y calienta de tal forma

que algo explota y revienta

todas mis notas y todas mis células.

 

Cuando me encuentro contigo

hay una explosión llena de misterio

una que me mantiene viva y despierta

que me desata risas y gozos

que solo puede llevarme a darte gracias.

 

Cuando me encuentro contigo,

vienes a encenderme un fuego,

uno que no destruye

uno que contagia y da alimento

uno que abriga e ilumina

en las noches, en el hambre, en el frío,

en el desierto y en el sin sentido.

 

Cuando vienes a encontrarte conmigo

prendes fuego para iluminar mis preguntas

para guiar mi rumbo

para consolar mi frío

para entusiasmarme con tus regalos.

 

Cuando vienes a encontrarte conmigo

prendes el fuego de la comunión:

la pasión de la misión

la fuerza de la entrega

las ganas hondas de hablar de ti

la necesidad loca de encenderme

para iluminar a otros

con tu fuego que cura, que sana

y que nos hace tan felices.

 

Enciende cada vez más mi corazón,

y si duele o quema no importa,

porque es ese dolor que ama

es esa paz misteriosa

cuando al darlo todo

al luchar fielmente

al hablar claro y fuerte

pueden alborotarse las cosas

quedando la verdad clara

y el amor incendiado.

 

Enciende mi Señor

este mundo de tu fuego,

para que viendo todo claro

dejemos encendidos nuestros corazones

y el de los nuestros hermanos

ardiendo de vida plena y de gozo eterno.

AMEN


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