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Amor y dolor...

 



Creo que uno de los misterios más grandes de todo ser humano es el sufrimiento. Una realidad que no buscamos, pero que está.

Dolores injustos, justos, comprensibles, sorpresivos, profundos, pasajeros, áridos, eternos, fugaces. Esos que crecieron a lo largo del tiempo, esas enfermedades, duelos, soledades, impotencias, angustias, ofensas, noticias o defectos personales.

Desde los más hondos que parece que nos quitan la voz, que nos nubla los sentidos y nos hace perder la dimensión del tiempo, como aquellos simples y pasajeros que se asemejan a un incón en el dedo más pequeño. Esos que vienen de factores externos o los que se originan dentro del alma.

Dolores de tantas formas y dimensiones, pero con una característica común: nos dejan huella, pues luego de ellos no somos los mismos.

Creo que es necesario aceptar que es imposible sacarlos de nuestra vida y mucho que se irán echándole la culpa a Dios o a los demás. Sencillamente están, seamos cristianos, ateos, jóvenes o ancianos, hombres o mujeres, pobres o ricos.

¿Y entonces que podemos hacer con esta realidad?

No se trata de evadirla como si pusiéramos una venda sobre ella para no mirarla, pero tampoco ponerle un foco de luz como tocando la herida una y otra vez.

Bien se dice: “El drama no está en sufrir, sino en sufrir inútilmente” Ignacio Larrañaga

Y es entonces cuando el amor de Dios nos da el regalo de transformar el dolor más profundo en amor generoso, porque nos ha dicho en el Evangelio de este domingo esta frase que puede parecer incomprensible y hasta sádica cuando en realidad es un horizonte de amor:

“Quien no carga con su cruz y viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío”. Lc 14,27

Cargar nuestra cruz, cargar este dolor que existe queramos o no, pero con una característica: ir detrás de Él. En por de Él, seguirle con nuestra cruz por razones muy importantes:

-Porque detrás de Él aprenderemos a llevarla

-Porque nos da toda la fuerza para poder cargarla.

- Porque incluso nos ama tanto que quiere ser nuestro Cireneo para cargarla por nosotros

- Y especialmente, porque antes de tener nosotros una cruz, Él ha llevado la de toda la humanidad para hacer el milagro indescriptible de transformar nuestro dolor en salvación, en cielo y en amor eterno. Gracias a Él el antónimo de felicidad no es el sufrimiento…

Y es entonces, cuando quiero darle gracias a su infinito amor, porque su vida, su muerte, su entrega, su cruz y sufrimiento nos ha enseñado qué hacer con el dolor y a poder transformar toda cruz en ocasión de amor y plenitud.

Les confieso que es difícil explicar estoy, pero me atrevo a hacerlo de forma simple, aunque mis palabras limiten todo lo que implica, pero creo que es mejor una verdad tan importante para nosotros que algo puede iluminar.

Sólo quiero proponerles el reto de vivir uno de los misterios más grandes convirtiendo el sufrimiento en amor como lo hizo Jesucristo. Transformar nuestra cruz en amor por los demás, ir detrás de Él para cargar la cruz con Cristo, en Cristo y por Cristo haciendo que sea convertida en amor…

Y entonces qué ocurre si ese dolor que tenemos lo ofrecemos por esa persona que queremos, esa noticia tan dolorosa la ofrecemos por esa otra persona, esa cruz que nos acompaña toda nuestra vida se la entregamos a Dios como ofrenda o esa cruz de nuestra personalidad la llevamos con paciencia a nosotros mismos para así amarnos mejor.

Qué ocurre si toda cruz en lugar de llevarla con amargura, con reclamos y desesperanza la ofrecemos, le ponemos un rostro, una intención, un destino. Haremos que nuestro dolor sea una verdadera, constante y poderosa oración.

Es como transformar un ramo de espinas en uno de rosas con olor a paz, con olor a esperanza y paciencia. Un ramo de rosas que no se marchita manteniéndose vivo y fresco con el amor y gracia que Cristo nos da.

Y es que como nos dice Jesús, sólo seremos discípulos suyos, sólo caminaremos con felicidad en esta vida si cargamos nuestras cruces detrás de Él, aprendiendo de su amor, recibiendo su gracia para cargarla y dejando que Él la lleve por nosotros.

Comprendamos bien el orden: no es sufrir para seguirle, es seguirle llevando ese sufrimiento que ya teníamos junto a Él y cargados por Él.

Habrá otras cruces como consecuencia de nuestra fe y nuestro seguimiento a Cristo, y éstas también serán llevadas de la misma manera. Pero las que están desde antes también pueden ser llevadas con este amor inmenso de Jesús.

Que esta semana nos atrevamos a ponerle nombre a esas cruces y dolores para que dejen de ser amargura y desesperanza y se transformen en amor y oración.




San Lucas 14, 25-33

 

Les dejo algunas frases que los santos nos dicen sobre el sufrimiento y las cruces de la vida:

  • ·      “¡Oh, qué hermosa unión del alma con Nuestro Señor Jesucristo por el amor y la virtud de Su Cruz!”. San Juan María Vianney
  • ·      “No se debe pensar que una persona que sufre no está rezando. Está ofreciendo sus sufrimientos a Dios, y muchas veces está orando mucho, más verdaderamente que alguien que se va solo y medita con la cabeza fuera, y, si ha sacado algunas lágrimas, piensa que es oración “. Santa Teresa de Jesús
  • ·      “Aquellos que comparten los sufrimientos de Cristo también están llamados, a través de sus propios sufrimientos, a compartir la gloria”. San Juan Pablo II
  • ·      “Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal” Madre Teresa Calcuta

 


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