Ir al contenido principal

Contigo siempre estamos a tiempo...

 


La parábola que nos narra Jesús este domingo, es una historia dura y muy gráfica sobre las consecuencias de nuestras decisiones de vida y de la falta de amor en ella.

Un hombre muy rico, pero con los ojos cerrados. Incapaz de mirar los dolores y  necesidades de los demas. ¿Miraría entonces a los que iban a sus diarios banquetes, o sólo los invitaba para que admiren sus vestidos de púrpura y lino?

¿Era capaz de ver a los que están a su lado que no comen, no pueden vestirse o como Lázaro enfermos y abandonados?

¿Qué hay en el corazón de una persona así, que sólo puede atenderse a sí mismo? ¿Ocupará sus preocupaciones en cuidarse y desconfiar de todos para que no le roben? Alguien con un corazón tan cerrado, tampoco puede creer y confiar en Dios, porque le es incómodo escuchar sus consejos y ver su ejemplo.

Creo que el pobre era en realidad este hombre. Un espíritu que se fue vaciando poco a poco a lo largo de la vida, donde la avaricia y el egoísmo le han robado el corazón. Pobre porque ya no sabe dar, servir y pensar en los demás. Una pobreza interior que creció imperceptiblemente  hasta ser como  un lindo cofre,  pero vacío de esperanza y comunión. 

Y entonces, cuando llega el día de la verdad, de estar cara a cara con Dios, llega con el alma ya muerta. Un alma sola, apagada, sin haber tenido el deseo en vida de abrazar y dejarse abrazar por el amor de Dios y de los demás. Un hombre verdaderamente fracasado…

Un hombre que hasta no tiene nombre en la historia, porque el egoísmo le ha robado también su identidad. Porque el individualismo, el egocentrismo, la falta de caridad le apago las melodías de amor que alegran la vida. 

Enfermedades espirituales que, nos mata poco a poco y nos hace olvidar la grandeza de nuestra dignidad.

Y entonces Jesús nos advierte que no se trata de “marcar tarjeta” dando limosnas o cumpliendo con algunas acciones buenas.

La vida es grandiosa, el cielo y la plena felicidad empiezan en la tierra. Y  es cosa de amar cada vez más como Él. Darnos auténticamente, entregarnos, mirar, acoger, conmovernos y comprometernos con los que nos rodean, para que, en ojos y corazones abiertos y vivos, brote ese celo por ser solidarios, por curar heridas físicas y esas profundas del alma. 

Darnos y entregarnos de tal manera, que incluso cuando menos lo pensamos,  también se van curando nuestras propias heridas y pobrezas.

Jesús no quiere decirnos que el que tiene riquezas materiales se irá al infierno y el que es pobre al cielo. La pregunta de fondo para llegar al cielo es ¿Qué lugar ocupan las riquezas materiales en mi corazón? y, sobre todo: ¿Qué lugar ocupa el amor a Dios y a los demás en nuestra vida?

Y entonces, hasta antes de morir todavía estamos a tiempo de crecer en el amor para servir a muchos Lázaros y ser cada vez menos como ese hombre falsamente rico…

 

Señor, estoy a tiempo de no caer en el abismo, y de poder ensanchar más el corazón para asemejarme al tuyo.

Estoy a tiempo de buscar y querer con toda el alma vivir junto a ti, para que unidos con tu fuerza y mis manos débiles, podamos calmar dolores, mirar con amor a aquellos que ya no se dejan mirar, llevar luz a esos corazones que han cerrado sus ojos, transmitir tu vida a los que se entienden desahuciados y sin salida, darle sal y alegría a los que se han olvidado cómo es la risa y la esperanza.

Señor, estoy a tiempo para ayudar con tus fuerzas a que muchos Lázaros empiecen el cielo en la tierra y para que muchas personas muertas en vida puedan resucitar desde tu salvación, perdón y amor infinito.

Señor, estoy a tiempo para transformar mis egoísmos en una entrega cada vez más alegre y para que el día que me identifique con Lázaro pueda recibir el consuelo y el amor de tu salvación.

Hoy te pido que con tus fuerzas siga construyendo una escalera al cielo y poderte ayudar a que los míos y los que se encuentren conmigo conozcan tu Camino, tu Verdad, tu Amor y tu Vida.

Jesús, estoy a tiempo de vivir auténticamente feliz a tu lado y a entregarme cada vez más cada día a todos mis hermanos.

Amén

San Lucas 16, 19-31




Comentarios

  1. Señor estoy a tiempo. Ayúdame a salir de mi misma todos los días

    ResponderEliminar
  2. Es tan claro el Señor al decirnos con el hombre rico cual es eso tesoro de nuestro corazón. Y muchas veces no es Dios el que está primero. Está el dinero, el auto, el vestido, el juego, el futbol, el grupo musical, el l celular, o que se yo, Incluso Dios está primero en nuestras vidas y de pronto siendo débiles por momento lo cambiamos por cosas tribiales cuando no debe ser cambiado, por presión social, por placer, por vicio, etc. pedir al Señor que nos llene de su amor para que no lo llenemos con otras cosas debe ser constante, por que bien nos dice soy camino verdad y vida.
    Gracias Magaly.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario