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Distancia y presencia


Hace unos días me regalaron esta imagen que me conmovió muchísimo. Esta niña de rodillas frente a un dibujo de la Virgen (hecho seguramente por ella). Tiene una mesita muy alegre de oratorio, con velas prendidas como si estuviera en una Misa… No sé si sabe leer, pero toca la Biblia con piedad y cariño. Es como si tuviera la certeza de estar conversando realmente con Dios y tener a su Madre María con ella. Tan pequeña y abriendo todo su corazón para encontrarse vivamente con Él.

Cuántos de nosotros quisiéramos rezar con esa confianza y naturalidad. Tener esta total seguridad de que Dios y María no se van.

Y este domingo a poco tiempo de acabar el tiempo Pascual, celebramos la Solemnidad de la Ascensión. Creo que con la fe y confianza de los niños, estos que admiro tanto, sería más fácil entender este misterio.

Esta es la historia en la que los apóstoles vieron a Jesús Resucitado por última vez luego de 40 días.
Lo vieron subiendo en cuerpo y alma al cielo despidiéndose de ellos, pero también dándoles esta promesa tan importante:

"Y he aquí que yo estoy, con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". Mt 28, 20

Jesús les promete y nos promete estar todos los días a nuestro lado hasta el fin del mundo. Una promesa que no está en verbo futuro, sino en presente.

Una promesa que ya es una realidad. Una certeza y garantía que se cumple todos los días. Promesa a la que podemos aferrarnos en las buenas y en las malas, cuando algo nos cuesta, cuando todo va bien o cuando todo parece distante. Una promesa que va más allá de nuestros sentidos o nuestros sentimientos…
Rezando en este misterio, le escribí a Jesús esta oración experimentando que Dios me lo decía más claro. Quisiera compartirla y te invito a rezarla conmigo:

Este es un misterio de distancia y presencia,
de un Dios hecho Hombre que camina por el mundo,
que sufrió, luchó y vibró con los seres humanos,
que mantiene el corazón latiendo al unísono con sus hermanos.

Me dices Señor de muchas formas que estás a mi lado,
cuando me miras y me ayudas
cuando ríes con mis ocurrencias y lloras con mis penas,
cuando te asombras con experiencias que ni yo misma entiendo.

Y es que Tú me has confirmado
una y otra vez,
que tu presencia no sólo es física
ni de emoción o de acciones,
la tuya es más adentro
como la de un fuego y un viento
que se aviva con nuestras risas
que se evidencia con nuestro encuentro.

Y es que estás aquí mi Señor, tan presente, tan hondo y tan fuerte…

Eres un Dios vivo y real que camina a mi lado,
que me cargas cuando estoy débil
y me consuelas si hay llanto
que me respondes si hay dudas
y me alientas cuando voy avanzando.

Y si vas al cielo o te escondes
y mis ojos no te vieran
me das la gracia y la paz,
de saber que sigues cerca
más que los míos, más que yo misma.
junto a mi lecho, o donde quiera estar.

Y es que estás aquí mi Señor, tan presente, tan hondo y tan fuerte…

Mi Señor que estás en el cielo,
y también preso en el sagrario,
esperando pacientemente
nuestra visita ilusionada
o para ofrecerte a cada uno
en este Pan bendito, este Pan regalado.

Mi Dios todopoderoso que tocas sin cesar mi puerta
como un Amigo incondicional
ese que se contenta
con un poco de fidelidad
con un poco de respuestas.

Eres como un mendigo
de mi eterna felicidad,
dándome toda tu sangre y gracia
para alegrarte con mis logros
para vibrar con mis batallas
esas que Tú comprendes
cuánto me han costado.

Y es que estás aquí mi Señor, tan presente, tan hondo y tan fuerte…

Y si no creyera en tu presencia
y me asuste con tu silencio,
será porque la distancia
la sembré con mi desconfianza
y no haber escuchado
tu indudable llamada.

Por eso al contemplar el misterio
de tu Ascensión y despedida
quiero que ésta no sea
experiencia de pena o de temor.
Será esa certeza de una mayor presencia,
de un encuentro más maduro,
de este tu canto más claro.

Este es un misterio de distancia y presencia,
de esta fe de los niños,
de esta reverencia de un ángel,
y de la esperanza admirable
de mi celestial Madre.

Señor de mis amores,
gracias una vez más
porque sigues junto a mí,
tan presente, tan hondo y tan fuerte…
AMÉN


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