Ir al contenido principal

El mejor salario...

 


"Todo era menos complicado antes de convertirme". "Los que no le conocen la pasan mejor…". "Ahora es más aburrido". ¿Nos suenan conocidas estas afirmaciones? Las pudimos haber escuchado o pensado en más de una ocasión.

Ideas escondidas en nuestras mentes cuando al buscar ser consecuentes con lo que creemos nos puede costar el rechazo o la sensación de que ésto ya es demasiado.

Y es verdad: la varilla para ser felices crece en cada etapa de la vida. Jesús nos lo advirtió porque sabe la hondura y la búsqueda que existe en nuestro corazón. Seguir a Cristo y tenerlo como Camino, Verdad y nuestra Vida, es un reto que implicará tomar opciones importantes y difíciles más de una vez. 

Habrá entonces decisiones que implicarán un NO a lo que sabemos muy bien que nos hace daño (por más rico, divertido o “venial” que suene). Y otras que son un SI a aquello bueno, liberador y pleno a pesar de que cueste.

Éste es un tema que me ha dado vueltas a lo largo de esta semana. Estuve escuchando historias de conversiones a la fe en personas que se la jugaron todo, hasta la propia vida, por ser consecuentes con la verdad y el tesoro descubierto.

Tema que se me fue uniendo a la parábola de este domingo. La del dueño de la viña, que al amanecer contrata a unos trabajadores por un denario. Que al caminar por las plazas contrata a otro grupo, luego otros a medio día, otros en la tarde y hasta otros una hora antes que termine el jornal.

Algo parecido a lo que ocurre en nuestras historias de vida y conversión: donde Cristo nos buscó y se nos mostró de pequeños, de adolescentes o más adultos. Que le conocimos y le creímos en distintas etapas de nuestra vida.

Una parábola que cuenta cómo este buen señor, pagó primero y lo mismo a los últimos que a los que trabajaron desde el amanecer. Parábola en la que se ve reflejada la negativa actitud de los que se comparan y hasta sienten envidia por los que sólo pudieron trabajar una hora. Historia que puede desconcertarnos y parecernos que hay cierta «injusticia» por parte de Dios.

Tal vez ésta puede remitirnos a aquellas personas que se arrepienten y se convierten en las últimas horas de sus vidas y se salvan. Historias en las que también se identifican personas que llegan pensar “qué injusto, éste se dio la buena vida y ahora Dios le perdona y se salva”.

Me encanta entonces la desconcertante respuesta del señor de la viña:

“… ¿acaso no habíamos tratado en un denario? … Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?” Mt. 20,13-15

Entonces quise preguntarle al Señor cuál es la verdadera paga que el dueño de nuestra vida nos ofrece. ¿Cuál es el verdadero y mejor salario que nos da?

Y estoy segura que el Señor nos dirá que estar invitados a estar en su viña es una paga y recompensa que no consiste sólo en un bienestar físico, económico, corporal o emocional. Dios como siempre va más allá.

Me quiere y nos quiere recordar una y otra vez: que esta viña nos hace felices en si misma. Estar en su Viña ES LO MEJOR QUE NOS PUEDE PASAR. Estar es su viña, es participar de la vida plena a la que todos hemos sido llamados.

Estar en su viña desde el inicio de nuestra vida, desde jóvenes y haber estado más tiempo con Él, más años, más etapas en nuestra existencia es lo mejor que nos pudo pasar y es el mejor salario…

Pensemos en nosotros o en aquellos que vinieron de una historia llena de caídas, heridas profundas, de esas acciones que tanto daño causaron y hubiesen querido evitar. Esas experiencias que, si hubiésemos vivido en la fe verdadera, en gracia de Dios, y dejándonos ayudar por Él, no hubiera ocurrido sin tener que experimentar luego un vacío y una soledad profunda.

Creo que los que pasaron por ello, pueden entender mejor esta parábola. Sólo Dios, rico en misericordia, lleva también a estos hombres y mujeres alejados de Dios a terminar más unidos y santos porque la gracia del perdón de Dios cambió sus corazones.

Por ello, creo que una clave importante es recordarnos y preguntarnos siempre qué tanto queremos estar a su lado, en su viña…

Cuando vengan momentos difíciles y áridos, el mayor enemigo podrá meternos esta idea: «hubiese sido mejor no conocerlo». Tal vez quien piensa y consiente esas ideas, es como el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo, quien viviendo tantos años junto al Padre, vivió muy lejos de Él en el corazón, porque se limitó sólo a moralismos, al mero cumplir, a no llegar a pecados graves o incluso el hacer las cosas sólo para ser vistos por los hombres y tener una doble vida.

Veamos los retos, el trabajo y nuestra vida cristiana como el único camino que nos hace más felices, dignos y personas plenas.

Revisemos con sinceridad qué hay en nuestra vida que tiene síntomas de moralismos y cumplimientos meramente externos en la vida cotidiana.  

Revisemos qué experiencias de nuestra vida tienen los colores del amor, y del gozo de la entrega por estar cada vez más tiempo con Él en su viña.

Y que el gozo de poder permanecer más tiempo con Él, nos lleve incluso a regalar ese denario del jornal del día a aquel que no encontró la viña, que no se ha encontrado con Él y sufre la peor de las tristezas y frustraciones; que es la de una vida lejos del amor de Dios.

Mt 20, 1-16


Les comparto esta oración que hice al Buen Señor de la Viña luego de rezar esta cita.

Me llamaste hace tanto,

cuando las ramas estaban verdes

el viento soplaba fuerte

y mis oídos simples te escuchaban.


Me mostraste tu aflicción

por un campo inmenso y grande

para tan pocos viñadores

para tantos que juraban

no buscarte, no necesitarte.


Me mostraste a aquellos

que sudaban y lloraban en las plazas

por trabajo, por hambre y por sed

esa que sólo se sacia con tu agua, 

la de pozos profundos y cristalinos.


Entonces sin entender mucho

quise darte mis hombros y mis brazos

pero sobre todo mi corazón

sea para llevar semillas, palas o tierra,

sea para cargar tu cruz de amor, 

ésta que nutre y da vida

a todo ser y toda viña.


Te entrego por ello mis sudores y mi salario.

Te ofrezco mis cansancios que, al lado de los tuyos,

no son nada cuando entiendo mejor

que son el precio de tu muerte,

de tus lágrimas y tu vida

por estar a ti unida.


Que pueda mi Señor amado

animar a otros hermanos, que son los tuyos,

a recibir tu Vino regalado,

éste tan dulce y bueno,

éste de tu Alianza, ésta que es divina.


Gracias por no dejar de llamarme,

sea de mañana muy temprano,

sea en la tarde de los relojes

y sea hasta el fin de mis días.


Gracias por renovar tu llamado y buscarme

aunque me vaya a las plazas

y me traigas de regreso

recibiendo el mismo denario

pagando siempre el mismo precio.


Gracias por este salario diario y eterno,

éste que se recibe y se reparte

éste que responde a todos mis anhelos

éste que se saborea eternamente

como el vino dulce, de tu dulce viña.

Amen

Comentarios

  1. Querida Magali, gracias por este alimento espiritual, que me ayuda a reflexionar, cuestionarme y también me llena de esperanza! Dios te Bendiga.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Dios te bendiga también!. Perdón no sé quién eres. Si puedes me dices, pero si quieres permanecer anónima no hay problema.

      Eliminar
  2. Gracias Magali, con tus comentarios semanales nos haces meditar y alimenta nuestras almas, gracias, que Dios te bendiga y te siga iluminando para seguir recibiendo este mana que nos entregas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué bueno que te ayuden. No veo tu nombre, ¿Quién eres?, o si quieres permanecer anónima no hay problema.

      Eliminar

Publicar un comentario