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Buscar el control...

 


 

Tan de nuestro tiempo este tema. Parece una necesidad el planear la vida, las rutas y proyectos. Esa imperiosa necesidad de tener todo controlado porque no podemos fallar, porque tenemos miedo a equivocarnos o al fracaso. Es como si el triunfo de la vida dependiera del resultado de las obras… Algo tan metido en las venas de este mundo, que aunque no quisiéramos puede saltar temor y desconfianza cuando algo se escapó y no podremos medir las consecuencias.

 

Y justo este domingo en que celebramos la Sagrada Familia y en esta octava de Navidad, al rezar el Evangelio que relata la historia de Jesús perdido y hallado en el templo, me vino este defecto de nuestro mundo.

Y bueno, en este caso no es “cualquier cosa” lo que se salió de control: se les perdió un hijo por 3 días, y encima se les perdió Jesús…

Una preocupación y miedo tan pero tan válido para María y José. Pensar que a su hijo, el Salvador, podría pasarle algo…

3 días de preocupación, de angustia. En los que les tocó hasta separarse de la caravana que ya iba un día de viaje de regreso para volver a buscarlo. Creo que nadie hubiese querido estar en su lugar …

Y al encontrarlo en el Templo hablando con los sabios, vino una expresión y una llamada de atención muy comprensible:

"Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados»".

A lo que Jesús contestó de una manera tan misteriosa que reflejó su conciencia de ser el Hijo:

«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?».

Respuesta en la que queda claro que necesitamos verla con otros ojos. Ya no con la mirada de “una madre preocupada y un hijo desconsiderado”.

Toca ver esta historia y esta respuesta con la mirada de un Dios encarnado que ha crecido en conciencia y gracia y ha llegado el momento de entenderse Hijo del Padre. Un Hijo que empezó a entender dónde buscar, dónde esperar y hacia dónde caminar.

 


Hoy quedémonos con eso: Aprender de Jesús. José y María a no buscar el control, las medidas y las pautas para no perdernos.

Busquemos las formas y tiempos de Dios. Busquemos el ritmo del amor que sopla por donde quiere y cuando quiere.

Y con esa apertura y mirada, empecemos a buscar y caminar de otra manera: sin agendas ni cronogramas humanos, sino con el ritmo de la providencia y de la Palabra que nos habla donde menos esperamos.

Lc 2, 41-52

Escribí esta oración que espero les ayude:

 

Me dices:

Estar en la casa de mi Padre,

allí donde estoy protegido y en paz,

allí donde soy libremente Hijo y me dejo cuidar por Él.

En la casa de mi Padre, donde soy alimentado y fortalecido.

En la casa de mi Padre donde se puede evocar mi espíritu del Niño Dios, y el espíritu familiar que no deja de amar a mi madre.

Y es que no estoy perdido, ni en peligro o en prueba.

Y si alguien me busca con temor, es porque no termina de creer en su providencia y poder.

Y yo te digo:

Mi Niño, hoy tu Madre ha comprendido que la certeza del poder del Padre ha florecido.

Y hoy José, empieza a mirarte más como Dios y un poco menos como su hijo.

Hoy te buscamos los que queremos confiar y serenar el alma.

Hoy te buscamos los que ya no pueden tener todo controlado, y prefieren lanzarse a tu ternura infantil unida a tu adultez madura.

 

Hoy te digo que te busco más de 3 días, porque te busco toda mi vida.

Hoy te digo que reconozco que me has buscado desde el inicio de los tiempos y hasta el fin de  los siglos.

Hoy te digo que Tú y yo nos buscamos y nos encontramos todos los días.

Nos buscamos para que me llenes de esperanza aunque yo solo pueda llenarte con mis besos.

Llenarme de esta esperanza que me das al encarnarte, al sonreírme

y al hablarme tan suavemente al caminar conmigo.

Hoy te digo que no importa si me pierdo o se arruina algo en el camino,

porque vendrás en mi ayuda y como a la mujer que perdió la moneda 

me llenarás de alegría.

Amén

 

 

 

Comentarios

  1. Gracias Magali , x la reflexión de confianza en el Señor.

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