Frase
extraña o ilógica: “morder el agua”. Me vino, una tarde que estaba muy agotada.
Tenía mucho calor y era un clima muy seco. Por lo tanto, la sed que tenía era mucha.
Y al empezar a tomar agua, mi sensación era necesitar que pase rápido por mi
garganta. Es como que quería morderla para satisfacer más pronto esa necesidad
de hidratarme, que el agua entre pronto por todo el cuerpo. Me reí de la frase,
pero horas después me puse a pensar que a veces en la vida es algo así lo que puede
sucedernos.
Hay
veces que tenemos una sed indescriptible, impaciente, urgente y necesaria. Una
que no solo para hidratarnos físicamente. Es una sed que puede darse en
diversas necesidades de la vida. Sed de respuestas, sed de encuentro, sed de aliviar
un dolor grande, sed de calmar el resentimiento o cólera, sed de solventar una
urgencia económica, sed de reconciliación con un ser querido, sed por comprender
preguntas hondas sobre la vida. Tantos tipos de sed como experiencias de vida
que suceden en el día a día.
Una
sed que no puede evadirse, una sed como ocurre con la física, que si no se sacia,
puede llevarnos a la debilidad, la enfermedad o incluso la muerte. Sed que no
se puede evadir porque todo nuestro ser lo reclama. Sed que no se borra de la
memoria hasta que pueda ser saciada. Sed que se vuelve una necesidad indispensable.
Y
hoy que iniciamos la primera semana de Adviento, es tiempo para comprender la
venida de Alguien que es indispensable, Alguien que se llama a si mismo “Agua
de la Vida”. Y el mismo Jesús nos dice en el Evangelio de hoy:
“Entonces
verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando
empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra
liberación”. Lc 21, 27-28
Tenemos
una sed insaciable de liberación. Liberarnos del dolor, de las tensiones y de
tantas cosas más. Y Él nos dice que ya viene y que “levantemos la cabeza porque
se acerca nuestra liberación”.
Si.
Levantemos la cabeza porque pronto morderemos el Agua verdadera y saciaremos
tanta sed y tantas necesidades que vivimos. No importa qué sed sea. Cada día
puede cambiar de tema, de forma, de dimensión o de circunstancia. Pero ya viene
a saciarnos.
Empecemos
este tiempo de Adviento con esperanza, gratitud y confianza. Porque viene el
que puede saciar toda nuestra sed y todas nuestras necesidades, hasta beber y
navegar en el agua de la gracia y del amor pleno.
Que
tengamos un buen inicio de Adviento, un tiempo bendecido para prepararnos a
acoger con más alegría y gratitud la venida de Aquel que ya ha llegado, que
habita en nuestra vida. Esperemos con el corazón abierto al único que puede saciar
de verdad toda nuestra sed y hambre de felicidad.
Lucas 21, 25-28. 34-36
Les
comparto este retiro de Adviento que salió ayer con cantos muy lindos y una reflexión muy
linda… Los animo a escucharlo y rezarlo.
https://www.youtube.com/watch?v=CYNo9bS0p-c&t=4038s
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