Me he perdido de niña varias veces, pero la vez que verdaramente estuve muy asustada fue una vez de adulta. Era una tarde-noche en un país lejano con un idioma que no conocía. Estaba totalmente desubicada, sin dinero ni teléfono para comunicarme. Sabía una sola ruta de bus para llegar y lo había perdido de vista. Las personas alrededor se desentendían y se enojaban mucho si me acercaba hablando inglés para pedir ayuda. Se me ocurrieron muchas formas de expresarme y otras soluciones, pero iba oscureciendo esa tarde de invierno y ya no sabía qué más hacer. La inseguridad crecía. Saqué varias moralejas para la próxima vez, pero no tenía idea qué ruta tomar para ir caminando hacia un lugar más iluminado y poblado. Sólo me dio para ubicar una calle ancha y empecé a caminar encomendándome a Dios. Una hora despúes, vi a lo lejos la movilidad que nos trasladaba en el turismo por la ciudad. Y entonces hice muchas señales para que me vean. Gracias a Dios, el bus me vio, paró y subí p...
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...