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La bendición de un abrazo…

 


Hubiese querido abrazar muy fuerte a una gran amiga que acaba de partir al encuentro del Padre. Alguien con quien sabíamos comunicarnos de forma especial, con quien reí tanto, trabajamos mucho y expresamos libremente el cariño y gratitud a los demás. Una amiga que me enseñó a amar a Dios desde obras concretas y silentes. Sólo pude abrazarla con mis palabras y oraciones; pero sé que ahora las sabe y entiende mejor. Y le doy otro fuerte abrazo al cielo, donde sé que está…

 Cuántas cosas no pueden ser reemplazadas con algo virtual. Cuántas cosas extrañamos y necesitamos en estos tiempos. Una de ellas es el abrazo.

 Cuando lo hacemos con sinceridad, creo que es con ese esfuerzo de poner toda nuestra mente, afecto y entrega para expresar de la mejor manera posible lo que habita en nuestro corazón. Unas veces son abrazos de consuelo, otras de perdón, otras de alegría, otras de desahogo fuerte y otras expresando el cariño y amor. Experiencia muy significativa para todo ser humano: desde los bebés recién nacidos, hasta los más ancianos que necesitan tanto. Abrazos que ofrecemos por solidaridad al que sufre, el que damos a las personas más importantes de nuestra vida, o ese que significa un reencuentro y reconciliación. Qué importante es tener el buen hábito de abrazar físicamente, como también con aquellas formas muy nuestras.

 


Este domingo, llamado domingo de la Divina Misericordia, es un día que nos puede ayudar a entender el misterio de amor cuando el que nos abraza con toda su divinidad, gracia y fuerza es el  mismo Dios. Es un domingo para tomar conciencia del don recibido por Aquel que tanto nos ama y que ha sido capaz hasta de lo incomprensible para vernos felices y verdaderamente amados.

 Y este misterio, viene de la mano con la narración de este Evangelio tan particular con el que podemos identificarnos. Cuenta de un verdadero amigo de Jesús, uno de los doce apóstoles que no estuvo cuando Jesús se apareció resucitado a la comunidad por primera vez: Tomás. 


Él como los otros, escuchó el anuncio de Jesús que iba a morir y al tercer día resucitar. Escuchó a las mujeres y a los otros apóstoles que había resucitado. Pero cerró la mente y nubló la fe por tantas posibles razones como puede ocurrir a cada uno de nosotros.

 

Ser “Tomases” que vivimos un dolor profundo que no nos permite abrir los ojos para ver el milagro y grandeza que nos anuncian. Tomases que marcados por el resentimiento o reclamos no podemos ver el milagro de la vida que nos rodea, y nos quedamos mirando sólo lo que falta. Tomases que sólo confían en los propios esquemas y formas por lo cual no podemos comprender que las cosas son mejores de lo que seamos capaces entender. Tomases cuando confiamos más en nuestros planes y seguridades que en las promesas de Dios y la Resurrección que ha vencido hasta la misma muerte. Tomases cuando nos hundimos en la decepción del propio pecado y no creemos que Dios ha pagado y perdonado absolutamente todo lo hecho y vivido.

Es maravilloso entonces, ver la paciencia que nos tiene Jesús Resucitado cuando vino al encuentro de Tomás y de nosotros, mostrándonos la evidencia de sus manos clavadas de amor y el costado abierto para acoger a toda la humanidad. 

Es Jesús Resucitado quien viene a darnos ese abrazo divino que absorbe todos nuestros errores, nuestras heridas, nuestras constantes caídas y pecados. Un Jesús que con su abrazo lava absolutamente todo lo que necesitamos limpiar y sanar.

 Justo en Semana Santa me conmovió recordar lo que dijo Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazaret cuando hablaba del misterio de su amor en la Pasión y Muerte:

 

“En la Pasión de Jesús toda la suciedad del mundo entra en contacto con el inmensamente Puro, con el alma de Jesucristo y, así con el Hijo de Dios mismo. Si lo habitual es que aquello que es impuro contagie y contamine con el contacto lo que es puro, aquí tenemos lo contrario: allí donde el mundo, con toda su injusticia y con sus crueldades que lo contaminan, entra en contacto con el inmensamente Puro, Él, el Puro, se revela al mismo tiempo como el más fuerte. En este contacto la suciedad del mundo es realmente absorbida, anulada, transformada mediante el dolor del amor infinito… el bien siempre infinitamente más grande que toda la masa del mal, por más que ésta sea terrible”. P. 153

¡Y es que así es la ilógica-lógica de Dios! Aunque seamos Tomases incrédulos, Juanes fieles o Pedros inconstantes, o tengamos las caídas más dolorosas, el amor infinito de Cristo por cada uno de nosotros es capaz de abrazarnos para absorber todo el mal con su infinita misericordia

Éste es el misterio del amor misericordioso de Dios, capaz de humillarse y anonadarse tanto tanto, para estar junto a nosotros, dentro de nosotros y tan presente. Ese amor que nos recuerda siempre que no deja de abrazarnos y tenernos sostenidos cerca de su corazón para decirnos de tantas formas cuánto nos ama y cuánto sueña vernos verdaderamente felices. Nos abraza fuerte para darnos el cielo que inicia aquí en la tierra, aquí en medio de la vida cotidiana, en medio del trabajo, en medio de la familia, en medio de las pruebas y dificultades, en medio de los nuestros y de tantos que nos necesitan.

Dejémonos abrazar cada vez más por Él, y así fortalecidos, abracemos de tantas maneras a los que necesitan saber la noticia fundamental de que Aquel que ha resucitado y ha vencido absolutamente todo el mal de nuestra vida y de la humanidad, lo hizo gratuitamente y puramente por amor.

Jn 20,19-31



-Si no han visto la película de Santa Faustina Kowalska, quien recibió la misión de difundir la devoción a la Divina Misericordia, aquí les comparto el link de la película:

-Y si no han visto esta película de Tomas, también se los recomiendo:


Tomas: 



Sor Faustina:  



Comentarios

  1. "En este contacto la suciedad del mundo es realmente absorbida, anulada, transformada mediante el dolor del amor infinito…"
    Es verdad... Ilógico pero lógico para Dios, cómo llegar a amar así, heróico!! Gracias Maga por compartirnos lo que Dios te inspira. Gracias por las pelis.

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  2. Bella reflexión Maga, las tormentas que vivimos acá en la tierra serían menos peligrosas sí incluímos en nuestras vidas a Dios, Él vive el día a día junto a nosotros pero a veces lo ignoramos, nos alejamos, pensamos que somos autosuficientes y es ahí donde donde se presentan las tormentas.
    Felicitaciones Maga por estos lindos mensajes y éxitos en tu trabajo.

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