Ir al contenido principal

La buena ambición

 



Admiro y quiero mucho a alguien de mi familia que tiene una gran búsqueda e inquietud por conocer mejor lo que le rodea. Tiene una empresa que, por la pandemia, se vio también afectada económicamente. Y me edificó mucho ver cómo por su generosidad y solidaridad, no se olvidó del compromiso que tiene con su personal de trabajo. Pensó mucho para encontrar una solución para no despedir a ninguno de ellos. Todos eran importantes y valiosos para él, sabía que tienen una familia por mantener y que en la empresa todos se entienden como un gran equipo.  Fue así que tomó la valiente decisión de reducir los sueldos a todos (incluído él). Entonces conversó con ellos y todos estuvieron de acuerdo...

Creo que esa es la mirada y corazón de una persona que no se cree más ni mejor por ser el dueño o jefe, de alguien que no deja de velar por los que tiene bajo su responsabilidad. Y es un ejemplo de lo que significa que una persona tenga el valor del servicio y la ayuda por encima de otros tipos de riqueza. 

Y así como es comprensible y humano buscar un mejor sueldo y estabilidad económica, también lo es ese deseo de ser promovido para tener un mejor puesto o mando. Uno puede sentirse bien al ser valorado en su trabajo e invitado para un puesto de mando. Pero no podemos olvidar que implica primero asumirlo con responsabilidad. Que implica rendir cuentas primero a uno mismo para tener la conciencia tranquila de estar haciendo las cosas lo mejor posible, poner todos los medios para llegar a fin de mes con la planilla de pagos completa, cumplir con los compromisos ofrecidos a nuestros clientes y cumplir siempre con lo ofrecido a aquellos que están a cargo nuestro. Y es que ser autoridad, es una bellísima, pero grandísima responsabilidad.

Con esta descripción no pretendo desanimar a los que tienen cargos de autoridad, sea en el trabajo, en la familia, en proyectos o asociaciones. Trato más bien de ponerme en sus zapatos ante la misión encomendada. Y trato de recordar que antes de buscar recompensas o beneficios, está el reto de cumplir con nuestra misión de la mejor manera posible. 

Sin embargo, como bien advierte Jesús en el Evangelio de este domingo, muchos jefes “tiranizan o se aprovechan” de los que están bajo su mando, utilizan el beneficio del cargo sin trabajar y esforzarse honestamente.

Y entonces Él nos da grandes luces:

·        -Ante el pedido de dos se sus apóstoles para sentarse a su derecha e izquierda, me encanta cómo luego de escucharlos con atención y la mejor disposición, les dice con sinceridad: “No sabéis lo que pedís”, algo así como: “ustedes no tienen ni idea qué implica estar en mi lugar…” (quien tiene el cargo de jefe más grande y difícil). 

·      -Al describir cómo son muchos jefes en este mundo que se aprovechan de sus cargos, les da una orden firme: “No será así entre vosotros”. Nos prohíbe rotundamente utilizar nuestros cargos de esa forma tan egoísta y alejada de la caridad.

·         -Y dice "no sea así entre vosotros”, porque nos recuerda que, ésto no lo aprendemos solos, sino que necesitamos de nuestras comunidades, familias, amigos y cercanos, para crecer en el amor y servicio. Pues en este mundo es algo difícil y exigente.




Pero lo más importante que nos dice e insiste es una gran verdad:

“El que quiera ser grande entre vosotros que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos” Mc 10,44-45

Frase fuerte y exigente, pero llena de amor al recordar que el primero en dar ejemplo es el mismo Jesús. 

Dios es la mayor autoridad, el ser más poderoso y fuerte, el que mejor puede liderar y que tiene todo el derecho de darnos órdenes sin equivocarse. Un Dios amoroso que merece nuestras alabanzas y toda nuestra gratitud. 

Pero es el mismo que eligió venir al mundo para servirnos a nosotros permaneciendo escondido, sin aparentar ni figurar.  Su motivación es otra: nuestra felicidad.

El mismo Dios, quien libremente y por puro amor, se hizo Siervo de todos nosotros enseñándonos que el amor es el mayor poder en el mundo.







Y entonces, ¿Es un Evangelio que nos ordena a hacer lo que no nos gusta o que nuestras iniciativas sean postergadas?  NO.

Creo que es un Evangelio que nos invita a todo lo contrario. Nos llama a elevar la mirada, para encontrar y recordar lo que más anhela nuestro corazón: ser felices de verdad...

Palabras de vida, que nos recuerdan que lo que verdaderamente nos hace felices es el amor. Palabras que nos animan a dejarnos amar por Él para encarnar este amor y así poder servir mejor a los demás en todo momento.


Qué hermoso despertar cada día, con la ilusión de vivir intensamente, sirviendo de tantas buenas maneras a todos los que nos rodean, pero especialmente aquellos que están bajo nuestra responsabilidad. Qué hermosa una vida en la que a medida que más servimos más fortalecidos y recompensados nos experimentamos porque hemos comprobado cada vez más que el amor da vida y plenitud.

Seamos entonces, ambiciosos, para servir cada vez más y mejor…



Sí. Servir es lo que nos llena el corazón de alegría. Y cuando una vida es entendida así, los primeros puestos y los cargos importantes, pasan a un segundo plano y se convierten en hermosas ocasiones para ser servidores de esperanza y hasta poder ser madres o padres espirituales de muchos. 

Y así, toda misión sea grande o pequeña, es una gran oportunidad para agradecer tanto amor, con tanto servicio...

Y si queremos ser ambiciosos, tengamos “la buena ambición” de servir cada vez más y mejor (como San Pablo nos lo enseña: 1 Cor12,31)

Estemos pues convencidos, que el poder más eficaz es el del amor puesto en acción, desde el cual seremos instrumentos del tesoro que nunca pierde valor, que no depende de otros, sólo de Dios y del buen uso de nuestra conciencia y libertad.

Qué hermoso que no nos distinga por nuestros cargos, títulos, dinero o funciones, sino por el servicio y entrega de nuestras vidas a ejemplo de Cristo.

Y qué mejor meta para nuestra vida que el estar cada vez más unidos a Jesús, quien no vino a ser servido sino a servir.



Y yo, ¿Qué otros ejemplos tengo a mi alrededor de personas que me enseñan a servir más y mejor?

Y yo, ¿Dónde puedo vivir este maravilloso reto? Tal vez son muchas más ocasiones y espacios de los que pensaba, pues las personas y el hambre de amor está por todas partes...

 

Mc 10,35-45


Comentarios