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El traje que uso...

 



 Recuerdo con cuánto entusiasmo pude preparar el vestido que me puse el día de mi profesión perpetua, quise que sea de color hueso-casi blanco, para sentirme una novia que se casa con el mejor Esposo. Recuerdo el día de mis bodas de plata, en el que quise ponerme una blusa muy alegre que me remitiera al gozo que sentía luego de 25 felices años de mi sí definitivo. Recuerdo ese saco negro y blanco que elegí para el día que enterramos a mi adorado papá, como simbolizando en mi corazón que murió pero que iba a nacer a una vida nueva. Y puedo evocar otros momentos importantes en los que elegí un traje apropiado, que simbolice lo que habita en mi corazón. No es un tema de etiqueta, es algo externo que expresa lo que vivo dentro.

En el Evangelio de este domingo Jesús nos cuenta dos parábolas en 1. Nos narra la del rey que invita a la boda de su hijo. Los invitados no quieren ir, prefieren otras cosas y con daño y desaire dejan claro cómo son sus prioridades. Entonces el Rey invita a todos: “malos y buenos”, TODOS:

“Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales”. Mt.22,10

Todos invitados por Dios para ir al cielo, para ser felices sin importar su pasado, sus defectos, sus malos hábitos o problemas. Dios nos quiere felices y llama a todos. Como decía un santo “Dios no te elige porque eres bueno, te haces bueno porque te ha elegido”.

Y entonces ante este bendito llamado tenemos tres caminos: agradecer, alegrarse y acoger esta invitación a estar junto a Él. Quedarnos en la idea de no ser dignos ni perdonados por Dios rechazando su llamado. O sencillamente creer que podemos vivir sin Él buscando otros tipos de banquetes…



Cuenta esta historia, que luego llegó el Rey a saludar a los invitados que eran muchos. Pero vio que uno de ellos no tenía el traje de bodas, sin dar además razón del porqué. Y fue echado de la fiesta.

Entonces con una primera impresión pensaríamos: “pero las apariencias no cuentan, cómo Dios nos va a pedir usar un traje apropiado como algo importante para nuestra salvación, pareciera que Jesús se queda en las formas de los cumplimientos y las normas”.

Pero si caminamos con Jesús, sabemos que es necesario buscar más adentro para comprener a qué se refiere con ese traje de bodas que nos pide.

Y podemos descubrir varios materiales, hilos y tipos de costura para vestir nuestra vida y corazón de tal manera que podamos acogerlo: la tela del gozo, el hilo de la esperanza, el punto de la gratitud, la basta del compromiso y fidelidad, los acabados de la conversión constante, la base del amor renovado y de la gracia del mismo Dios. Un traje que refleje esa acogida, esa respuesta al llamado, esa decisión de aceptar con sencillez cada misión que nos toque vivir. 

Un traje que al usarlo, nos permita estar más unidos a Él, nos permita celebrar la boda con gozo eterno y constante, un traje que nos ayude a renovarnos y convertirnos cada vez más para que se asemeje al traje del Esposo.

El reto nuestro es saber bien nuestra talla, nuestros dones y talentos, toca ver qué modelo ayuda a mejorar nuestros defectos y falencias, qué tela ayuda a abrigarnos o refrescarnos del clima de los vicios o heridas, qué color nos ayuda a renovar nuestro sí en cada momento de nuestra vida.

Cada uno de nosotros es diferente, cada uno de nosotros vivimos y atravesamos por momentos particulares. Unos más felices, otros más estables, otros de cruz y prueba, otros de preguntas y decisiones por resolver. Jesús lo que nos pide es usar en cada momento de la vida el traje que nos ayude a estar en el Banquete del Esposo para caminar, conversar, alimentarnos y vivir en comunión con Él.

Es como si el Banquete que es preparado para el Hijo, fuese en realidad un Banquete dispuesto para ti y para mí. Uno en el que podamos unirnos más y más a Aquel que tanto nos ama.

Y si el Rey regaña a ese invitado que no usa el traje apropiado, será porque está físicamente presente, pero espiritualmente no participa ni cree en el gozo de esa fiesta, no cree en el perdón o no tiene esperanza. No tiene puesto un traje de amor a Dios, ni a si mismo ni a los demás. No tiene gratitud, ni puede participar de tan importante fiesta en su vida.

Depende pues de cada uno de nosotros si usamos el traje o lo dejamos colgado para que el tiempo complique todo, para debilitarlo, para que cambiemos de talla y sea más complicado buscar otro… ¡Jesús NO nos quiere en pijama!!!

El Rey nos quiere felices, nos quiere gozando ya de este Banquete. Y sobre todo, quiere alimentarnos para crecer, para madurar en el espíritu y poder ser aquellas personas que Él y cada uno de nosotros soñamos.

Pongámonos el traje que el Rey nos ha regalado, no hay un día especial, porque todos y cada día de nuestra vida lo son…

Mt 22,1-14

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Y aquí una canción muy bonita que anima a que siempre escojamos el mejor banquete y el mejor traje




Comentarios

  1. Muchas gracias querida hermana muy linda reflexión

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  2. Gracias Magali cada vez me haces abrir los ojos y ver mejor la vida.

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