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Todo en orden...

 


 


Esta imagen grafica la forma como me ayuda organizarme y trabajar. Un corcho en el que pongo papeles con pendientes por hacer. Cosas como “hacer el pedido de compras”, “mandar el correo de las indicaciones de trabajo”, “pagar el celular”, etc. Y una vez que lo hice, lo saco. El objetivo es no olvidarme, pues soy organizada pero volada…

Pero comprenderán que nunca pondría alguno que diga “querer a mi mamá”, “admirar a mi mejor amiga”, “ayudar en mi comunidad”, etc. Hay cosas que no necesitan ser recordadas porque brotan de aquello que es más importante en mi vida y constituye mi manera de ser. 

Hoy leyendo esta frase tan contundente de Jesús, recordó este hábito, ya les explico por qué:

«Dadle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». Mt 15,21

Es una respuesta dicha para resolver una preguntas que no era una  genuina inquietud. Pero, la pregunta de si es lícito pagar los impuestos (sean justos o no), sí podría ser hecha por cualquiera de nosotros. Tenemos siempre esas preguntas que buscan entender cómo vivir las responsabilidades y cosas cotidianas de la vida desde una vida de fe.

Una visión angelical o desencarnada, podría pensar que estas cosas no son importantes, que debemos darle poco tiempo, que está mal preocuparnos porque “Dios proveerá”. Pero vemos que el mismo Jesús pagó impuestos, trabajaba como carpintero para ganarse la vida y cumplía la ley en el país que vivió. Y con ello, no pretendo quedarme en el simple hecho  del cumplir la ley (siempre y cuando no vaya contra el bien). Más bien, me hizo pensar en estas situaciones de la vida que pueden quitar mucho tiempo, que humanamente pueden quitarnos el sueño o pueden llevarnos a diversas emociones; pero son realidades que también pueden ser contenidas, leídas y comprendidas desde ese “darle a Dios lo que es de Dios”.





Son en esos retos cotidianos, esos pendientes del corcho y esos qué haceres que cada uno le toca vivir, en los cuales podemos amar, servir, entregarnos con toda el alma a los demás y a través de ellos a Dios que tanto nos ama. Esos retos cotidianos que vividos con amor nos pueden llevar al cielo…

Creo que la pregunta de fondo es ¿Dónde está puesto mi corazón? ¿Cuáles son mis prioridades? ¿De qué actitudes y acciones quiero que esté lleno el corcho de mi alma?

Yo quiero entregarle toda mi vida a Dios, porque soy de Él, y será Dios quien me enseñe a dar al César lo correcto, el tiempo justo, la emoción justa, la involucración necesaria. Un dar al César habiéndole dado primero todo mi corazón a Jesús, pues con Él las cosas son más simples, más llevaderas, más posibles.

Confiando en Él se nos quitará menos el sueño por las preocupaciones compresibles de la vida, confiando en Él amaremos y seremos felices también al vaciar ese corcho. Junto a Él es que todo va ocupando el peso justo, la preocupación justa, la involucración y afecto justo. Con Él, todo queda en orden...




Es como que la paleta de colores de la vida va formando el cuadro del alma que Dios ha soñado para cada uno de nosotros. Ese cuadro, imagen de Dios, sellada en nuestra alma. No la imagen del César en la moneda del impuesto, de la fama, del poder o del dinero. Dios ha sembrado una imagen con colores maravillosos para ser felices, gozar del amor que esta vida hermosa nos regala y cumplir esa misión que nos invita a vivir.

Cuando le demos a Dios lo que es de Dios, lo que toque darle al César no será algo separado por hacer, será una manera más de amar, servir y darle a Dios lo que es de Dios a través de aquello que le demos al César. Y eso que le dimos al César nos llevará también a Dios … (Espero no sea un trabalenguas… ¿Captaron la idea?)

Que sean días para categorizar la imagen que hemos construido de nosotros mismos y la contrastemos con la imagen verdadera de nuestra alma sembrada por Dios. 

Imagina cómo te mira Jesús…

Y aquí una canción que te pueda ayudar …





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