Cada vez que veo a un
hombre anciano con un bastón me remite a la tierna imagen de mi papá. Entrado
en años, tuvo que aceptar luego de muchas propuestas, que usar bastón le
ayudaba. Un hombre tan fuerte y deportista, que a su avanzada edad descansaba el
dolor de sus rodillas frágiles sobre el peso de un fierro fuerte llamado
bastón.
Y en el Evangelio de
este domingo este objeto es uno de los elementos que Jesús menciona. Es este
momento tan importante en el que llama a
los 12, eligiendo a aquellos que nacieron para ser apóstoles y a quienes conoce
bien.
Y al llamarlos les da
algunas indicaciones:
Les envía dándoles
poder, pero para ir de 2 en 2. ¿Por qué así? Tal vez para que se animen uno al
otro cuando se llenen de temor. También para que se cuiden uno al otro para no
caer en la tentación del poder y vanidad ante el cargo recibido. Seguro para
protegerse y cuidarse entre ellos ante el daño y peligro. Y sobre todo para que
puedan dar testimonio del amor de Cristo, que no se muestra en abstracto y en
discursos inteligentes, sino en el amor y entrega que se vive entre hermanos.
Otra cosa que llama la atención es que les pide que se vayan a anunciar dejando de lado toda seguridad: sin pan (alimento), sin alforja (equipaje o mochila para llevar equipaje), sin túnica de repuesto y sin calderilla (sin dinero). Les envía sin “por si acasos”.
Pero lo que más me
encanta y llama la atención esta vez que meditaba la lectura, es que lo que sí
les pide llevar es un bastón y calzado-sandalias.
Un bastón, símbolo de
poder y realeza para culturas antiguas y también para la hebrea. Bastón que
usaban los pastores para guiar a las ovejas. Bastón que es esa prolongación de
los brazos para llegar más lejos a frenar, empujar o dirigir a su rebaño. Un bastón
que conduce y guía.
Pero un bastón que también
sirve de apoyo. Que ayuda en los caminos peligrosos, inestables, que ayuda a
caminar en las cuestas arriba, que da firmeza en los pedregales. Bastón que
ayuda a no tropezarse ni caer.
Un bastón que desde
la mirada de Dios, es un poder que se alcanza solamente cuando nos apoyamos en
Dios. Un poder que alcanza distancias más largas a nuestros brazos y fuerzas,
porque el brazo de Dios hace la diferencia. Y solo así, podemos llegar donde
humanamente no seríamos capaces.
Bastón que tiene madera
divina. En el que podemos apoyarnos fuertemente cuando estamos agotados y
rendidos, porque es la Vara de Dios, es su amor y el corazón de Cristo en quien
ponemos nuestra confianza y lo que queda de nuestras fuerzas.
Entonces, cuando
nuestros pies, nuestra rodillas y corazón están extenuados y sentimos que ya no
podemos seguir caminando, sucede algo inimaginable: porque es allí cuando los
brazos, el resto de nosotros presionan fuertemente sobre la vara como queriendo
que brote de ese hoyo fuerza y energía.
Y brota algo mejor: brota
la misma gracia, Espíritu y poder de Dios que empieza a inundar todo nuestro ser
débil, llenándose de una nueva vida y esperanza.
Y entonces, se
entiende por qué hay un segundo elemento que Jesús nos pide tener: el
calzado-sandalias. Porque la vida del que anuncia el amor de Dios está siempre
en camino, siempre en movimiento. El que anuncia a Cristo no deja de caminar ,
de anunciar y mostrar las grandezas de la vida.
Y si se cansa
caminando, presiona nuevamente sobre el bastón para que sea ese apoyo divino el
que le revitalice nuevamente. Y entonces, tomará luego este mismo bastón para
ser otra vez guía de su rebaño, de su familia, de los suyos. Y seguirá caminando
aquí en la tierra y llegar al cielo al final del camino.
______
Señor,
Que te tenga sólo a ti de bastón y de
fuerza.
Que sólo escuche tus palabras y tus
consuelos
para seguir caminando.
Que pueda tener la humildad de guiar sólo
con tu bastón y tus fuerzas.
Y tenga la humildad de descansar en ti
todas las veces que lo necesite.
Y que con tu amor y gracia, nunca decida quitarme las sandalias,
porque esta vida hermosa se ha de caminar
y anunciar siempre.
Anunciar y caminar en los valles
suaves, en los pedregales,
en las cuestas arriba y abajo.
Porque dejar de caminar,
es dejar de vivir, de luchar
pero especialmente es dejar de amar.
Amén.
Mc,
6, 7-13
Muchas gracias querida hermana muy linda reflexión
ResponderEliminarMe gustó tanto
ResponderEliminarGracias por siempre compartirlo conmigo
Gracias Magaly🙏🙏🙏
ResponderEliminar