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Vale la pena...

 




Escuché en esta semana más de una experiencia de riesgo y aventura. Viajes o travesías físicas que requieren valentía para realizarlas, riesgos en decisiones y cambios de vida, relaciones humanas difíciles que implican más amor y opciones de vida. Situaciones que sólo valen la pena por algo importante y auténticamente valioso. Más de una vez tú y yo hemos vivido decisiones que pudieron marcar hitos en nuestra historia. Riesgos que nos apasionan y en los que no medimos el hambre, el tiempo o la incomodidad del camino.

Esto es algo que me vino a la memoria y corazón al rezar el Evangelio de este domingo. Historia en la que se ve cómo la fuerza y el amor de Cristo llevó a más de 5000 personas a permanecer tanto tiempo con Él sin considerar el hambre, el sol e incomodidad. Solo necesitaban escucharle y saberse reconfortados con sus palabras de vida. 

Y Jesús, pensando y disponiendo todo para que sea un encuentro inolvidable.

Historia en la que hizo con ellos lo que hace muchas veces con nosotros: saciarnos y alimentarnos de tal manera que solo queda decir: “valió la pena”.

Y Jesús al ver a miles de personas en la montaña dijo: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» Felipe sin esconder la preocupación le responde: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». 200 denarios era mucho dinero (6 sueldos de un legionario romano). Y no era suficiente ni tenían ese dinero

Preocupación de Felipe que refleja las nuestras: “no llego al mes con este sueldo”, “el futuro económico está muy incierto”, “no mejoro de salud”, “voy a perder el trabajo”, “el negocio familiar no sale adelante”, “no tengo clientes”, “no alcanza para los estudios de nuestros hijos”, “la tensión laboral empeora”, “no tengo las habilidades que el trabajo me pide”, “no me siento capaz para esta responsabilidad”.

Y preocupación de Andrés que expone y expresa lo poco que encuentra. Una cantidad ilógica y hasta ingenua. Soluciones y cantidades pobres como algunas de las nuestras: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero ¿Qué es eso para tantos?»”. 

Pero Jesús, valora y agradece todas nuestras ofrendas sean grandes o pequeñas. Jesús acepta y valora estos 5 panes y 2 peces de nuestra vida. Y nos anima dar y arriesgar lo ridículamente poco que tenemos. 


Pero además, Jesús antes de hacer el milagro, tiene un detalle que me encanta: pide que se recuesten sobre la hierba y se pongan cómodos. Una posición física que expresa otra interior: reposar y recostarse como la de un alma que se siente serena, confiada y protegida en Dios. 

Algo que nos pide a ti y a mí: Descansar el corazón de nuestras luchas y cansancios, de días de frustración interior o temor para apoyarnos en Él. Abrir el espíritu, reposando en la hierba fresca de su providencia. Reposar el espíritu en su infinito amor y cuidado. 

Esperar junto a Él y en Él, porque junto a Él encontraremos la verdadera solución a todos nuestros problemas, cansancios, angustias y anhelos más profundos…




5 panes y 2 peces que repartidos por Él sobraron para más de 5000 corazones reconfortados. Milagro que nos enseña una vez más que con El nunca falta, que con Él siempre sobra y sobrepasan nuestras expectativas de las formas más inimaginables.

5 panes y 2 peces nuestros que entregados a Él nos evidencia que siempre vale la pena dar todo lo que tenemos y arriesgarnos en Aquel que nos da todas las seguridades…

Sí: se trata de arriesgarnos en lo seguro…

Que esta historia nos anime a recordar cuál es la ruta más segura. Y así:

-Cuando estemos agotados y sin fuerzas …busquemos a Jesús

-Cuando estemos con fuerzas y con vida… no dejar de buscarlo,


Quedémonos y recostémonos en Él, confiando y esperando el milagro de transformar lo pobre y frágil en lo que Él nos quiera dar: 

  • El Pan Bendito de la Eucaristía
  • El don bendito del cuidado, compañía y consuelo de los nuestros
  • El fruto del logro alcanzado con su ayuda
  • El gozo de ver cómo crecen los demás
  • La gran enseñanza de vida que nos dio en la montaña…
  • La satisfacción de saber que valió la pena arriesgarse para amar y servir
  • La satisfacción de saber que valió la pena apostar una y otra vez por vivir lo que nos pidió vivir.
  • El gozo de recibir lo que Él y yo sabemos muy bien…

No olvidemos que, con Él, siempre estará esa sorpresa y ese alimento que sobrepasa nuestros anhelos, necesidades y quereres...

No olvidemos que sólo nos pide una cosa: ofrecerle nuestros 5 panes y 2 peces

No olvidemos que se trata de reposar el corazón junto al suyo.

Y no olvidemos que siempre valdrá la pena darlo todo y arriesgarnos por Aquel que nos da la verdadera seguridad…


Amigos, 

¡Vale la pena!

Subamos a la montaña y démosle nuestros 5 panes y 2 peces. 

Y sin dudar, habrá más de un milagro que recibir...


Jn 6, 1-15



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