¡Cuánto se puede decir sobre este tema! Tan conocido, tan vivido, tan humano y comprensible. Pero que mal entendido, puede llevarnos a situaciones complicadas cuando nuestra autoestima es baja y dependemos de la opinión de los demás para sentirnos valiosos. Darle tanto peso a las opiniones, juicios y comentarios ajenos puede hacer que una persona se sienta importante, insegura o también indispensable no en si misma, sino en función a lo que otros piensen de ella. Sería ingenuo afirmar que no nos afecta este tema. Y en el relato de este domingo, Jesús también muestra que le interesa la percepción que los demás tienen de Él, pero con una importante diferencia que luego identificaremos. Fue así que al caminar un día con sus amigos les pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Mc. 8,27). Y al escuchar diversas opiniones, plantea una pregunta más importante: “¿Y ustedes, quién dicen que soy yo?”(Mc.8,29). La respuesta fue clara: Pedro lo reconoció como el Mesías. Pero lo que sigue en
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...