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Mostrando entradas de octubre, 2024

Saber qué pedir...

  Cuando era niña y veía que mi mamá salía a la calle, siempre le decía: “cómprame algo” y ella me decía ¿Qué quieres que te compre? Y yo le respondía: “No sé, algo…”. Tal vez el que tenga niños en casa haya tenido esta misma experiencia. Pero hemos de reconocer que incluso siendo adultos, es una sensación o experiencia que puede brotarnos de diversas formas: esperar “algo” de una persona, resentirnos de otra sin saber bien por qué, buscar a una persona sin tener claro el por qué, y algunos otros ejemplos por el estilo. Pero creo que el punto en estas situaciones es que nosotros como les sucede a los niños, a veces no tenemos claro qué buscamos, qué necesitamos y qué es lo que nos está faltando en nuestra vida. Rezando el Evangelio de este domingo, con el ejemplo de un ciego llamado Bartimeo, tan lleno de fe y confianza al que Jesús curaría su ceguera, escuchó de Jesús una pregunta que dejó resonándome el corazón: “¿Qué quieres que haga por ti?” Mc 10, 51 Y esa pregunta me rebotó

Subirse al avión...

  Me subí ayer a un avión luego de mucho tiempo. Y empecé a comparar lo que se siente al subir a uno de estos y el subir a un carro o un bus. Y me acordé que hace poco leía en un artículo que por sorprendente que parezca, viajar en avión sigue siendo el medio de transporte más seguro. Así es… Y uso esta analogía porque creo que es algo así lo que puede suceder en nuestra vida interior. El carro o el bus serán aquellas experiencias que se ven, que se manejan y que ofrecen la posibilidad de “bajarse del carro” cuando estemos cansados, dolidos, desalentados o asustados. Pero es importante entender que aquello que es realmente valioso y fundamental en la vida, aquello innegociable y que podríamos buscarlo con todas nuestras fuerzas, siempre implicarán experiencias de exigencia, de esfuerzo, de renuncia y de diversos arrancones... porque vale la pena, pues los verdaderos tesoros cuestan. Es muy humano buscar la seguridad, el estar resguardados y a salvo. Algo que nos lleva más de una v

El ejemplo de los niños...

  Un niño camino al colegio muy temprano, que le ha costado levantarse de la cama, caminando en una mañana fría en uniforme. Sin hambre y hasta sin frío. Sólo tiene tanto sueño, que es capaz de caminar dormido...  Yo he visto más de uno así. ¿Y tú? La pregunta es por qué puede hacer eso sin miedo a caerse. Y la única respuesta es porque va confiado, con la guía y sostén de las manos de su padre. Una figura e imagen buenísima para comprender lo que es ser como niños confiados en nuestro Padre del cielo.   Es eso lo que Jesús nos pide este domingo. Resuelve preguntas difíciles como la que le ponen a prueba los fariseos sobre el divorcio. Pero en realidad lo que le interesa aclarar es la pregunta sobre la dignidad de las mujeres, y también la de los niños (porque ambos eran considerados menos que los hombres adultos).   Un pasaje en el que Jesús hasta se enoja, porque sus apóstoles que buscaban cuidar a su maestro y no interrumpirlo, botan a unos niños que eran traídos para ser curados o