En
estos días tuve el regalo de tener nuevas amigas. Las conocía un poco, pero por
diversas circunstancias pude tener lindos encuentros que me animaron a caminar
también con ellas. Y me quedaba pensando cómo podemos ser personas tan distintas,
pero compartir la misma búsqueda y anhelos.
Pero
también me preguntaba qué es lo que nos une con los demás a pesar de ser
distintos. Entonces me vino la imagen de una fuente, la que destila agua por
diversas direcciones y que llega más alto y lejos cuando brota con más fuerza e
intensidad. Fuente que tiene un solo origen, pero que al salir se dirige a
variadas direcciones. Una fuente de la que se forman muchos caminos pero que
proviene de un mismo origen.
Creo
que algo así somos nosotros, de diversos colores y matices, con historias y
caminos diversos. Diferentes, pero viniendo todos del mismo origen, y con la
misma esencia. Distintos, pero con la misma condición humana: esta que siempre anhela
a más, que necesita encontrarse con los otros, esta que se realiza solamente en
el amor, la que busca respuestas para tantas preguntas y la que vino a este
mundo con dones y riquezas por compartir. Diferentes, pero sabiéndonos todos contingentes
y frágiles. Distintos, pero siempre necesitando de la fuerza de Dios y el amor
de los demás. Diferentes, pero con una misma esencia y con un mismo origen.

Y
rezando la historia de Pentecostés que celebramos este domingo, viendo a María
y los apóstoles que eran tan diferentes, pero recibiendo el mismo Espíritu, se me
completó la imagen de la fuente, porque el origen de esta fuente es justamente
el Espíritu de Dios, el amor de Dios en nuestras vidas. Origen de la fuente que hace brotar agua fresca que fluye
con vitalidad y llega suavemente con su acción divina a cada uno de nuestros corazones.
Origen
de Agua Viva que nos da todo lo que necesitamos, pero que, al obrar en cada uno
de nosotros, nos hace felices por caminos variados, concretos y
especiales. Fuente divina que nos hace personas nuevas desde nuestra
particularidad, y hace cada vez más nítidos nuestros colores y cantos.
Si,
el Espíritu Santo es esa fuerza divina de amor que estando en constante
movimiento no deja de actuar, y hace que cada uno de nosotros viva y brille con
una forma particular.
Y
si alguna vez nos preguntamos y sentimos que no sabemos cómo encontrarnos con
el Espíritu Santo, tengamos claro que está más presente, cerca y dentro de lo
que podamos imaginar. Porque es un Dios vivo en constante movimiento que nos
impulsa a entregarnos, a ser mejores personas y a poder abrir el corazón a los
demás. Es quien nos mueve a arrepentirnos, quien nos ilumina para tomar buenas
decisiones y quien inspira a obrar con amor. Es Él es quien nos levanta, quien
nos apasiona y enciende para hablar de Dios a los demás.
Y
si experimentamos la presencia de Dios entrando y actuando en lo más profundo
de nuestra alma, es porque el Espíritu Santo se mueve, arde y se ha quedado
dentro.
Los
animo este domingo a dar gracias a Dios por habernos dado al Espíritu Santo quien
puede hacer maravillas en cada uno de nosotros.
Dejemos
que el amor del Espíritu sea siempre nuestra fuente y también nuestro fin. Porque
solo así podremos realizarnos compartiendo este amor recibido con los demás.
Caminemos
por la ruta diferente y única que tenemos, pero no olvidemos que los que están
en nuestra historia a pesar de ser distintos, comparten con nosotros el mismo
sello divino, el mismo amor, el mismo origen y el mismo fin.
Seamos
pues buenos amigos, hermanos y compañeros de viaje animándolos a acoger la
acción del Espíritu Santo en sus vidas. Y que en cada experiencia de amor
podamos comprobar y asombrarnos, porque estamos contemplando cómo Él habita
dentro de nosotros.
SECUENCIA DE PENTECOSTES
Ven Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven,
dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra
hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega
la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte
tus Siete Dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Gracias al Espíritu Santo nos susurra, nos guía hacia la única verdad "el bien" y nos entrega sus dones que fortalece a quien se lo solicite.
ResponderEliminarBella experiencia 💗🙏🏻
Me encantó, que bonito la analogia con la fuente!!! Muy cierto, tenemos un mismo origen y el mismo fin, el amor de Dios. Muy bonito TODO el articulo. Gracias!!
ResponderEliminarGracias Magali x la linda Reflexión, Que el Espíritu Santo me acompañe siempre, el es el fin!!!
ResponderEliminarQuerida Magali linda meditación, linda canción, y siempre es muy lindo tbn leer, la secuencia la secuencia de Pentecostés, me encantó, gracias Amiga querida.
ResponderEliminarDios te Bendiga y te Guarde siempre.
Elvira Orellana.