Hace pocos días me contaron sobre una chica que falleció sola en su casa y en otro país. El cuerpo no puede ser recogido aún ni hay vuelos para traerla de regreso. Qué desgarrador el dolor que deben estar viviendo sus padres, con la impotencia de no poder verla ni despedirse de ella. Seguramente ellos hubieran estado dispuestos a morir y asumir todo el sufrimiento por el que su amada hija atravesó... Pensaba cómo es el misterio del verdadero amor, en el que en un momento podemos quejarnos de nuestros dolores e incomodidades personales, pero al ver sufrir a esa persona que tanto queremos, nos olvidamos de ello y nos lanzamos a consolarle, apoyarle, sacar fuerzas de donde sea y ponernos de pie para cargar la cruz que atraviesa. Éste es el milagro y la fuerza del amor. Una fuerza que proviene de Alguien que es la fuente y el origen de este misterio… Una vez más el Señor me recordó que solo junto a Él las realidades aparentemente opuestas pueden unirse. Una de éstas es la del rechazo...
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...