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Las bondades del agua...


Después de una semana fuerte y confirmando nuevamente cómo Dios no deja de estar presente en todo, me vino una y otra vez la figura del agua. Este elemento de la naturaleza que compone las 2/3 partes en el ser humano. No sé si me vino por las lágrimas de dolor y de risa, el sudor del esfuerzo, la sed de mi preguntas o la de mi búsqueda.

Creo que el símbolo del agua puede expresar de muchas maneras el misterio del encuentro del amor y acción de Dios con nuestro camino y nuestra historia personal.

Y al combinarlo con la parábola del buen sembrador que recordamos este domingo, se me dio un lindo regalo espiritual, agradeciéndole a Dios por varios elementos que entendí.

Hoy me tomo la libertad de compartirlo con ustedes, tal vez se puedan identificar con algo de ésto...

Y le dije al Señor que dentro de mí:

Hay aguas como las del mar, con olas pequeñas que me animan a vencer nuevas metas y otras grandes que me revuelcan cuando no entiendo lo que ocurre.

Hay aguas tranquilas como las de un lago cristalino, donde puedo bucear hacia dentro encontrando mi interior, y encontrándote a ti allí.

Aguas como las cataratas, cuando vienes desde lo alto con fuerza y empuje para fortalecer mi vida y la de los míos.

Detalles recibidos de los que quiero, que son como esas gotas de rocío delicadas, con esa humedad libre que poco a poco refrescan mi corazón.

Aguas con temperatura distinta, como la caliente, que relaja lo tenso y abriga los corazones fríos.

Agua fría, que si cae de golpe me sorprende e impacta, pero luego me refresca y alivia.

Agua tibia, con la temperatura precisa, cuando las cosas llegan en el momento justo, con el equilibrio necesario.

Aguas con sabor neutro, para ayudar a mezclarse con otros sabores, otros nutrientes alimentándome y animándome de muchas maneras.

Agua que humedece las heridas parar que no se sequen y hagan daño con el tiempo.

Agua que entra en lo paralizado y las costumbres encallecidas, ayudando a moverme y caminar mejor.

Agua hervida que limpia y descontamina. Cuando quiero curar, limpiar y sanar algo pendiente o recién descubierto.

Agua que lava, para verme con más claridad como cuando se limpia el lente de las cosas para ver nítidamente todo y todos.

Agua para una garganta seca, cuando necesito calmarme y serenarme.

Agua como lluvia cuando hay lágrimas de dolor y por amor. Pues el que ama sufre y el que sufre ama.

O lluvia de las lágrimas de risa, de lo bueno, de los obstáculos o de nosotros mismos. Agua del buen humor y esperanza.

Agua fuerte como de tormenta, que hace que los muros caigan para ver los rostros de los demás o el mío. Tormenta que puede destruir mis estructuras, para construir sobre columnas verdaderamente sólidas. Tormentas que pueden asustarme pero que me ayudan a confirmar que Tú no te vas de mi lado.

Y luego de las tormentas y las aguas, viene ese arcoíris que ofrece paz y esperanza. Éste que se dio con la luz del sol, disipando el cielo gris con el inicio de todos colores posibles

Y es que en todo tipo de agua al combinarse con la tierra se hace barro vivo que contagia y despierta la semilla. Con el agua, la cáscara de mi semilla queda disuelta para dejar brotar la vida silente y escondida que necesitó el espacio y tiempo necesario.

El agua llegó a mí en el momento preciso y con la cantidad necesaria para mí.

Y el agua eres Tú, que al entrar en esta mi tierra árida o incompleta, puede hacer maravillas en mi vida. Agua que puede despertarme a la vida plena, ya aquí, en este mundo.

Hoy entiendo mejor que la forma del agua no importa, porque en todas estás Tú dándome la que es mejor. En todas, mi semilla puede crecer mejor para ser fuerte y libre.

Y es que Tú mi Sembrador, dejaste la semilla, pero luego viniste a regarla. Luego a alegrarte con los primeros brotes y logros, o a quitarme las malezas y daños que pueden obstaculizar mi camino. Tú mi Sembrador sigues a mi lado, sea grande o pequeña, albergue frutos o no.

Y es muy cierto que puedo elegir que la semilla caiga sobre el camino, sobre piedras, entre ramas que la distraen o en la buena tierra. Pero tu amor permite que me encuentre con el Agua de la Vida, con la brújula del Espíritu, con el cuidado de la Madre, con la intercesión de los santos y la providencia del Padre. Entonces con tus regalos y gracias regados con tu amor, me es más fácil optar por lo mejor.

Ayúdame Señor a esperarte en la tierra buena, para que pueda ser más feliz y permitir que crezca la Magali que estoy llamada a ser.

Madre de la Vida,

enséñame y ayúdame a ser agua clara y transparente,

que transmita con nitidez a tu Hijo

y pueda ayudar a calmar la sed en corazones

que viven en pantanos y barro infecundo.


Enséñame a caminar sobre el agua

con confianza grande y amor pleno.


Ayúdame a nadar rápido y firme,

para llegar al océano inmenso

que significa estar unida eternamente

con el dulce Jesús

que me acompaña

que me riega

y me conduce a la vida eterna.

Amén

Mt 13,1-23

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