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Uno por uno...



En este tiempo estuve valorando más la utilidad de muchas herramientas en la cocina que ayudan a preparar mejor los alimentos y aligeran las cosas. Una de ellas es el colador.

Este aparato deja fluir lo más líquido y ligero, y filtra lo pesado y grueso. Es como que permite que atraviese más rápido lo que es más liviano, donde puede estar muchas veces la esencia del sabor. No es un extractor de jugos, que lo hace de forma rápida y forzada. El colador lo va haciendo de forma natural y al ritmo necesario. Es una herramienta que tiene un poder particular…

Y lo traigo a mi memoria porque al rezar en el Evangelio de este domingo que es muy bonito e importante para el tiempo que vivimos, me quedé fijada no tanto en el tema del descansar en Jesús (algo indispensable), sino en lo primero que Jesús le dijo al Padre:

“Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”. Mt. 11,25

Y le preguntaba a Jesús. «¿Por qué prefieres revelarte a personas con esta cualidad?» «¿Por qué es tan importante la sencillez?».

Y él poco a poco me fue contestando…

Busqué su significado y origen. Y vi que esta palabra viene del latín “singulus” que significa “uno por uno”.


Puede referirse a lo que es hecho sin complicación, algo que es fácil de comprender, aquello que no presenta situaciones problemáticas o el no acumular elementos innecesarios. Características que son valiosas en sí mismas.

Si lo aplicáramos a nuestra forma de ver la vida, podríamos decir que es esa cualidad de no complicarse con ideas innecesarias y el no cargar prejuicios que entorpecen la visión de la realidad.

Una persona sencilla es también franca, espontánea y serena. Tal vez porque no haya complicaciones que le angustien teniendo la paz de ver con apertura lo que tiene en frente. Es una persona que no ocupa su tiempo, sus emociones o atención en temas innecesarios. Su motivación y su interés busca lo importante y lo que no se va. Tiene la mirada y elige con libertad lo que le hace feliz. Sabe colar y cernir lo indispensable y lo que necesita de verdad.

Los sencillos gozan de la vida porque pueden maravillarse y agradecer por cada cosa que está a su alrededor. Miran cada cosa, “una por una” y las admiran con simpleza y claridad.


Ésta es una virtud característica en los niños, pero también en los santos; aquellos que no lo son por milagros, elucubraciones teológicas o esfuerzos humanos. Son los que están más unidos a Dios porque dejan que Él entre libre y ligeramente por toda su vida llenándola de amor.

Y buscando vivir con esta sencillez, es que podemos estar más ligeros y con las valijas vacías para todo viaje de nuestra historia: el viaje interior para descubrir los tesoros de nuestro corazón, el viaje con los que amamos para gozar del encuentro y la comunión, el viaje y la aventura de lo lo que se nos presenta cada día, el del sacrificio por los otros o el del vuelo con nuestros sueños y los que Jesús tiene para nuestra vida.

Y las valijas se llenan poco a poco con cada tesoro que se nos va regalando,

Busquemos entonces llenarnos de esa alegría que brota de un corazón sencillo. Busquemos que nuestro “colador” aprenda a dejar de distraerse para dejar pasar lo realmente importante.

Y así esta sencillez, que es la de Jesús manso y humilde de corazón, es la que nos puede llevar a experimentar el «yugo llevadero» y la «carga ligera» en nuestra vida porque no hay peso de sobra. Y entonces podemos experimentar lo que es descansar en Él, porque nos lleva.

Y cuando dejamos que nos lleve, Él puede entrar a nuestra vida llenándonos de su amor y haciendo todo más nítido, bueno y dulce, incluso en los momentos difíciles.

Que en las experiencias que nos toca vivir en este tiempo: sea la enfermedad, las inseguridades o preocupaciones; como en los momentos de gozo y tranquilidad, puedan ser ocasión para buscar primero lo esencial, lo verdaderamente importante y así cultivar un corazón sencillo para escuchar bien lo que Dios nos quiera revelar.


Dame Jesús manso y humilde

un corazón sencillo como el tuyo

un alma clara y fresca como los niños

una mirada firme y abierta como la de tu Madre

un espíritu confiado y amante

que da todo sin dudar

como lo harían ellos.


Recuérdame por favor

que sólo el que es libre para dar y recibir

es el que elige la mejor parte

disfrutando poco a poco,

uno por uno

sencillamente así.

Amén

Mt 11,25-30


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