Pasé Noche Buena en la clínica y pude ir con las enfermeras a rezar frente al nacimiento que tenían en el pasillo central. Todas estábamos entusiasmadas. Ya llegaba las 12, y antes de iniciar la oración se dieron cuenta que la encargada del turno anterior dejó el cajón con llave y el Niño estaba dentro… Faltaba lo más importante. Todos los preparativos, las luces las imágenes bien puestas, el Árbol de Navidad al lado, pero el Niño no estaría a las 12…Y esa ovejita mirando a José como preguntándole: «Pero José, ¿Qué pasó?» . Me vino entonces la experiencia simbólica de algo que puede pasar muchas veces en nuestra vida cuando perdemos el horizonte de lo central. Cuántas veces podemos atarearnos y cansarnos por los detalles, las coordinaciones que hasta llevan a discusiones o malos entendidos con los nuestros. Esas celebraciones familiares en las que se termina discutiendo con la misma familia por pequeños e innecesarios temas. Otras veces creo que puede suceder en nuestros proyectos...
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...