Me siento afortunada. Tengo la certeza de varios momentos, no sólo uno, en los que pude experimentarme feliz, segura de lo que quiero vivir, realizada, comprendida y en comunión anhelada. Sí, diversas experiencias que no he borrado ni borraré de mi memoria. Esos recuerdos que me ayudan a caminar día a día y que son una verdadera vitamina para cuando las cosas son oscuras o difíciles de llevar. Y cuando estos tesoros además se divinizan por ver en ellas la acción y la presencia evidente de Dios, es como que la experiencia indescriptible se multiplica, y no tiene fin. Difícil de categorizar y explicar; y tampoco pretendo hacerlo. Pero les invito a hacer una línea de tiempo para tomar conciencia que todos podemos identificar esos momentos felices e importantes que marcaron nuestro corazón y alentaron nuestro camino más de una vez… El Evangelio de este domingo de Cuaresma cuenta la historia de Jesús que fue a un monte, distinto al de las tentaciones y desierto que vimos el dom...
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...