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Antes del amanecer...

 



¿Sabías qué el momento más oscuro de la noche es justo antes del amanecer?

Cuántas personas que conocemos o tal vez nosotros mismos, hemos atravesado situaciones en las que parece que la oscuridad y la noche no nos traerán la luz de vuelta. Situaciones en las que no se ve una salida y todo se complica más y más.

Y creo que es distinta la sensación de tener una experiencia de oscuridad cuando se viven circunstancias que vienen de fuera, que no dependen de nosotros, o aquellas que son ocasionadas por el mal uso de nuestra libertad y en las que tenemos poca o mucha responsabilidad.

Creo que, en esta segunda posibilidad, la oscuridad tiene un dolor diferente. Experimentar que sufrimos heridas causadas en nuestro interior y que hasta pueden afectar a los demás. Esas situaciones en las que se suma el temor latente de que, si los demás lo saben, podemos terminar solos, rechazados y separados de los nuestros.

Me atrevo a pensar en ello, porque estoy convencida que la mirada y misericordia que tiene Dios para todos y cada uno de nosotros es muy distinta. ¿Acaso Él no sabe cómo somos y qué vivimos? Y a pesar de ello ¿Qué no ha hecho para buscarnos?

Esa es la amorosa mirada que Jesús nos muestra en el Evangelio de este domingo.



Vemos el encuentro de Jesús con un hombre leproso. Preso de esta enfermedad tan dura, producida por una bacteria que afecta nervios, piel, mucosas, huesos. Y que lleva a la desfiguración, discapacidad y ceguera. Condición que para los judíos era además leída como el producto de su pecado. Era toda una desgracia que les obligaba a alejarse de su familia y su pueblo, estando condenados a morir lejos.

Y me atreví entonces a pensar que, en nuestra vida interior, podríamos vivir padecer esta enfermedad a causa de muchos factores donde las malas opciones nos van llevando poco a poco a situaciones peores; a tal punto, que al mirar nuestro rostro en un espejo, podamos encontrarnos con alguien desfigurado sin reconocernos a causa de tanta mediocridad y actitudes que fueron malogrando nuestra fisonomía interior, incapacitándonos para el bien y debilitando nuestra voluntad y razón para el esfuerzo de ser mejores cada día.

Me conmovió entonces la actitud rendida y abierta que tuvo este leproso al encontrarse con Jesús, y me invitó a contrastarla con la mía. Creo que este hombre se sabía en el momento más oscuro de su vida: solo, débil, rechazado. No tenía ya nada más  que perder. Dolor que le llevó a ponerse de rodillas ante Él sin exigirle nada. Sólo le dijo de corazón “Si quieres, puedes limpiarme”.

Cuántas veces en nuestra vida o en la de los nuestros, podemos ver que nos hemos ido deformando y no nos reconocemos. Momentos en los que la sinceridad y conciencia de uno mismo se hace más fuerte. Esos donde brota el arrepentimiento . Momentos en los que el corazón nos pide ponernos de rodillas para levantar los ojos y el corazón al cielo para decirle con toda el alma que Él sabe lo mejor para nosotros, pidiéndole que nos cure, nos salve nos rescate para poder estar a su lado otra vez. 

Son esos misterios dolorosos, donde las lágrimas acrisolan nuestra mirada para tener el corazón más abierto y comprender mejor cuánto le necesitamos.

Y estoy segura que al igual que le respondió al leproso, nos dirá una y otra vez: “Quiero, queda limpio”.



Entonces, luego del momento más oscuro, vendrá este hermoso amanecer y lleno de esperanza, para ver con la luz de la fe, que Jesús no dejó de estar a nuestro lado esperándonos que libremente busquemos el regreso a la casa del Padre.

Valoremos y atesoremos con paz esos segundos antes del amanecer que nos ayudan a valorar el tesoro de la luz, del Sol divino y de saber que el amor y la gracia de Dios están siempre para salvarnos de todo. No habrá error y caída que no pueda ser curado y sanado por la luz de su gracia.

No habrá lepra, heridas ni enfermedades que dejen de ser curadas por el mismo Dios si se lo pedimos. Él es el primero en querer curarnos, en querer salvarnos, en vernos sanos, limpios y fuertes para que nuestro rostro, nuestro corazón y todo nuestro ser camine a su lado y nos guíe hacia el cielo y el gozo eterno.

Estamos a menos de una semana del Miercoles de Ceniza. Ya viene este tiempo de Cuaresma que es un tiempo privilegiado para identificar las oscuridades, las heridas y todo aquello que queremos que sea curado por nuestro Señor. Por ello aprovechemos este tiempo que se nos regala para reconocer esas oscuridades que al ser iluminadas por la Luz de Cristo disiparán el dolor y las heridas que aún no son sanadas en nuestro corazón.

Lancémonos a ver con esperanza lo más oscuro y escondido, para que el Sol de Justicia entre en todo nuestro ser, para regalarnos su amor y la esperanza viva de saber que Dios SÍ QUIERE SALVARNOS PORQUE QUIERE VERNOS FELICES HOY Y PARA SIEMPRE.


Marcos 1,40-45


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Espero que esta canción les guste. La letra es muy bonita y puede ayudarnos a ahondar en el misterio del encuentro entre nuestras oscuridades y la luz de Cristo.



Comentarios

  1. Gracias Magali por compartir tus reflexiones que nos hacen entender mejor el evangelio de todos los domingos, la canción tiene un mensaje bellísimo.

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  2. Dios mio espero siempre el amanecer, no me dejes en la oscuridad, y dame siempre tu mano.

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