Tan cotidiana, útil y
necesaria. Más de una vez al día la usamos para llegar al destino que
necesitamos. Y tenga la forma que tenga, es conocida por todos pues siempre
consiste en pisar un peldaño para poder llegar al siguiente. Y aunque tengamos la
agilidad de subirlos de dos en dos o de tres en tres, hemos cruzado el anterior
para poder llegar al siguiente.
Este es un camino que podemos compararlo
con muchas experiencias de la vida: la edad donde un año cumplido nos lleva a vivir el
siguiente, los estudios pues sin los previos no estamos capacitados para los siguientes, el libro que leemos pues, aunque sepamos el final, la riqueza está
en el camino. La experiencia ganada en el trabajo que nos capacita para otro puesto o responsabilidad. En fin, tantos ejemplos que se nos puede venir a la mente
en los cuales hemos atravesado una experiencia para poder vivir la siguiente.
Y creo definitivamente que podemos
también aplicarlo a nuestra vida interior. Esas historias en la vida que nos
enseñaron a poder atravesar el reto que ahora tenemos en frente, esas situaciones
exigentes que forjaron el corazón para ser capaces de vivir la que viene,
esas situaciones dolorosas o difíciles que nos ayudaron a saber afrontar con madurez
las que ahora se nos presentan.
Jesús en el Evangelio de esta
primera semana de Cuaresma, nos muestra cómo también a Él vivió lo mismo. Luego de 30 años de
anonimato y vida sencilla, le llegó el momento de ser llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado, pasar hambre y
sed en medio de peligros y alimañas. Le llegó el momento de guardar ese
silencio necesario para vivir un encuentro más fuerte y vivo con el Padre y comprender su misión. Desierto que le preparó para el inicio de su vida pública,
para empezar a anunciar con firmeza, para enseñar a vivir el verdadero amor a
pesar del precio de su muerte en Cruz. Supo que había llegado la hora. Y al
salir de estos 40 días de desierto nos lo dijo también a nosotros: “El tiempo se ha cumplido y el Reino
de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva”.
Y entonces le preguntaba a Jesús:
¿Señor, qué tiempo se ha cumplido para mí?
¿Qué me toca vivir, cambiar, crecer o reafirmar en mi vida?
¿Qué
peldaño necesito subir?
Este año con tanto dolor que nos rodea, tanto misterio por comprender, tantos corazones que buscan, tanta conciencia del misterio de la muerte y el de la vida, tantas preguntas sin respuestas ¿Qué me dices a mí?
El tiempo se ha cumplido, llegó la hora y está
listo el nuevo peldaño que me tiene preparado. Y aunque sea exigente, es algo
necesario que me hará más libre y me salvará de muchas esclavitudes interiores.
Llegó el momento de madurar
más, de poner nuestra seguridad en la única Persona que no se derrumba, que no
nos falla, que no se enferma, que vence la muerte y que nos ama más que nadie en el
mundo. Aquel que se hizo un ser humano como nosotros y Aquel que no deja
de ser Dios.
Jesús nos invita con amor y
esperanza a subir el nuevo peldaño para ser esa persona que en el fondo del alma
esperamos ser. Nos invita a tomar decisiones y opciones radicales que son las mejores,
aunque sean difíciles o incómodas, pero en las que NUNCA podemos olvidar
que serán posibles porque no se logran solamente con nuestra libertad y esfuerzo sino,
sobre todo: con su fuerza y su gracia.
Esta es una escalera que Él subió primero desde toda la eternidad. Es aquella que baja hasta el primer peldaño para recogernos y subir con nosotros, en la que va a nuestro ritmo, en la que baja nuevamente los peldaños necesarios cuando caemos, que se ríe y salta cuando subimos de dos en dos, que nos sostiene y carga cuando nos parece muy alto y difícil, escalera con flores y dulces cuando nos anima, ésta que la limpia constantemente para no resbalarnos con piedras o agua sucia, que tiene un pasamanos para sostenernos y tomarnos de su mano para sentir constantemente su ternura, paciencia y presencia.
Que iniciemos este tiempo de cuaresma mirando de frente el rostro bendito de Jesús, para ver como en un espejo aquello que necesita nuestro espíritu.
Tomémonos de su mano y vayamos confiados
por esta escalera. Llegó la hora de subir para estar cada vez más cerca del
cielo, de la libertad anhelada y de la vida plena y feliz junto a Él.
Invitemos a los nuestros a
subir juntos. Cada uno en su propia escalera, pero en comunión y gratitud
porque todos tenemos a este Señor dentro que nos sostiene de su mano y nos da toda
la gracia necesaria para pisar con entusiasmo y alegría el nuevo peldaño que tenemos en frente.
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Esta canción podemos haberla
escuchado muchas veces. Les animo a escucharla y seguir la letra en este
contexto de la meditación y del tiempo que nos toca vivir…
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían. Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva» Mc 1,12-15
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