Podríamos envidiar esta imagen cuando en algún momento
hemos tenido esta difícil experiencia de pasar más de una mala noche…
El insomnio es un problema que se ha vuelto más común. Éste es un trastorno
por la dificultad al conciliar el sueño, por despertarse frecuentemente en la noche o
despertarse antes de lo planeado. Y es ocasionado por diversas causas: como el
stress, la depresión o la ansiedad entre otros. Trastorno de algunas semanas o
los que ya son crónicos ocasionando varios daños en la salud y la vida
cotidiana…
Lamentablemente con la pandemia y las distintas consecuencias que nos ha traído,
se sabe que éste ha incrementado muchísimo. Actualmente 1 de cada 4 personas de
la población mundial padecen algún desorden del sueño.
Consideremos que todos naturalmente atravesamos distintas situaciones, sea por etapas de la edad o la familia, sea por temas de salud o de trabajo. Y agreguemos a ello otros factores que lo agravan como por ejemplo lo que mi país y otros de
América Latina pasamos con situaciones políticas muy delicadas que generan
inseguridad y desconcierto.
No es que quiera poner leña al fuego para aumentarles más insomnio, más bien pretendo resumir lo que puede ocurrir cuando leemos nuestra
vida sólo desde los problemas y las dificultades. Cuando nos hacemos daño por adelantarnos negativamente al futuro asumiendo que todo
irá de mal en peor, o cuando nos quedamos fijados en el pasado, en los dolores
vividos o las pérdidas sufridas. Experiencias que definitivamente sí pueden
alterar nuestras emociones, pero que pueden alterarse más aún
si no sabemos comprender la realidad con una mirada más completa.
¿No será que está en nuestras manos el dejar de vivir en un permanente insomnio, sea de noche o de día?
¿No será que ese estado de alerta nos mantiene despiertos por buscar tal vez tener todo controlado?
Me vino toda esta reflexión cuando rezaba el Evangelio de este domingo en el que Jesús invitó a sus apóstoles a ir a “la otra orilla” del mar de Tiberiades, y
de noche les cogió una gran tormenta.
Las tormentas son muy críticas en tierra, pero graves en el agua. Tormenta
que atraviesan los 12 apóstoles, donde algunos de ellos incluso eran expertos
en la barca, pero su habilidad no era suficiente para controlar el venir de las
aguas. Olas que los ahogaban, barcas que amenazaban hundirse. Estaban en
peligro de muerte.
Tormentas que pueden parecerse a lo que ocurre en nuestra vida.
Experiencias difíciles que parecen hundirnos, noticias que pueden dejarnos sin
respiro, situaciones en las que no vemos salida, momentos en los que elevamos
la mirada y no vemos luz sino rayos, no aire sino más agua y oscuridad.
Tormentas cuando regresan a la mente esos traumas o dolores, tormentas actuales
y constantes, tormentas que vemos venir y no sabemos ver la salida.
Tormentas que permitimos que lleguen, tormentas que nos pueden venir sin
esperar, tormentas que no lo son y solo aparecen en nuestra imaginación.
Sea como sea, son dolores reales…
Y tal vez por ello, Jesús quiso enseñarnos muchas cosas al quedarse profundamente
dormido en medio de esta tormenta. No envidiaba el bebé de la foto, porque como
buen hijo del Padre, confiaba en Él. Dormía siendo un ser humano más que podría
hundirse y morir con los demás.
Y entonces esperó que le despierten, dejó que le pidan ayuda. Dejó que
saquen los miedos y reclamos más sinceros: “¿Señor no te importa que
nos hundamos?”. Un grito tal vez parecido al nuestro cuando ya no
sabemos a dónde mirar y le exigimos señales de su poder.
Se despertó calmando rápida y sencillamente las aguas y el viento,
recordándoles con firmeza que tengan fe, que no la pierdan. Que con Él no hay
nada que temer.
Dan ganas entonces de retroceder la escena de estas tormentas y releer
estos momentos donde encontramos que hemos sufrido más de la cuenta por no
tener fe y en los que tal vez hemos dejado de vista verdades importantes que el
Evangelio nos enseña:
-Vivir momentos con cambios de camino. Estar rumbo a “otra orilla” que
puede ser exigentes. Pero donde no podemos olvidar que fue Él quien nos invitó
a este reto, por lo cual Él nos da la fuerza y los medios para seguirlo.
-Estar en una barca donde Jesús está siempre: es la barca de nuestra vida.
Y parezca dormido, silente, hable o no lo veamos, está conmigo y contigo, nos
toma siempre de su mano para estar protegidos. Una barca en la que, si se lo
permitimos, Él la conduce hacia la otra orilla y otros mares …
-Estar en un camino en el que siempre está con nosotros. Y en el que
siempre podemos y necesitamos pedirle ayuda. Que por más que nos sea un camino
conocido, tengamos experiencia de vida o tengamos talentos y dones, siempre
necesitaremos su ayuda y su gracia. No podemos controlar todo, no podemos
caminar solos: necesitamos siempre de Él.
-Estar en un camino con otros, como esta barca y las otras que iban con
ellos, porque Él sabe que también necesitamos contar con aquellos amigos y
familia que nos recuerdan quiénes somos.
-Estar en un camino en el que más de una vez podremos ahogarnos, sufrir y
padecer muchas cosas, pero donde tenemos a un Jesús a nuestro lado a quien
podemos llorarle, reclamarle y desahogarnos sabiendo que nos comprende y sabe
quiénes somos.
Y estoy convencida que cuando releemos así las cosas, si hacemos verdaderos
actos de fe para recordar que estamos EN LAS MANOS DE DIOS, las tormentas y los
problemas no nos quitarán el sueño porque las cosas están claras y en su lugar.
Se irá el insomnio interior cuando dejemos que DIOS SEA DIOS en nuestras
vidas.
Y entonces dormiremos confiados en su regazo y comprenderemos que el que no
duerme y vela nuestros sueños todo el tiempo es más bien Él…
____
Formas
tan variadas
cuando
el miedo llega
cuando
las dudas angustian
cuando
el dolor crece
y nos
vemos vulnerables
sintiéndonos
a la deriva.
Formas
tan humanas y comunes
en las
que la emoción cambia brusca o lentamente
sintiendo
un grito agudo
con
esas preguntas, recuerdos y tristezas
esas
que quitan todo sueño.
Formas
tan humanas en las que solo queda mirar al cielo
para
aceptar que sin ti nada puedo
para
llorarte los temores, dudas y dolores
para
pedirte con insistencia que me ayudes nuevamente.
Formas
tan humanas como Tú te me acercas
desde
una hermana que me tiende la mano
desde
un ser humano que me recuerda tu ternura
desde
una experiencia cotidiana de códigos amorosos que son mensajes tuyos.
Formas
tan humanas y divinas como Tú me ayudas
con tu gracia y fortaleza cuando creía no poder más.
con
tus palabras precisas en la oración y el encuentro
con tu
Cuerpo Divino regalado y entregado.
con
esa Alianza bendita que me diste para siempre.
Tormentas
muy humanas que me hacen tanto bien
porque
me recuerdan cuan pequeñita soy
porque
me recuerdan que tengo por Señor
al
dueño del agua y del viento
Al
Mejor…
Momentos
tan humanos
tan
grandes e inolvidables
en los
que he sellado otra nueva alianza
para
entregarte mi vida, mi futuro y mi pasado
para
confiar una vez más
en tus
planes, tus formas y tus tiempos.
Momentos
tan humanos y de encuentro contigo
sea
sobre tierra, sea sobre agua
sea en
la tormenta, sea en el viento fresco
sea en
las cruces o sea en los gozos.
Momentos
de eternidades
para
saber que estas siempre a mi lado
parezcas
dormido o despierto,
porque
sea como sea me sigues cantando
cuánto
me amas y cuan sostenida
estoy yo en tu regazo.
Y
entonces las cosas terminan al revés
porque quieres que duerma y descanse
sabiendo que eres Tú quien nunca lo hace
para
cuidarme, sanarme y acompañarme
para
construir la felicidad que anhelamos
ese
cielo que ya ha comenzado.
AMÉN
Mc 4,35-41
Querida Magali, buenas tardes.
ResponderEliminarPreciosa reflexión de "El insomnio en las que enumeras las diversas causas que nos pueden llevar a padecerlas.
Es la barca de nuestra vida y aunque Jesús parezca dormido, silente, hable o no lo veamos, está conmigo y está contigo, nos toma siempre de su mano para estar protegidos.
Una barca en la que si se lo permitimos "Él" la conduce hacia otra orilla y otros mares.
Necesitamos siempre de "Él"
¡Que maravillosa reflexión querida Magali!!!
Gracias por darnos tu tiempo y compartir tus bellas reflexiones.
Dios te Bendiga siempre.