Hay personas en este mundo que nos miran con amor y reverencia, con respeto y gozo, que al encontrarse con nosotros nos llenan el día de alegría y esperanza más allá de las dificultades de la vida. Esas personas que sin dejar de vernos con amor y mucho realismo en la tierra tienen la mirada del espíritu puesta siempre en el horizonte.
Aquellas personas que caminan en la tierra pisando, traspasando las piedras y dificultades con responsabilidad y esfuerzo. Pero que, a pesar de ver la maldad y las verdaderas intenciones de muchos corazones, no dejan de amar la humanidad y ver lo mejor de cada uno.
Esas personas maravillosas que vivan lo que vivan, no dejan de tener los ojos del espíritu puestos en la eternidad y el cielo prometido. Y allí radica su fortaleza...
Si eso podemos experimentar y tanto bien nos hacen, ¿Podemos imaginarnos cómo habrá sido lo que se vivió junto a la misma María? ¿Cómo era con los apóstoles? ¿Cómo consoló a Pedro luego de negar 3 veces? ¿Cómo animó a los apóstoles luego de ver morir a su Hijo? ¿Cómo serían esos maravillosos diálogos de familia y esos encuentros que vivieron José, Jesús y María? ¡Cómo habrá sido la relación de todo aquel hombre y mujer que la conoció en la tierra!
Una mujer admirada a lo largo de la historia y por todo tipo de personas. Pero no por sus talentos, su liderazgo o su fuerza. Es aquella que, abriendo los secretos de su corazón a Isabel, reconoció que desborda de gozo porque Dios ha visto su humildad.
Humildad que
no se refiere a esta virtud tan necesaria que seguramente también vivió. Sino que se refiere a la de saberse tan frágil y
pequeña, casi invisible para los ojos humanos. Humildad y sencillez por
la que Dios encuentra la docilidad para actuar y obrar maravillas en su vida y su historia.
Una mujer que no tiene
puesta su atención ni su interés en la fama, los aplausos ni los primeros puestos. La
que tiene puesta su mirada en el cielo, porque Dios es el dueño
de su vida y de su corazón. La que es sabe pobre porque su riqueza es sólo Él.
Esa Madre que no vive en
la tierra, que se fue al cielo en cuerpo y alma (como celebramos este domingo). Y aunque no la podamos ver como los apóstoles, está más presente de
lo que podamos imaginar. La que se apareció de tantas formas a lo largo
de la historia con tan diversas advocaciones para hacerse más cercana y hablar
nuestro idioma.
Esta Madre que con su ternura
y sencillez derrite tantos corazones endurecidos y soberbios. Cuánto consigue una
madre por su hijo. Cuántas historias de grandes pecadores o criminales que ante
la presencia de su madre parecen unos tiernos niños en sus brazos. Historias de
personas soberbias y testarudas que pudieron arrepentirse y cambiar de rumbo
por el ruego y las insistentes oraciones de una madre. ¡Y entonces, qué no
lograrán nuestras dos madres unidas!
Y tú Madre nuestra, estás junto a nosotros: confiada en que podremos salir adelante,
confiada en que corregiremos ese defecto que tantas heridas nos ocasiona, constante en
pedirle a tu Hijo por aquel vino que falta en la boda de nuestra vida,
entusiasmada con nuestros pequeños logros y batallas ganadas. Madre que
perseveras y velas nuestros sueños y nuestros días.
Madre que desde el cielo no
dejas de actuar de manera eficaz en nuestras familias, nuestros proyectos, nuestros
trabajos. Que nos acompañas y ayudas en toda realidad importante y no importante.
Que tienes tantas hermosas historias en las que hiciste hasta lo imposible por vernos
junto a nuestro Hermano Jesús.
Madre que has subido al cielo recordándonos dónde tener puesta nuestra mirada, recordándonos para qué hemos nacido.
Que nos esperas con una morada ya preparada para gozar eternamente junto a tu
Hijo y con todos los que amamos.
Madre que desde el cielo, haces todo lo posible para ser felices aquí en la tierra con tu ayuda, tu presencia, tu intercesión y tu ternura profunda .
Madre buena que recibes a los nuestros con tanto amor y alivias las lágrimas de nuestros duelos.
Madre del cielo que cuidas
de nuestra madre en la tierra. Y si ya partió, ahora canta contigo esa melodía del espíritu que arrulla nuestro corazón.
Gracias por ser nuestra madre ahora y siempre.
Que este día de la Asunción
de la Virgen, podamos reencontrarnos con nuestra Madre del cielo. Que tomemos conciencia que nos ama
y actúa en nuestra vida y corazones más de lo que podamos imaginar.
Madre del cielo, que fuiste
llevada por tu Hijo amado
Madre del cielo que nos
recibiste como herencia y legado
Madre amorosa que velas nuestros
sueños y cuidas nuestras luchas
Madre fiel, que consuelas
nuestras lágrimas por las caídas y las decepciones
Madre buena que no dejas
de guiarnos y animarnos en las duras batallas
Madre humilde, que nos
enseñas a descubrir esa verdad que habita dentro
Madre celestial que despejas
las nubes cuando el sol no se deja ver
Madre del buen consejo que
nos alientas a tomar las decisiones más sabias
Madre mía, Madre de todos,
Madre de Dios
Madre que arrullas mi corazón de niña
Gracias por poder ser hija y
discípula
de la mejor cristiana, la mejor
mujer y la mejor persona.
Sólo con tu ayuda puedo ser santa y llegar
al cielo.
Ayúdame a vivir ya en la
tierra la eternidad prometida
y llévame contigo en todo momento.
AMEN
Lc 1,39-56
Les dejo una bella oración del
siglo XIII
Oh Señora,
me has robado el corazón.
Y yo te pregunto:
¿Dónde lo has puesto?
¿No lo habrás escondido en tu Corazón,
por temor de que yo lo encuentre?
Oh, Robadora de Corazones,
¿Cuándo me devolverás el mío?
¿Quieres quedarte con él para siempre?
Cuando yo te lo pido,
Tu sonríes,
y tu sonrisa me tranquiliza.
Pero, vuelto en mí,
si te lo vuelvo a pedir,
me abrazas, oh Dulcísima.
Entonces,
embriagado de tu amor,
ya no pienso en mi corazón,
y no sé pedirte otra cosa que el Tuyo.
Desde este momento
mi corazón se encuentra
tan embargado por tu Dulzura,
que te lo doy,
para que Tu lo guíes
y para que lo coloques
en el Corazón de tu Hijo.
Ricardo de San Lorenzo
Y aquí dos canciones que seguro las conocemos pero es lindo rezarle a la Madre, con la letra de estas canciones.... les aliento a hacerlo
María esa mujer:
Maravillas hizo en mi:
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