Ir al contenido principal

Descontaminarnos...

 


La contaminación se da cuando al entorno ingresan elementos que normalmente no deberían estar afectando el equilibrio. Sustancias que no pertenecen a ese ambiente e impiden el crecimiento y vida de lo bueno y sano. Algo antinatural.

 ¿Cómo podríamos trasladar esta figura a nuestra realidad humana? Sería buscar qué es aquello que al estar en nuestra vida nos hace menos personas. Buscar lo que va en contra de nuestro bienestar, de nuestra salud, de nuestra felicidad. Aquello que impide que crezcamos y seamos mejores personas.

 Pero a diferencia de las plantas, animales u otros seres vivos, lo externo no nos determina pues lo que realmente hace daño se origina en el interior cuando tomamos decisiones que van en contra de nosotros.

 Puede haber factores externos que nos hacen daño, historias de vida dolorosas, sufrimientos y situaciones de vida muy adversas en la historia de una persona. Elementos que influyen y afectan mucho. Pero tengamos claro que un ser humano al tener razón, conciencia y libertad, no está determinado por ello.

Será más difícil para unos que para otros, pero la vida de tantas personas a lo largo de la historia nos enseñó que la última palabra y la decisión de humanizarnos está en nuestro interior. Cuántas personas que ante una historia familiar difícil y dañina, tienen un hermano que salió adelante, otro que se amargó la vida y otro que se dejó llevar. Cuántas situaciones de pobreza y limitaciones en las cuales una persona sale adelante y otra vive lamentándose, victimizándose o buscando la fórmula más fácil a pesar de ir contra sus principios.

 Y creo que el Evangelio de este domingo junto con otras enseñanzas, nos deja claro el valor y tesoro de nuestra libertad.

 Jesús nos dice una verdad que es muy bueno repetírnosla una y otra vez:

“Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre”. Mc. 7,15


 Afirmación que nos lleva a preguntarnos:

¿Qué contamina mi corazón?

¿Qué hay en mi interior que puede contaminar mi vida?

¿Qué es lo que más brota de mi corazón?

¿Qué luz es la que guía mi mirada?

¿Qué motiva el latir de mi corazón y de mis opciones?


 

Seguramente encontraremos un deseo grande de amar más y mejor; y junto a ello también defectos y vicios que debilitan nuestra libertad.

 Pero entonces no olvidemos que allí también encontraremos al mejor Doctor. Aquel que cura nuestras heridas y dolores, que sana las enfermedades del corazón. Aquel que fortalece nuestra voluntad y nuestro espíritu para saber siempre sobreponernos. Un Médico que nos da las mejores vitaminas para que crezcan nuestros dones, nuestros anhelos más profundos haciendo madurar todo nuestro mundo interior.

 Y entonces, con un corazón sanado y lavado con el precio de su entrega, es que podemos dejar de contaminarnos. Sólo con su gracia y poder, es que, al tener un corazón transparente y libre, podremos ser nosotros mismos para volar alto y firme. Sólo con Él brotará de dentro todos los tesoros que ha sembrado en nuestra humanidad.

 Creo que el secreto de los santos ha estado justo en esto tan sencillo y concreto: dejaron de echar la culpa al sufrimiento y lo externo, para estar siempre cogidos de la mano de Dios pues sabían que Él es quien sana y limpie nuestros corazones como si fueran preciosos cristales. 

Si, estamos llamados a ser bellos cristales que puedan reflejar la luz y calor de Dios de tal manera que manteniendo nuestra forma de ser, dejemos que esta luz traspase nuestras vidas para multiplicar los dones y tesoros recibidos. 

 Bien lo decía el Papa Francisco:

“Los santos no son figuritas perfectas, sino personas atravesadas por Dios. Podemos compararlas con los vitrales de las iglesias, que hacen entrar la luz en diversas tonalidades de color. Los santos son nuestros hermanos y hermanas que han recibido la luz de Dios en su corazón y la han transmitida al mundo, cada uno según su propia “tonalidad”. Pero todos han sido transparentes, han luchado por quitar las manchas y las oscuridades del pecado, de tal modo de hacer pasar la luz afectuosa de Dios. Este es el objetivo de la vida: hacer pasar la luz de Dios; y también el objetivo de nuestra vida”. Ángelus solemnidad todos los santos 2017

 


Una nueva semana para creerle a Jesús, para entender que nada nos determina, para recordar que lo esencial y el motor de nuestras vidas se inicia en este espíritu y este corazón recibido. Un corazón llamado a ser libre y que al permanecer limpio y transparente deja de contaminarse y hacerse daño. 

Un corazón amado eternamente por Él. Un corazón que ha nacido para sanar en lugar de dañar, para amar en lugar de odiar, para perdonar en lugar de vengarse, para servir en lugar de esperar halagos, para vencer retos y batallas en lugar de la mediocridad. Un corazón nacido para volar alto, hasta el cielo…

 Que nada en el interior como exterior nos determine, nos gane y deforme. Y que el amor de Dios sembrado en nuestro interior nos lleve a ser felices alcanzando la santidad para la que hemos nacido. 

No tengamos miedo porque nada ni nadie puede dominarnos cuando Él nos anima y fortalece en estas grandes y pequeñas batallas y decisiones.  

 Marcos 7, 1-8.14-15.21-23

 ____

Les comparto la película de María Magdalena, de quien dicen el Evangelio que Jesús le expulsó expulsaron 7 demonios. Ella nos muestra con su vida y con un corazón convertido y transformado por la gracia de Dios, que es posible alcanzar la santidad.


https://www.youtube.com/watch?v=qvqBPpKE1yI

 

Comentarios

Publicar un comentario