Fue un hombre bueno y fiel. Valiente y consecuente
con la verdad que enseñaba, a pesar de tener 400 hombres en su contra. Habló de
Dios con su vida y palabras mostrando hasta con milagros que el de Israel era
el Dios verdadero. Fue testigo de la obra y presencia fuerte de Dios, a quien
le hablaba claramente. Un instrumento de Dios y un hombre de fe.
Pero un día al recibir la amenaza de muerte de una
mujer poderosa, se dejó llevar por el miedo, decidió esconderse y huir al
desierto…
Huyó físicamente, pero también le brotó un desierto
interior. Parece haberse olvidado tantas muestras del poder de Dios siendo
incluso testigo de milagros. Y Elías no fue capaz de sobreponerse. Le ganó el
desánimo, la tristeza, la impaciencia y el miedo. Sintió que ya no podía seguir
adelante y hasta deseó la muerte. Y así rendido, se quedó dormido bajo un árbol
¿No será que podemos identificarnos con él en más de
una situación?
Sentirnos también amenazados de distintas maneras. La
de un futuro incierto, la del pavor al fracaso, las incertidumbres económicas, la
de quedarnos solos, la de enfermarnos. Esas ideas que amenazan con quitarnos el
sueño, cuando nuestros defectos nos juegan en contra. Amenaza y riesgo a vivir
un sufrimiento grande si optamos por ser consecuentes con nuestra conciencia…
En fin: cada uno puede identificar las suyas.
Amenazas que pueden robarnos la paz y la esperanza.
Aquellas que nos pueden afectar más de la cuenta. Las que descalifican la
confianza en nosotros mismos. Y, sobre todo, las que nos pueden impulsar a desconfiar
en el mismo Dios que en más de una ocasión nos ha sostenido y mostrado la
grandeza de su poder y su amor por nosotros.
Pero en este hermoso relato, una vez más Dios no le abandonó.
Entonces un ángel despertó a Elías y le dijo: «¡Levántate, come!».
Levántate y despierta para alimentarte, pero sobre
todo levanta el ánimo y renueva la fe para acoger el verdadero alimento.
Y Elías a pesar de todo lo que pudiera sentir y ver,
se dejó guiar una vez más, se repuso, y comió con el pan que Dios le envió. Un
alimento tan poderoso, que le permitió caminar 40 días y 40 noches (es decir,
por mucho tiempo).
Un profeta que nos anticipó el Pan del Cielo que
Jesús nos vuelve a mostrar este domingo en la continuación de este Evangelio de
Juan. En el que también encontramos otros como nosotros, que les costaba
creer en Él. Que también tenían hambre de Dios sin saber cuánto.
Historia en la que a pesar de su incredulidad, Jesús les
dice estas palabras con amor y firmeza:
“Si uno come de este pan, vivirá para
siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo”. Jn 6,51
¡Comer este Pan del Cielo! No se trata ya del pan que
fortaleció a Elías, no del maná que dio Dios en el desierto al Pueblo de Dios. Pan que no es entregado
ni por un ángel ni un profeta.
Pan de Vida que es el mismo Dios hecho Trigo. Pan
que nos lleva a caminar más de 40 años, porque nos conduce para la vida
eterna. Carne de Cristo entregada para dar vida a toda la humanidad, a todo
el mundo.
Misterio que nunca terminaremos de comprender y solo
podemos abrir el corazón, y el espíritu para acoger la gracia de Dios y el don de la fe que nos permite vivir en Él, con Él y para Él.
Hoy
Jesús me dice y te dice que nos asegura, que si creemos en Él y comemos de este pan bendito, tenemos la vida eterna y no al morir, sino desde hoy y para siempre…
Hoy
es el mismo Jesús que nos mira con esperanza y amor atravesando nuestra alma
para decirnos:
“¡LEVÁNTATE,
DESPIERTA, ÁNIMO! No hay amenaza ni razón por la cual puedas perder la
esperanza ni llenarte de temor. Soy Yo, el Pan de Vida quien viene a tu encuentro”.
Bien lo dijo un hombre de Dios: «éste es el verdadero
alimento, la carne de Cristo, el cual, siendo la Palabra, se ha hecho carne
para nosotros» (Orígenes).
Que esta semana le hagamos esta sencilla petición:
Señor, dame tu
gracia para acogerte, recibirte y fortalecerme con tu Pan Bendito y con tu
amor eterno. AMÉN
___
Les dejo esta
linda canción sobre el Pan del Cielo y aquí debajo les dejo la letra de la
canción para que puedan seguirla:
PAN DEL CIELO
Vamos
juntos con gran alegría
Al
regalo que da nuestro Dios.
Acerquémoslo
al Pan de Vida
Abriendo
el corazón.
Nuestra alma en el mundo no encuentra
Alimento
que sacie su sed.
Y
aquí está, invitando a la mesa
Quien
promete llenar nuestro ser.
¿Cómo
he merecido yo
Que
venga hasta mí el Señor?
Pan del cielo,
Que bajó para vida del mundo.
pan del cielo,
Es Jesús quien se da por amor.
Pan del cielo,
La semilla que dio mucho fruto.
Pan del cielo
Danos siempre, Señor este pan.
Nos
amó ofreciéndose en tero
Entregado
a la cruz nos amó
Más
aún nos amó hasta el extremo
Nos
dejó el memorial de su pasión.
Al comer de su Cuerpo Benedito
Entregados
para la Salvación,
Vida
eterna tendremos en Cristo
A
la espera de la resurrección
¿Cómo
he merecido yo
Que
venga hasta mí el Señor?
_________________________________
“En aquellos días, Elías
continuó por el desierto una jornada de camino, y, al final, se sentó bajo una
retama y se deseó la muerte: «¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo
más que mis padres!». Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel lo
tocó y le dijo: «¡Levántate, come!». Miró Elías, y vio a su cabecera un pan
cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero
el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo: «¡Levántate, come!, que el
camino es superior a tus fuerzas». Elías se levantó, comió y bebió, y, con la
fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el
Horeb, el monte de Dios”. 1Re 19,4-8
“En aquel tiempo, los
judíos murmuraban de Él, porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del
cielo». Y decían: «¿No es este Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre
conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?». Jesús les respondió:
«No murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha
enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los
profetas: ‘Serán todos enseñados por Dios’. Todo el que escucha al Padre y
aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha
venido de Dios, ése ha visto al Padre.» En verdad, en verdad os digo: el que
cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el
maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que
quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de
este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la
vida del mundo»”. Jn 6,41-51
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