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A las escondidas...

 


 

¡Cómo me gustaba este juego! Sea en el colegio o en mi barrio de la calle Codornices. Era divertido cuando siendo varios, teníamos el reto de ubicarnos en un lugar para pasar desapercibidos. Era emocionante lograr no ser encontrada para luego llegar al lugar central para salvarme o incluso poder decir la famosa frase: “¡Ampay me salvo y salvo a todos mis compañeros!”. Valía la pena entonces haber pasado un buen tiempo invisible pasando incomodidad, frío o cansancio. 

Me vino a la mente este lindo recuerdo cuando rezaba el Evangelio de este domingo. Un pasaje en el que Jesús nos da una enseñanza muy importante y un increíble ejemplo de paciencia.

Imaginemos a Jesús con sus apóstoles en camino, cuando les anunció por tercera vez que iba a morir y resucitar… Algo que les era difícil de aceptar y comprender. Anuncio en el que no recibió de sus amigos ningún comentario o respuesta. Sólo se sabe que había miedo de preguntarle y hablar sobre el tema. Una actitud que podría parecerse a las veces en las que podemos necesitar preguntarle sobre eso que nos preocupa o nos da temor, y en las que preferimos de una u otra manera cambiar de tema, de idea o preocupación para distraernos o evadir. Tener frente a nosotros quien mejor puede respondernos, pero que, por miedo a tocar la herida y dolor, no le miramos de frente ni le hablamos sobre ello.

 

Entonces llegando a la ciudad de Cafarnaúm con ese estilo que le caracteriza, y aunque ya sabía la respuesta les dijo: «¿De qué discutíais por el camino?» Y cuentan que ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Qué inmaduro, pero así fueron las cosas: Jesús que les anuncia su muerte y dolor, y ellos discutiendo quién era el más importante entre ellos…. Creo que cualquiera en su lugar podría sentir cólera, resentimiento, impaciencia con una justa frase de reclamo o regaño.

Sin embargo, lo que impresiona es la forma de educarles en ese momento: no les evidenció la falta de escucha, de compasión o solidaridad. No les pide más atención y madurez. No hay exigencias y menos castigos. Sólo tiene con ellos una actitud llena de caridad y paciencia, pues se sentó junto a ellos y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.» Mc 9,35

 

Les dio la fórmula del verdadero orden y la verdadera lógica del amor: donde lo más importante y el más importante es el que vive el servicio y la entrega. Donde lo más importante es dar, donde el primero de todos es el que mas se da por los demás. Ese que sabe dar en lo secreto y escondido...Todo un misterio y una lógica que aún 2 milenios después sigue siendo difícil de comprender en nuestro mundo.

 

Y esta verdad vino de la mano con otra. Pues luego les puso en medio a un niño. Alguien que en nuestro tiempo es muy valioso e importante, pero que en la época de Jesús no lo era. El niño no era valorado ni contado como persona hasta cumplir los 12 años. Acoger un niño entonces, era como acoger a un ser invisible e insignificante.

 

Verdad necesaria y misteriosa ésta en la que los más importantes a los ojos de Dios son los que se entregan y aquellos que no son valiosos para el resto de la humanidad.



Una verdad fundamental que el mundo busca anestesiar de varias formas. Pero Jesús nos enseña y recuerda que el verdadero valor, la verdadera importancia y el mayor tesoro no se ve, no se entiende o no se valora con ojos superficiales y materiales. Que el tesoro que tanto anhelamos se contempla con los ojos de Cristo quien nos mira y nos ama cuando ve lo más profundo que habita en nosotros, aquello que nadie puede arrebatarnos y nos da una dignidad infinita.

Un Dios que ama infinitamente a todos, y donde solo Él es capaz de tener ese amor especial por aquellos olvidados, rechazados, humillados y evitados por la humanidad.

 

Y bueno Señor, con lo atrevida que soy muchas veces contigo, me pongo a pensar en esta simple e infantil analogía ante aquello que nos pides vivir:

 

Quieres que juegue a las escondidas con los demás

pasando desapercibida y no ser vista

para ser como los niños que con tanta simpleza 

saben encontrarte en el silencio y la alegría

y saben salir a salvo 

al descubrir tus señales y tus cantos.

 

Eres Tú mi Señor el que te escondes primero

en todos aquellos más olvidados 

en los más pobres de los pobres

en los que lloran en secreto por sus enfermedades y dolores

en los que son tan incomprendidos y rechazados

en los que son juzgados y sentenciados con nuestras leyes opresoras

en aquellos que les urge tu paciencia y perdón.

 

Eres Tú mi Señor quien te escondes y disfrazas

en tu Cruz amante y bendita

surgiendo luego victorioso

para salvarnos a todos, a tus hermanos y compañeros.

 

Hoy te pido de corazón

poder mirar la verdad y la vida de frente

reconociendo humildemente

que soy más feliz y mejor persona

cuando busco servir y amar más y más

cuando aprendo a entregarme como Tú lo hiciste

cuando puedo dar sin límites, sin cálculos ni medida.

 

Hoy te pido de corazón

acoger a estos niños y hacerme niña tuya

manteniendo grabado siempre en el alma

esa mirada honda y fuerte

de haber sido por ti encontrada

de haber sido mil veces por ti amada.

 

Que pueda reconocer libremente

una y otras mil veces

qué es lo más importante

lo que no se me será quitado.

 

Y aquí está tu niña, 

quien no tiene que esconderse de ti

porque sabes muy bien dónde encontrarme

antes de entenderlo, antes de buscarlo

encontrada por el único amor verdadero

que me ofrece la lógica del cielo

éste que ya puede ser vivido

aquí en el jardín de mi corazón eterno.

AMEN

 Mc 9,30-37


 Y encontré este video que siempre me ha gustado mucho, sobre el testimonio de una mujer que encontró el valor del servicio silencioso y amoroso. Espero que les guste y ayude.



 


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