“Quien no aprendió con la Pandemia no entendió nada”. Con esa frase se despidió luego de un día difícil y exigente. Vive semanas muy complicadas, pensando por momentos que le toca vivir demasiado. Más de una vez tentada a no continuar con los retos que le toca. Y con todo este difícil panorama, hace dos noches me buscó para contarme que estaba muy agradecida y que poco a poco las cosas iban caminando. Que valió la pena tanto esfuerzo, confiando en Dios una vez más. Un lindo encuentro, concluyendo juntas que la verdadera esperanza y madurez se vive en esos momentos, cuando no nos quedamos prendados de las emociones ni de los posibles negativismos. Y al iniciar este tiempo de Adviento, preparación para la Navidad, leo este Evangelio que me evocó esta experiencia que les comparto, que creo que a todos puede sernos familiar de una u otra manera. Creo efectivamente que la Pandemia ha evidenciado qué es lo más y lo menos importante. Qué necesita permanecer y de qué sí ...
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...